´Pozuelo tiene que ver con lo religioso, con la pertenencia´
En los últimos días toda España ha estado conmocionada con lo ocurrido en Pozuelo, donde un grupo de jóvenes ha asaltado una comisaría. ¿Cuál cree que es la clave de lo sucedido?
Ahí cruza el fondo del escenario la sombra de una crisis de autoridad, que en gran manera proviene de la dilución de la figura paterna. En un primer plano, un penúltimo espasmo de la etapa de abundancia con el apéndice de esas nuevas tribus juveniles que derivan de un sistema educativo complaciente y de los elementos de dependencia del Estado del bienestar, de la idea del todo gratis, sean pijos o clase media baja. No faltan en estos casos, a derecha e izquierda, instancias políticas que temen ejercer sus funciones y practicar métodos eficazmente preventivos.
Benedicto XVI ha hablado en varias ocasiones de emergencia educativa. ¿Cuál es nuestra principal emergencia educativa?
En general, una permeabilidad ciega a las imposiciones tácitas del relativismo. Eso nos lleva a la teoría del cristal roto. Si en un barrio estable alguien rompe un cristal y no lo repone, el clima general se va deteriorando. Es la tesis de la tolerancia cero: tolerar las faltas leves induce a las faltas mayores. Así se redujo espectacularmente el delito y la criminalidad en Nueva York.
¿Todo esto tiene algo que ver con la dimensión religiosa de los jóvenes?
Sí, en un sentido moral y de pertenencia a una comunidad a la que uno debe lo que es. Tales comunidades o grupos intermedios -familia, religión- configuran de verdad la sociedad civil que el laicismo pretende reordenar desde el Estado.
¿Se atrevería a dar alguna recomendación a los padres que están perplejos?
Es la parte más difícil. Los padres quieren lo mejor para sus hijos pero no les es fácil enfrentarse a los pseudo-vínculos de la cultura juvenil. Son lenguajes particulares, herméticos. En general pienso que el padre tiene que ser padre y no un amigo más. Lo mismo con los profesores.