´La transición eleva a la categoría política lo que socialmente ya existía´
Álvaro de Diego es el autor del libro “La transición sin secretos” (Ed. ACTAS). Según el autor los franquistas abrieron la puerta de la democracia y fue en gran parte una obra de Torcuato Fernández Miranda.
Usted afirma en su libro que un sector del franquismo lidera la transición. ¿Por qué?
La forma en que España entra en la democracia, en la segunda parte de los años 70 del siglo pasado, es una forma legalista, ordenada, relativamente pacífica y que además se ha tomado como ejemplo en otros países, como modelo o paradigma a imitar. ¿En qué consiste básicamente? En que no hay una ruptura, no hay una revolución del tipo que sea, lo que hay es una reforma ordenada desde la propia dictadura, una dictadura larga, nacida a consecuencia de una guerra civil, pero que al ser tan longeva y tan larga va evolucionando. Entonces son los protagonistas de esta dictadura, una vez muerto Franco, los que impulsan el proceso de cambio, y sobre todo los que abren la puerta de la democracia. Yo incluso matizaría el subtítulo del libro, no tanto “los franquistas trajeron la democracia”, que fue una obra colectiva, sino “es verdad que los franquistas abrieron la puerta de la democracia”, es decir, facilitaron el tránsito ordenado desde un sistema autoritario a un sistema parlamentario, partidista, a través de esa ley para la reforma político.
Pero dentro del franquismo existían distintas familias.
La dictadura es relativamente plural en los años 70, hay fuerzas que son aperturistas, que están a favor del cambio, de un cambio ordenado, que respete la legalidad, que no vaya contra nadie, que tenga cierta consideración para con quienes han sido vencedores de la guerra, pero que a la vez desde dentro desmonte el sistema dictatorial. ¿Qué ocurre? Que al final del franquismo, al final de la dictadura, la correlación de fuerzas es partidaria una parte de la apertura y otra no. Al morir Franco, cambia la cabeza de la jefatura del Estado y es en la cúspide donde hay un partidario de la reforma, que es el propio Rey, un Rey que pertenece a otra generación, que ha nacido en Roma en el 38, que no tiene las hipotecas que tiene un vencedor de la guerra civil, y que por tanto también trata de cambiar la cúspide de ese régimen para tener cerca de él personas partidarias del cambio.
¿No es la sociedad civil también un motor de ese cambio?
Si bien es verdad que la Transición es un proceso desde arriba, estoy convencido de que es un proceso político al que el pueblo se suma y respalda rotundamente. Si en el último franquismo se había apostado por el inmovilismo y por no avanzar en reformas políticas, es verdad que una vez muerto Franco esto cambia completamente. La cosa tiene sus reticencias y marchas atrás, pero lo cierto es que hay un liderazgo claro que permite que se lleve a cabo la Transición con éxito. Ahora bien, también es cierto que hay una sociedad civil que demanda esto.
¿Qué motivos mueven a la sociedad civil?
En primer lugar, porque hay un cambio generacional importante. La guerra civil queda muy lejos. Quienes la han hecho no quieren repetirla, eso está claro, y los jóvenes no están hipotecados por sus recuerdos. De tal manera que piensan más en unidad generacional que en vencedores y vencidos de la guerra. También es verdad que España ha cambiado económicamente, es el país de Occidente que más crece. Este crecimiento económico supone muchas cosas, como la urbanización, como una explosión turística excepcional, que viene gente de fuera y trae otras costumbres y otra forma de ver las cosas, hay gente que empieza a viajar, no es lo habitual pero empieza a haber clase media. Por tanto, la mentalidad cambia y hay una sociedad civil favorable al cambio.
Por tanto, ¿la sociedad civil desea la democracia?
La sociedad civil es favorable a la democratización, de tal modo que hasta los sociólogos de entonces hablan de que la sociedad española, a principios de los años 70, es conservadora pero con valores democráticos, lo cual es bastante curioso porque no hay democracia en España, pero sí hay cierto asociacionismo. La gente está acostumbrada a las asociaciones de vecinos, a las reivindicaciones de ciertos derechos… Realmente hay una sociedad civil bastante pujante que está preparada para el cambio y que quiere hacerlo además de forma ordenada, no quiere perder la relativa tranquilidad, la seguridad, pero también hay un cierto reconocimiento de que la tranquilidad o la cierta paz social que existe se la debe al dictador, al que se le mira como un pasado con el que hay que romper, pero suavemente. A nivel sociológico, es muy curioso que a Franco se le mira con respeto pero se entiende que es el pasado y que ahora se trata de ir hacia adelante.
Cita usted a Julián Marías, que en “España inteligible” afirma que no se entiende España sin la identificación con el cristianismo pero el error está en pensar que una España cristiana permite suponer que todos los españoles deben ser cristianos
Uno de los elementos más claros de deslegitimación del franquismo en la fase final es el católico. Es un Estado que se dice confesionalmente católico, y sin embargo tiene una contestación importante de elementos católicos, lo cual es muy llamativo. Además, hay que tener en cuenta que el peso de lo católico es importantísimo en la transición democrática. Prácticamente toda la élite franquista se dice católica, y por otro lado quienes no la profesan tienen en cuenta que hay que tratarla con una especial consideración para evitar precisamente los problemas seculares que ha habido en los dos últimos siglos, y en último lugar en la guerra civil e incluso en la segunda República. Es decir, si se trata con consideración y respeto a los católicos, porque realmente son una mayoría sociológica en España, la transición irá bien, de tal manera que Carrillo, líder del partido comunista, es de los que más insisten en que haya un reconocimiento aunque sea formal a la Iglesia católica en la Constitución, y eso no le supone ningún problema. Es una especie de corrección sobre lo que se había hecho anteriormente, que el ataque contra el sector católico es de lo que más envenena la convivencia en España.
¿Es también la Iglesia plural?
La Iglesia católica, también, como el propio régimen curiosamente, es bastante plural, dirigida desde Roma por Pablo VI, tiene también un cambio en su correlación de fuerzas. Probablemente el episcopado sea conservador mayoritariamente, pero Pablo VI dispone los peones que tiene en España hábilmente para que las fuerzas progresistas tengan una ventaja, de tal manera que el primado tiene menos importancia y el Cardenal Tarancón, que sin embargo está en Madrid, a lo mejor eclesiásticamente es menos importante pero políticamente lo es más, es alguien que en aquel momento se puede considerar progresista, y es de las personas que más claramente apuestan por que no haya un partido de confesión o de etiqueta católica en el periodo de transición, de modo que incluso quienes se presentan con esa etiqueta en algunos casos no tienen ni representación parlamentaria en el 77, porque no tienen el apoyo de la Iglesia al fin y al cabo.
Me parece que los mártires de la Guerra Civil ponen la semilla de la reconciliación. Pensemos el ejemplo en negativo, ¿qué hubiera sido de nuestra historia reciente si los mártires no hubieran muerto perdonando a sus ejecutores?
No puedo decir más que estoy de acuerdo. Es más, añadiré aparte de este ejemplo que tiene especialmente mérito, a mi modo de ver la reconciliación ya estaba hecha mucho antes de la transición. Había pasado mucho tiempo, el recuerdo de la guerra era muy condicionante. Lo dice Santos Juliá, con el que no siempre estoy de acuerdo, pero en esto concreto sí, que no hubo un pacto de olvido, hubo una decisión de echar al olvido, que es distinto, lo cual quiere decir que se tenía muy presente la guerra civil y los odios anteriores para no repetirlos. En definitiva, creo que lo que hace la transición es elevar a la categoría política lo que socialmente ya existía.
Usted apela a la figura de Torcuato Fernández Mirando como uno de los protagonistas de la transición.
La transición tuvo un empresario, como se suele decir, y es una frase del propio Torcuato Fernández Miranda, que era autor de frases célebres, lapidarias y sintéticas, y elaboró en gran medida el relato en titulares de la transición. La frase de que el empresario era el Rey, el que tenía la idea de llevar al país a la democracia desde la cúspide del Estado, de que hubo un autor de escena, dramaturgo digamos, que fue el propio Fernández Miranda, que era el que tenía el guion, la hoja con lo que había que hacer, el plan de obra, y finalmente el actor principal, el que ejecuta lo que otro quiere y lo que otro diseña, es Adolfo Suárez. Que es un hombre con una imagen muy positiva, joven, dinámico, dialogante… No es quitar méritos a nadie, la labor del Rey está reconocida, tiene el premio Carlomagno, se le ha reconocido la categoría excepcional, probablemente no ha habido un Rey mejor, sobre todo en sus primeros años de reinado, desde Carlos III, un Rey que es capaz de conducir en pleno siglo XX a un país de la dictadura a la democracia y además que una monarquía se recupere en pleno siglo XX, en la segunda mitad, y que se consolide es algo totalmente inédito.
Sin embargo, Torcuato Fernández Miranda nunca ha tenido este reconocimiento. ¿Tiene que ver con su personalidad discreta?
No era un personaje simpático, tenía pocos amigos, era alguien que probablemente no tenía un gran equipo, sino que actuaba de forma bastante individualista, en contacto con los verdaderos resortes del poder, como fueron Franco, Carrero y después con el Rey. Es verdad que al morir Franco se plantean realmente dos proyectos de cómo se va a hacer la transición, a mi modo de ver: uno es el de Fraga, que yo creo que es el proyecto digamos a cara descubierta, con la especial personalidad de Fraga, arrolladora y un tanto autoritaria aunque era liberal políticamente hablando, que al presentar el proyecto fracasa y queda retratado en cierta forma; el de Torcuato Fernández Miranda es distinto, es alguien que aguarda su oportunidad, que se sabe mover entre bambalinas, que no sobreactúa sino todo lo contrario, pasa desapercibido, es completamente distinto, más reservado y sinuoso, frente a un Fraga volcánico. Realmente, Fernández Miranda empieza a mover los hilos desde la presidencia de las cortes preparando el terreno, pero esos primeros seis meses posteriores a la muerte de Franco puede hacer relativamente poco, salvo en lo que le afecta, que es preparar las cortes para el cambio y auspiciar la designación de Suárez.
¿Se podría decir que Suárez sigue el plan de Torcuato?
El plan original que ejecuta Suárez a mi modo de ver es el de Fernández Miranda sin ninguna duda. Por tanto, la ley para la reforma política es obra inicial y primigenia, aunque luego se mejora, aunque luego se aprueba en el conjunto de las cortes, aunque luego se convence a esas cortes, aunque Suárez la asume como cara visible… es obra fundamental y original de Fernández Miranda, y probablemente ha pasado a una posición de sombra por su propio carácter, porque no era buen vendedor de sí mismo, y luego también porque queda un poco arrojado fuera del proceso. Al final, es descabalgado por las circunstancias. Tiene esa actuación pero después va pasando a un segundo plano y probablemente queda descontento con algunas de las características que va asumiendo el cambio y que no eran las previstas por él en su plan original.
Ahora esta transición se pone en tela de juicio, ¿no hemos sabido regar la planta que hemos sembrado?
Han fallado muchas cosas. En primer lugar, la del mal llamado problema territorial, que no se ha solucionado convenientemente. Esto ya lo decía Ortega en los años 20-30, que con el nacionalismo catalán en especial había que llevar una conllevancia porque realmente no parecía soluble el asunto y estamos en la misma o incluso se ha agudizado el problema. No se ha hecho pedagogía política y la transición no se ha conocido suficientemente, un caso verdaderamente curioso no sé si decir de carácter masoquista español, es decir, una cosa de la que realmente podemos presumir los españoles en los últimos años y no se ha hecho especial hincapié. Además, es un triunfo colectivo de los españoles que no afecta a nadie, porque en otros casos, si vamos a la historia imperial, siempre se vence sobre alguien, aunque haya motivos para estar orgullosos de algunas cosas aunque de otras no, pero en este caso es una obra común y por tanto no perjudica a nadie. En el sistema educativo tampoco se ha hecho esta pedagogía, no se ha incluido en los planes de estudio para que la gente sepa de dónde viene su Constitución. Luego hay otros problemas que son más globales, la crisis de representación, de los partidos políticos, que puede decirse que es una crisis general.
¿Han sido un punto de inflexión las legislaturas de Zapatero?
A partir de Zapatero, es verdad que los enemigos de la transición a cara descubierta han aumentado en el parlamento. Es decir, tenemos unas fuerzas nacionalistas, que en una parte se han convertido en separatistas, no tiene nada que ver su representación ahora con la que tenía hace quince años, donde era una oposición mucho más templada y moderada, ahora están en la ruptura de la soberanía nacional, lo cual es un salto cualitativo increíble. Y por otro lado está la irrupción de una fuerza populista como Podemos que hace una enmienda a la totalidad de la transición. Ellos hubieran querido ruptura, y ruptura extrema con respecto al franquismo. En este sentido también es un salto cualitativo con respecto al propio partido comunista de la transición, que fue protagonista indiscutible del cambio, un partido comunista que aceptó la bandera, la monarquía y la unidad de España, lógicamente con sus matices porque el partido comunista no puede ser monárquico pero al fin y al cabo entendió que el bien democrático estaba por encima de las particulares formas de gobierno, y por tanto que el sistema de convivencia era adecuado y no había que hacer especiales objeciones, teniendo cada uno su propia visión política. Por un lado ha hecho mucho daño la crisis económica, pero también y sobre todo, especialmente, el cambio de mentalidad que auspició el presidente Zapatero que abrió esta espita que no ha hecho sino engrandarse en gran medida.