`Es digno de elogio atreverse a hablar del sentido de la vida`
¿Cómo valora el manifiesto de Comunión y Liberación sobre el aborto?
Es un excelente análisis, que sitúa el aborto en su auténtica dimensión, que es la de una tragedia humana, un fracaso de todos y de fondo, un suicidio social, como si hubiéramos optado por una cultura en la que no se respeta la sacralidad de la vida y que, por tanto, carece de un auténtico horizonte vital. Me parecen muy importantes el punto 3, que habla de la responsabilidad del conjunto de la sociedad -de todos nosotros- en este paso que está a punto de darse, y el punto 4, que apunta al terreno ético, al compromiso personal con la vida, más allá de cualquier ideología. Es digno de elogio atreverse a hablar de amor al preconizar que recuperemos el sentido de la vida. Y una vez que se hace, se comprende que es lo más sencillo, lo más natural y probablemente lo más efectivo.
¿Comparte la vinculación del aborto con la cuestión del gusto y el sentido de la vida?
Me parece uno de los puntos más interesantes del Manifiesto de Comunión y Liberación. Siempre da la impresión que la defensa de la vida, en la cuestión del aborto, está relacionada con un sacrificio o con una exigencia moral insoportable para las mujeres. Es al revés. Al aceptar el aborto se acepta, como si fuera natural, el sacrificio más brutal de todos. Y se reduce a las mujeres, y por extensión a todos los miembros de una sociedad, a seres dispuestos a acatar el sacrificio de una vida en función de intereses o criterios que serán siempre variables y relativos. Ya no nos identificamos con la vida, ni nos sentimos parte de ella. Creemos que la vida está a nuestro servicio, disponible según más nos convenga. Quien así piensa no se da cuenta de que, entre otros inconvenientes, también acaba de relativizar su propia vida, y aceptar que se ponga al servicio de un proyecto que en cualquier momento le será ajeno.
Se habla de construir una respuesta educativa que sea una alternativa a la mentalidad que subyace a la reforma de la legislación. ¿Qué le parece?
Me parece esencial, aunque muy complejo porque la educación forma parte, en este asunto, de un orden cultural más amplio. Y éste, en sociedades democráticas y abiertas como aquéllas en las que vivimos, ya no se puede imponer desde el poder. Hay que ganar la batalla de la opinión pública para revertir una tendencia social tan profunda como la del nihilismo que se manifiesta en leyes como la del aborto. En cualquier caso, el cambio en la educación, aunque sea en pequeños sectores -y se puede hacer a mayor escala- siempre será positivo.
Aborto y soledad suelen estar juntos.
Es necesario confiar en que las personas, sobre todo las personas jóvenes, que son menos egoístas, afronten su vida con más generosidad que lo que lo han hecho algunas generaciones que creyeron que así se emancipaban de sus responsabilidades. Hay que contribuir, por tanto, a un cambio de creencias, un cambio de horizonte vital. Creo que en buena medida ese proceso ya está en marcha y que dará resultados. También el legislador puede contribuir al cambio mediante leyes de apoyo a la familia, a las madres e incluso facilitando la adopción. Son interesantes iniciativas como las de la legislación familiar de la Comunidad Valenciana, por ejemplo.