´A estas alturas no veo otra forma de promover valores que a través del testimonio´
Conversamos con el catedrático de Microbiología acerca de la Proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia.
¿Qué valoración le merece la tramitación de la Proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia?
No me sorprende, las fuerzas políticas actualmente en el poder llevan años planteando iniciativas para legalizar la eutanasia en España, incluso desde la etapa en que Zapatero presidió el Gobierno. Diversas comunidades autónomas, también gobernadas por estas fuerzas políticas, han ido tratando de apoyar estos propósitos, al aprobar leyes llamadas de muerte digna, ya que las CCAA no pueden legislar sobre la eutanasia. La primera fue Andalucía en 2009 con su ley de muerte digna. Tuve ocasión de expresar mi criterio de que resultaba totalmente innecesaria, porque el marco legal español ya reconoce la autonomía del paciente o el testamento vital. Algunas de estas leyes autonómicas bordean la aprobación de la eutanasia.
¿Se ha tenido en cuenta el criterio del Comité de Bioética para esta reforma?
Un aspecto especialmente negativo es que el trámite en pro de una ley de eutanasia, que ya está en marcha, prescinda de un informe previo de instancias como el Comité de Bioética de España (CBE), o las diversas instituciones que representan a los profesionales sanitarios. Justifican que por la forma de tramitación no es preceptiva la consulta al CBE. En mi opinión, será legal no hacerlo pero quebranta el espíritu que movió a legislar sobre la existencia de un Comité de Bioética; en todos los países europeos estos comités tienen un papel fundamental, como órganos consultivos. Los legisladores pueden actuar según su criterio pero deben conocer la opinión de los expertos independientes que, por ley, se les nombra con ese propósito.
¿Qué consecuencias ve que podría tener la aprobación de lo que se discute en el Congreso?
Será la implantación de una práctica como es la de acabar deliberadamente con la vida de personas, de forma legal. Y todo ello con la participación de sanitarios, especialmente médicos, cuya práctica profesional no es precisamente la de causar la muerte, sino la de curar o aliviar. Esperemos que la objeción de conciencia se sustancie de forma clara, para todos los sanitarios.
“Tras la aprobación de la eutanasia, con un razonamiento aparentemente impecable, se rompen todos los diques”
¿Qué lecciones se puede sacar de aquellos países donde se han aprobado leyes similares?
Mi impresión es que se trata de ocultar deliberadamente que en Europa apenas tres estados pequeños (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) han legalizado la eutanasia, a los que se une exclusivamente Suiza con la autorización del suicidio asistido. En el resto del mundo, la eutanasia legal es muy reducida también, apenas un par de estados de los USA y Canadá.
Las lecciones son inequívocas: tras la aprobación de la eutanasia, con un razonamiento “aparentemente” impecable (respetar la autonomía del enfermo y ello con la autorización de dos médicos), se han roto todos los “diques”. La eutanasia de neonatos fue “despenalizada” en Holanda, en Bélgica se ha extendido la eutanasia legal a niños, mientras que en todos estos países se contraen las prácticas de cuidados paliativos. Igualmente, se estima que se produce un número significativo de eutanasias no solicitadas, por tanto ilegales.
“Los cuidados paliativos serían una vía humana y humanizadora”
¿Sería una alternativa razonable una ley de cuidados paliativos?
Desde luego, es la vía humana y humanizadora para acompañar a quienes viven sus últimos momentos. La falta de esta opción puede ser una de las causas principales que conduce al ser humano altamente debilitado a desear la muerte. Basta con hablar con quienes se dedican a atender a las personas en edades más avanzadas, muchos de ellos dependientes; raramente aprecian que los ancianos deseen o pidan la muerte. Esto pone muy en cuestión el valor de esas encuestas, respondidas por personas en buen estado de salud, según las cuales hay un apoyo masivo a la eutanasia en nuestra sociedad.
¿Qué criterios pueden ayudar a discernir entre un tratamiento inútil que prolongue la vida de forma artificial (encarnizamiento terapéutico) y una actuación que propicie su final, sea por acción o por omisión?
La ciencia y la práctica médica, unida a la experiencia de los profesionales, se aproxima cada vez más a establecer de forma correcta lo que es un tratamiento fútil que solo constituye una obstinación terapéutica. Evitar ese encarnizamiento es también fundamental y no constituye eutanasia. No obstante, tenemos que aceptar que se van a producir situaciones dudosas que deben resolverse desde la consideración del valor de la vida humana así como el conocimiento científico.
¿Hemos perdido la evidencia de que la vida humana es un bien?
La legalización del aborto y la eutanasia ejemplifican la ruptura de un principio que la humanidad mantuvo durante siglos: la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, es un valor que no puede quebrantarse. Somos muchos los que seguimos proponiendo este principio, nuestro esfuerzo debe redoblarse. A veces las sociedades humanas acaban cayendo en la cuenta, en Norteamérica por ejemplo, disminuye mucho el apoyo al aborto, hace poco en encuestas los pro-vida han llegado a superar a los pro-aborto. Ello resulta muy estimulante.
“La sociedad se inflige a sí misma la ofensa que supone considerar indigna la vida de algunas personas enfermas o intensamente disminuidas”
Para afrontar el dolor de la enfermedad es necesario que la persona pueda estar acompañada. ¿Está parte de la sociedad herida por la soledad?
Como vengo afirmando, la sociedad que acepta la terminación de la vida de algunas personas, en razón a la precariedad de su salud y por la actuación de terceros, se inflige a sí misma la ofensa que supone considerar indigna la vida de algunas personas enfermas o intensamente disminuidas. Se echa por tierra algo tan humano como la lucha por la supervivencia, la voluntad de superar las limitaciones, la posibilidad incluso de recuperar la salud gracias al avance de la medicina.
En una entrevista para este periódico Luis Argüello (secretario general de la Conferencia Episcopal), hablando acerca del escándalo del sufrimiento, afirmaba que “es necesario ofrecer un testimonio de alegría en el corazón aunque haya lágrimas en los ojos, alegría aunque haya sufrimiento”. ¿Necesitan nuestros contemporáneos el testimonio de que la vida, también en el sufrimiento, es un bien?
Ciertamente; a estas alturas de la historia yo no veo otra forma de promover valores (virtudes diría Juan Manuel de Prada) que a través del testimonio personal. Este compromiso es inherente a la vida de los que –humildemente– somos cristianos, junto con quienes no lo son nominalmente pero aceptan esos criterios y ese proyecto de vida. Necesitamos confiar en la fuerza de proponer, de manera coherente, lo que es bueno.