Género de violencia

Mundo · Alfonso Calavia
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23 enero 2020
El domingo amanecimos con un presunto nuevo caso de violencia de género. Un mosso habría matado a su ex pareja en Terrassa. Todos los informativos abrirán con manifestaciones en las calles y declaraciones de políticos: “Ni una más”, “Debemos destinar más dinero para evitar la violencia machista”, “Firmeza ante el horror”. Volveremos a escuchar seguramente los cánticos y bailes provenientes de Chile… “El violador eres tú y la culpa no era mía”. Paréntesis, ya se puede disfrutar de su formato remix en las discotecas de medio planeta. Hay vídeos rulando por ahí con cientos de miles de visitas en los que se puede ver a hombres y mujeres moviendo sus esqueletos al son de esta canción. Cierro paréntesis. Palabras y bailes, vídeos y canciones que se quedan a la orilla del gran problema, que desaparecen antes de llegar al ‘quid’ de la cuestión, ni siquiera lo rozan. Creo sinceramente que deberíamos profundizar en la naturaleza del problema para poder proponer soluciones más pertinentes que las descritas hasta ahora.

El domingo amanecimos con un presunto nuevo caso de violencia de género. Un mosso habría matado a su ex pareja en Terrassa. Todos los informativos abrirán con manifestaciones en las calles y declaraciones de políticos: “Ni una más”, “Debemos destinar más dinero para evitar la violencia machista”, “Firmeza ante el horror”. Volveremos a escuchar seguramente los cánticos y bailes provenientes de Chile… “El violador eres tú y la culpa no era mía”. Paréntesis, ya se puede disfrutar de su formato remix en las discotecas de medio planeta. Hay vídeos rulando por ahí con cientos de miles de visitas en los que se puede ver a hombres y mujeres moviendo sus esqueletos al son de esta canción. Cierro paréntesis. Palabras y bailes, vídeos y canciones que se quedan a la orilla del gran problema, que desaparecen antes de llegar al ‘quid’ de la cuestión, ni siquiera lo rozan. Creo sinceramente que deberíamos profundizar en la naturaleza del problema para poder proponer soluciones más pertinentes que las descritas hasta ahora.

El PSOE quiere mejorar la atención a las denunciantes y reformar el Código Penal, cosa que está muy bien; el PP habla de prisión permanente revisable y más policías para proteger a las víctimas, fenomenal; Podemos asegura autonomía económica a las víctimas y por supuesto cambiar la definición de ‘violencia machista’, impresionante… Ciudadanos piensa en una nueva ley para prevenir, asistir y proteger a las mujeres y VOX en derogar la Ley de Violencia de Género al considerarla “pura ideología de izquierdas”. ¿Y la educación? ¿De verdad nadie piensa que el problema está en cómo nos relacionamos entre nosotros desde bien pequeñitos? ¿Nadie se pregunta cuál es la verdadera semilla de la violencia? ¿Por qué insistimos en hablar de fondos públicos, leyes y números de teléfono a los que las víctimas pueden llamar? Supongo que es consecuencia de no mirar, por doloroso que sea, el origen. Como si fuéramos un paso por detrás, burros detrás de la zanahoria, el problema se va alejando según vivimos, y la solución… no hablemos de la solución… esa está ya en la Conchinchina.

Pensemos por un instante en los motivos que llevan a un hombre a maltratar a su pareja… Aquí debería haber un espacio en blanco más o menos largo para que cada uno rellenara el hueco, como los ‘phrasal verbs’ en clase de inglés. ¡No hay motivo! Habría que dejar el hueco en blanco. Sí habrá rabia, y también rencor y probablemente odio, y no solo a su pareja sino con mucha seguridad a sí mismo; pero esos no son motivos, son precisamente ausencia de motivo, ausencia de razón, falta de afecto real y perdón, seguramente estamos también escasos de perdón. No hay más que ver la vida política: si la haces la pagas, si la cagas se te descarta, literalmente se-te-descarta, ya no vales nada. Somos lo que hacemos y si no conseguimos lo que queremos, fracasamos. Es eso lo que ven muchos niños desde chiquititos. Las series, los anuncios y las películas lo tematizan a diario. Pero es que también hay banalización. Mucha. Repartimos preservativos en las universidades para prevenir embarazados no deseados y no nos damos cuenta de que el sexo asquerosamente banalizado no hace más que introducir violencia, porque disfruto contigo pero no te quiero, porque quiero tocarte pero no llorar contigo. Y quizás, cuando llegas a la edad adulta y una mujer con la que no has hecho este difícil camino mira a otro, se equivoca o simplemente no es como te gustaría, no tienes herramientas para estar ahí, con el dolor que supone no entender, con la angustia de sufrir que el otro sea otro. Si no llenamos la vida de razones para entrar en relación con el otro, el sinsentido campará a sus anchas dejando entrar sin llamar a todo género de violencia.

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