Caja Madrid, Odisea invertida

España · Fernando de Haro
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27 octubre 2009
En Moncloa no saben a qué altar dirigirse para ofrecer una hecatombe de doce bueyes y cuarenta carneros en agradecimiento a los dioses. Lo más probable es que haya una conversión en masa a la religión homérica: Grecia es siempre una referencia y el Zen es demasiado frío para expresar el contento por el regalo que les ha llovido del cielo. Deben, sin duda, elevar sus plegarias a Atenea. Zapatero es el nuevo Ulises al que la diosa, acostumbrada como estuvo a aparecerse bajo múltiples aspectos, ahora se ha hecho ver con apariencia bifaz: una de sus caras es la de Alberto Ruiz Gallardón y la otra la de Esperanza Aguirre.

Tras el naufragio de las cóncavas naves del zapaterismo, inundadas por el rechazo social a su ley del aborto y por unos datos de paro que el propio Gobierno ha anunciado peores para el cuarto trimestre, cuando el vinoso mar estaba a punto de tragárselo bajo las olas de unas encuestas desfavorables, la de los ojos glaucos ha venido en su auxilio. Zapatero le ha sonreído con ganas a la aurora de este lunes que le ha traído, con sus rosados dedos, una portada de El País en la que Manuel Cobo, o sea Gallardón, arremetía contra Esperanza Aguirre.

No es de recibo que el alcalde de Madrid se haya ido al periódico de los polancos a librar su batalla contra la presidenta de la Comunidad de Madrid. No es de recibo que utilice el periódico de los polancos -que tanto interés tiene en que Caja Madrid esté controlada por alguien que le renueve sus angustiosos créditos- para lanzar la penúltima ofensiva con la que lograr ya no se sabe qué. Tampoco es de recibo que Esperanza Aguirre, que tan eficaz y tan ágil se había mostrado en las últimas semanas para dejar atrás el caso Gürtel y para tomar la iniciativa con un paquete de medidas de liberalización económica, se haya empeñado contra Eolo y la marea (en alianza con la izquierda) en poner a Ignacio González al frente de Caja Madrid. Ella sabe que González es un hombre tocado, que no tiene el perfil adecuado. Si le estaba buscando una salida podría haberle encontrado otra. Pero parece que el propio González se había empeñado en la presidencia de la Caja y Esperanza, tan firme para otras cosas, no ha querido decirle que no. Lástima, porque la presidenta de la Comunidad de Madrid estaba corrigiendo los errores cometidos tras las elecciones de 2008 y parecía alejarse de sus amigos peligrosos que le han hecho dar tantos traspiés.

Rajoy se ha dejado, otra vez, arrebatar en esta odisea, el papel de héroe. Mientras, la sociedad española ya no sabe que destejer para no caer en manos de los pretendientes que devoran su hacienda. Estamos ante un caso claro en el que la política se convierte en referencia de sí misma. Pueden dársele muchas vueltas a la historia, pero al final el juicio último sobre esta Odisea invertida es sencillo, parece casi pueril: se ha puesto toda la energía  en conquistar y manejar el poder en Caja Madrid, o quizás en algo más, y se ha olvidado la verdadera necesidad del pueblo. Para volver a encontrar el camino a Ítaca hay que dejar de escuchar a las sirenas, que acuciadas por las deudas cantan a través de los dos periódicos que más se venden.

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