Gripe porcina en México: sólo incertidumbre
Al día siguiente del anuncio, las calles lucían relativamente vacías, mientras que los hospitales y farmacias registraban una afluencia mayor a la usual. El sentimiento de alerta continúa y crece por los nuevos casos que se descubren día a día en otros estados y también en otros países, así como por el cierre de cines, museos, centros vacacionales y la cancelación de eventos deportivos y culturales multitudinarios. La Archidiócesis de México canceló la celebración pública de la misa en la capital del país el domingo pasado. Algunos restaurantes y negocios están cerrados o han visto caer sus ventas vertiginosamente en estos días, lo cual se suma a la crisis económica que está golpeando también a México. Hasta hoy se habla de 149 decesos por el virus en México y la Organización Mundial de la Salud mantiene una alerta nivel 4 por la epidemia.
Como es natural, muchos deseamos comprender lo que está sucediendo y sus posibles consecuencias. Persiste la incertidumbre sobre la fecha en que se reanudarán las clases y el alcance de la epidemia. Por otra parte, la capacidad del Gobierno y del sistema sanitario para responder a esta emergencia están siendo puestos a prueba. Los medios de comunicación nos recuerdan continuamente las medidas preventivas que debemos tomar, pero también nos saturan de información y de todo tipo de opiniones. Las reacciones de la gente también son de lo más diversas: no falta quien piensa que la alerta es un artilugio del Gobierno para sembrar el miedo entre la población o distraer de otros problemas, o que la epidemia es un castigo de Dios; algunos más insinúan que el Gobierno pudo haberse retrasado en declarar el estado de emergencia y otros sospechan que se está ocultando el verdadero número de víctimas.
Sin embargo, ninguna de las posiciones va al fondo de la inquietud que nos ha provocado a todos esta situación, inquietud que ni siquiera el más superficial puede negar. Estamos ante una circunstancia que muchos de nosotros no hemos vivido antes en México. Los mismos expertos saben poco del virus. Tanto el pánico como el escepticismo ponen de manifiesto la dificultad que tenemos hoy en día para interrogarnos sobre el sentido de lo que pasa, incluso cuando, como ahora, la realidad nos muestra la fragilidad de nuestra propia vida y la de los demás.
Que no somos dueños de nuestra propia vida es una evidencia para la razón. ¿Estamos entonces totalmente a merced del vaivén de los acontecimientos? También es una evidencia que, a pesar de ser frágiles, existimos. Entonces, ¿quién nos da consistencia? En estos momentos, la Iglesia testimonia el realismo de la fe al llamarnos a la oración, a la petición confiada a la Virgen de Guadalupe, así como también a la obediencia a las disposiciones de las autoridades y a la solidaridad con aquéllos que sufren a causa de la epidemia. Con esto nos muestra que la fe no es una huida de la realidad, sino la certeza de una Presencia buena que nos permite entrar de lleno en cualquier circunstancia.