Confesiones de una millenial

Mundo · Ana de Haro
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16 mayo 2018
Este mes he encontrado por todas partes alusiones a mayo del 68, esa revolución estudiantil que sucedió tres décadas antes de que naciese mi generación. Encuentro paradójico que mayo del 68 se haya vuelto historia y tradición de Occidente cuando el movimiento luchaba contra la tradición. A la generación millenial las batallitas de ocupaciones en la Universidad y pintadas nos quedan lejos. Igual que nos queda lejos la transición española y las anécdotas de la votación de la Constitución del 78. No te digo ya los acuerdos entre Schuman y compañía después de las guerras mundiales. ¿Qué interés tiene para nosotros la tradición, la herencia cultural de nuestros padres y abuelos? ¿Acaso no son ellos mismos los que aconsejaban la ruptura?

Este mes he encontrado por todas partes alusiones a mayo del 68, esa revolución estudiantil que sucedió tres décadas antes de que naciese mi generación. Encuentro paradójico que mayo del 68 se haya vuelto historia y tradición de Occidente cuando el movimiento luchaba contra la tradición. A la generación millenial las batallitas de ocupaciones en la Universidad y pintadas nos quedan lejos. Igual que nos queda lejos la transición española y las anécdotas de la votación de la Constitución del 78. No te digo ya los acuerdos entre Schuman y compañía después de las guerras mundiales. ¿Qué interés tiene para nosotros la tradición, la herencia cultural de nuestros padres y abuelos? ¿Acaso no son ellos mismos los que aconsejaban la ruptura?

Quizá por lo pronto, del 68, nos interesa retomar la pregunta sobre la herencia.

Estos días leo las Confesiones de Agustín de Hipona por recomendación de una profesora. Es un libro que lleva, por lo menos, cuatro años en las estanterías de mi cuarto acumulando polvo. No lo he abierto hasta ahora porque consideré que nada tenía que decirme un hombre nacido en el año 354. A mí lo que me interesa es lo que me pasa ahora, lo que se cuece en este momento y me repulsa la idea de que pensar sea un ejercicio de pedalear sobre cosas dichas hace años sin incidencia en mi día a día. ¡Cuál es mi sorpresa cuando leyendo a Agustín de Hipona he sentido mis problemas, los de ahora, con más intensidad! Si al final este padre de la Iglesia va a tener razón y el pasado no existe. Y así, sus palabras solo existen en ese diálogo con el presente.

En El País, Manuel Rivas dice que el origen del 68 es un hambre de la libertad y que el movimiento es un “antídoto contra la resignación. Una melancolía rebelde”. Y así, otra vez, con sorpresa descubro que ese pasado que no existe se hace presente en mí. Es mía el hambre de libertad y esa melancolía rebelde.

Y ahora la pregunta es: ¿podemos los millenials decir lo mismo del proyecto democrático y de convivencia Occidental? No sé si todavía se han dado cuenta, pero de la respuesta a esa pregunta depende que el proyecto exista.

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