¡Me ha caído el muerto!

Cultura · Víctor Alvarado
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3 marzo 2009
Dos en el Cielo (Victor Fleming, 1943), ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), Fantasmas de Roma (Antonio Pietrangeli, 1961), Ghost (Jerry Zucker, 1990), Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1992) y El Sexto Sentido (Shyamalan, 1999) parecen ser las fuentes de inspiración  de ¡Me ha caído el muerto! (2008), una comedia ideal para desengrasar nuestro abotargado cerebro y nuestro compungido corazón después de haber visto tanto drama nominado a los Oscar.

Cuenta la historia de un odontólogo, egocéntrico, maniático e impertinente, que tras una operación, muere durante siete minutos. Esa circunstancia permitirá que el doctor Bertram Pincus tenga la capacidad de comunicarse con fantasmas, que continuamente le piden favores. Pero Frank Herlihy, uno de esos seres procedente del más allá, insiste a Pincus para que se comunique con su viuda con la finalidad liberarle de la garras del nuevo novio de la misma.

Indudablemente, la estrella del largometraje es el humorista británico Ricky Gervais, que se come la pantalla y a todo actor secundario que se le acerque interpretativamente hablando. Es un actor que, sin histrionismo alguno, provoca que te retuerzas de la risa en la butaca de cualquier cine, por su forma tan particular de "fabricar" el humor. Casi sin pestañear se lleva al espectador de calle. Lo afirma una persona que desconoce su  trabajo en la popular serie The Office. Le auguro un futuro impresionante. En mi modesta opinión, este actor puede ser el relevo de Jack Nicholson si está acertado en la elección de guiones en los Estados Unidos. El resto del reparto lo completan dos correctos actores como Téa Leoni y Greg Kinnear.

Tanto la dirección como el guión corresponden a David Koepp, que evidencia ciertas carencias, pero ciertamente las compensa con su buen conocimiento del cine clásico, que le permite ciertos toques de elegancia. Según el realizador, la cinta es una divertida parodia sobre las clínicas dentales, las colonoscopias y la muerte. Lo más característico de esta comedia es el humor negro junto con la réplica y dúplica de los actores, en algún que otro diálogo, que consiguen mantenerte la sonrisa en los labios casi los 98 minutos de metraje. El gran hándicap que encontramos es el abusivo uso del humor escatológico, muy de moda en la comedia actual, tal vez utilizado para atraer a un público adolescente. Además, la inmensa mayoría de los diálogos son superficiales, no obstante, la película ofrece unos 15 minutos que merecen la pena ser analizados. Pues se  trata de conceptos que van a contracorriente de la sociedad occidental. El doctor Pincus se muestra como el típico cascarrabias, agrio y antipático. Sin embargo, la vida le ofrecerá una oportunidad de cambiar su desagradable forma de ser. La frase que aparece en un cartel publicitario le hará recapacitar: "Sólo merece la pena vivir para los demás". La idea del servicio a los demás aparece como el gran motor que debe mover al mundo, manifestándose en varios personajes. Un elemento que debe estar presente, sobre todo, en tiempos de crisis.

Conclusión: los asistentes a la sala van a encontrarse con una comedia que, sin ser una maravilla, divierte. Seguramente no curará una depresión, pero servirá para olvidarte de tus problemas durante un par de horas. Por cierto, te recomiendo la última canción de la película: Please be patient with me.

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