Los ´no deseados´ alzan la voz en la Ciudad de México
Les conocí hace tiempo, cuanto estuve en Hogares Providencia con el hombre que más los ha amado, un sacerdote que fue para ellos un padre y que con enorme cariño llamaron Chinchachoma. Estos niños son violentos, atrabancados, sensitivos, marrulleros y pícaros. Y sin embargo, tienen un profundo sentido de la dignidad, de la justicia, del honor y de la verdad, cuyo valor conocen de sobra porque viven en medio de mentiras, de horrores, porque su humanidad es pisoteada en cada momento por las redes del crimen organizado y por las autoridades de la ciudad. Gracias a ellos hoy sabemos no solamente del caso de los esclavos, también de la limpieza social a la que es sometida la ciudad durante las giras de Marcelo Ebrard, el flamante jefe de Gobierno.
Muchos horrores permanecen ocultos en esta ciudad. Ante ellos, los que vemos y los que ignoramos, Pablo Hiriart -director del periódico La Razón– ha lanzado una pregunta que aquí retomo: "¿En qué sociedad vivimos, que ha dejado de interesarnos que niños en manos del Gobierno sean vendidos, rifados, diseccionados, regalados o exportados?". Existe respuesta, pero nos negamos a aceptarla. Vivimos en una ciudad gobernada por la "vanguardia" de una propuesta cultural que mide a las personas por el principio de utilidad, que considera a los seres humanos como objetos de uso para el cumplimiento de deseos personales, y que a eso llama libertad.
Este Gobierno proclama como un triunfo de la razón el avance hacia la eliminación de ese nuevo tipo de seres humanos de desecho, los llamados "no deseados", a través de la eutanasia, la eugenesia o el aborto. Que nadie se escandalice. Todo está relacionado. Cuando se desprecia la vida en un lugar, se termina por despreciarla en toda circunstancia. El desprecio a la vida no es el triunfo de la razón, es la mentira de siempre, aquélla que dice que hay humanos que merecen vivir y que otros merecen morir, por lo regular justificado en supuestas razones "humanitarias".
Como historiador de la justicia que soy, he visto repetirse en el pasado lo que hoy veo y escucho una y otra vez. Siempre el mismo argumento: que sólo se podrá ser una sociedad más libre y mejor si se elimina a los "no deseados", a los "hijos por accidente", a los "enfermos terminales", "a los ancianos", a ése cuya vida "no vale la pena ser vivida". ¡Pamplinas! La misma mentalidad, el mismo desprecio, la misma mentira. Que a nadie sorprenda que hayan sido los "no deseados" los que hicieron la denuncia, que sean ellos los que hayan hecho relucir la verdad por difícil que ésta sea. Dios ha hablado por su boca, ¿quién permanecerá ciego y sordo ante la verdad, quién paralítico ante la injusticia?