Diez claves para el PP de Casado

España · Agustín Domingo Moratalla
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18 septiembre 2018
1.- Integración y ajuste de cuentas. Las primarias han dejado el partido más tocado de lo que era previsible. La herencia de los congresos de 2004 y 2008 no se arregla repintando la casa sino revisando los cimientos. Una manita de pintura puede ser engañosa, hace falta construir desde las bases porque hay aluminosis. Aunque tendrá que andarse con cuidado con los suyos, serán tiempos de ajuste de cuentas que exigirán cautela, prudencia y menos buena fe de la que demostró simpáticamente en las primarias.

1.- Integración y ajuste de cuentas. Las primarias han dejado el partido más tocado de lo que era previsible. La herencia de los congresos de 2004 y 2008 no se arregla repintando la casa sino revisando los cimientos. Una manita de pintura puede ser engañosa, hace falta construir desde las bases porque hay aluminosis. Aunque tendrá que andarse con cuidado con los suyos, serán tiempos de ajuste de cuentas que exigirán cautela, prudencia y menos buena fe de la que demostró simpáticamente en las primarias.

2.- Techo de cristal. Semanas antes de saber los resultados, algunos militantes históricos del PP comentaron que Pablo Casado tenía el “techo de cristal”. No sé si utilizaron esta expresión para moderar las expectativas que empezaba a generar, porque conocían su ambiciosa trayectoria desde pequeñito o porque conocían las debilidades de su liderazgo. Quienes le conocen saben que además de la humildad y la proximidad deberá prestar atención a la sinceridad y la autenticidad.

3.- Expectativa nacional sin experiencia local. A pesar de la experiencia acumulada en los últimos años, en Casado pesan más las expectativas que ha despertado que su competencia o capacidad para reconstruir lo que fue el proyecto político anterior a los congresos de 2004. Tendrá que contar con gente de mucha experiencia para que sus expectativas no sean ilusorias sino ilusionantes. No basta clonar el “estilo Rivera” para hacerse con la España de las banderas, hace falta conocer de primera mano el desvigorizado músculo local y autonómico del partido. Las elecciones andaluzas están a la vuelta de la esquina.

4.- Régimen del 78. El momento político español está determinado por las dudas que genera el PSOE para mantener su fidelidad al régimen político del 78. Hay serias dudas de que Pedro Sánchez quiera contentar a la vieja guardia socialista que nunca coqueteó con los populismos. Los socialistas, los comunistas y los liberales más “clásicos” o responsables deberían ser aliados de Casado en su nuevo horizonte político. El vigor moral de la sociedad que promovió la Constitución del 78 se ha fragmentado, diluido y casi liquidado. Los diferentes gobiernos de las últimas décadas no regaron esa planta y ahora se encuentran con el invernadero de la sociedad española culturalmente agostado y vulnerable.

5.- Vino nuevo en odres viejos. La reconstrucción del PP debe realizarse desde abajo y contando con experiencias cívicas de participación que ya existen. No hay que inventar nada sino limpiarse los oídos, graduarse las gafas y tomar un cuaderno para apuntar lo que dice la gente. Los viejos clichés de las ejecutivas tienen que ser cuestionados porque parece ser que Casado quiere representar a la clase media y no a los grupos de poder económico, cultural y mediático que, como hemos visto, no tienen ningún interés en fortalecer vínculos comunitarios o promover ciudadanos mayores de edad.

6.- Ideas sin ideólogos. Al debate político le sobran ideologías de politólogos de gabinete y le faltan horas de calle, partidas de mus con la gente, tertulias al fresco, horas de transporte público y paciencia en urgencias hospitalarias. Además de conseguir los votos que hay a la derecha de la izquierda, Casado tendrá que empezar a llamar a las cosas por su nombre y dejarse de nominalismos o significantes vacíos. Ni liberales, ni conservadores, ni democristianos, ni socialcristianos, ni centristas. Las nuevas generaciones utilizan otras claves y códigos más experienciales, vitales y globales. Para eso hace falta un programa que valore lo que la gente ya vive y considera valioso.

7.- Economía “social” de mercado. En su discurso inicial habló del estado de bienestar sin darse cuenta de que la clave económica de su proyecto no puede estar en el bienestar indiferenciado, sino en el “estado social” y “liberal” aún pendiente de consolidar. Sobra estado de bienestar y falta estado social en el discurso político. Se consolidará si sabe ser el candidato de la nueva sociedad, no de los viejos mercados. Mientras no cuente con la gente descartada por los tecnócratas del bienestar, hable de la sociedad de los cuidados y lea en profundidad a Lévinas y Bauman, la izquierda de la derecha le comerá el pastel del centro.

8.- Capacidad para diferenciar lo público y lo político. En su discurso se refirió a “nuestras ideas y valores” refiriéndose al auditorio que le oía, ¿cuáles son? Casado no debería dar nada por sentado porque debe reinventar a sus compromisarios y cargos orgánicos para que desaprendan algunos errores aprendidos. Uno de ellos es la confusión, propia de casi toda la clase política, entre la ética pública y la ética política, entre las virtudes públicas y la gestión de la actividad política. Hay que salvar y fortalecer las instituciones básicas de la vida comunitaria, no apropiárselas o rentabilizarlas como herramientas de partido. A partir de ahí cobra sentido la ejemplaridad.

9.- Comunicación y pedagogía. Casado se ha fogueado en las tertulias y ha sido el rostro amable del PP en una época difícil. Tiene un perfil y una imagen que no debería perderse convirtiéndose ahora en un líder inaccesible. Ese potencial comunicativo va más allá de un “Rivera dos” o un “Rivera bis”. Para eso tiene que estudiar más, leer más y rodearse de gente que no sólo sea experta en medios sino en mensajes, ideas, tradiciones y culturas. No basta con haber leído a Ortega los domingos por la tarde, su equipo debe conocer en profundidad a Tocqueville.

10.- Libertad religiosa y Modelo de sociedad. Aunque el PP se empeñe, y con razón, en no ser el partido de los católicos, sí debería ser el partido que defienda la libertad religiosa como un bien público protegible. Si el factor católico es, de hecho, determinante en el sistema electoral español, el factor religioso es la clave de todos los sistemas electorales del futuro. Casado debería convencer a sus compromisarios, afiliados y simpatizantes de que las religiones son un elemento políticamente muy serio. Además de leer a Bauman y Tocqueville, Casado y su nueva guardia pretoriana deberían leer el discurso de Emmanuel Macron en los Bernardinos.

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