Yo, también
Para ello, el argumento nos cuenta cómo Daniel, un Down que acaba de entrar a trabajar en una administración pública, se enamora de Laura, una oficinista arisca y promiscua que aparentemente le corresponde. A la vez que Daniel se ilusiona con la relación, aprenderá con dolor que lo que desea es imposible. Laura sólo está dispuesta a llegar a una relación sexual puntual y sin compromiso, pero Daniel desea un amor verdadero. En ese sentido, la película nos presenta otra trama en la que dos Downs más profundos que Daniel se enamoran e incluso deciden huir juntos en un arrebato de pasión romántica.
La película, que cuenta con el aliciente siempre grato de la presencia de Pablo Pineda, y que llena de humor y de emoción numerosas escenas, es sin embargo muy ambigua o confusa en sus propuestas. La lectura más favorable que se puede hacer del film es que todos los seres humanos, con o sin síndrome de Down, tenemos una necesidad de ser acogidos y amados; lo que ocurre es que la forma que tiene Yo, también de resolver la cuestión no parece muy convincente, más bien parece que falsea la naturaleza de las cosas y que trivializa lo que no debe ser trivializado. No se ponen en cuestión las buenas intenciones de los realizadores, ni de Julio Medem, el productor, pero sí el enfoque antropológico de la película.