Entrevista a Antoni Fernández Teixidó

´Reclamamos un catalanismo que no sea soberanista´

España · Juan Carlos Hernández
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4 abril 2017
Antoni Fernández Teixidó es el promotor de Lliures, nueva formación que pretende recoger la herencia del centroderecha catalán. Teixidó, dirigente de la antigua Convergencia, hace un llamamiento al diálogo.

Antoni Fernández Teixidó es el promotor de Lliures, nueva formación que pretende recoger la herencia del centroderecha catalán. Teixidó, dirigente de la antigua Convergencia, hace un llamamiento al diálogo.

¿Por qué surge la iniciativa de un partido nuevo como Lliures?

La razón es un balance preciso de lo que el procés, así conocido, ha significado en Cataluña y cómo un partido, en este caso una coalición como CiU, en todo este proceso, que podría ser identificada como una formación de centro catalanista moderada, ha desaparecido del mapa. En otras palabras, una de las consecuencias de lo que el procés ha significado en Cataluña es que este espacio de centro político, que tradicionalmente liberales y demócrata-cristianos han compartido con un sentimiento desde el punto de vista político moderado en cuanto a la cuestión nacional, hoy sencillamente está huérfano. Y hay todo un electorado que reclama este tipo de políticas. Reclama políticas propias del catalanismo, propias del liberalismo político, pero no encuentran hoy ninguna referencia ni en la política del gobierno ni en la política de los partidos mayoritarios.

Cuando usted habla de medidas propias del catalanismo, ¿qué medidas son más urgentes en Cataluña?

Gobernar y dedicarse a un sinfín de temas que creo que tenemos bastante paralizados, porque en Cataluña lo que significa la tensión hacia este objetivo, desde mi punto de vista fantasioso, de la independencia ha generado un estancamiento de las políticas y un ligero pero constante desplazamiento de estas políticas in absentia hacia posiciones de izquierda más radicalizadas. Dicho de otra manera, quien gobierna básicamente la agenda del gobierno catalán en Cataluña es la CUP. Así de sencillo. Y la CUP, naturalmente, que obedece a un tipo de lógica revolucionaria, antisistema y anticapitalista, dificulta la acción en un parlamento y en un gobierno que debería tener otro tipo de planteamientos, objetivos y orientaciones. En otras palabras, la aspiración del gobierno por la independencia, y específicamente por el referéndum, ha hecho de este tema prácticamente el tema principal de la agenda y con resultados que desde nuestro punto de vista son claramente insatisfactorios, en la acción de gobierno y en la obtención de parcelas de autonomía que en definitiva ha quedado arruinada por un planteamiento maximalista.

A su juicio, ¿existe una fractura real en Cataluña a un nivel prepolítico o es algo puramente político?

Fundamentalmente, estamos hablando de una fractura política. Hace tres años le habría respondido a esta pregunta rotundamente no. En los últimos tiempos, en el ámbito de lo personal, de lo familiar, esta fractura empieza a sentirse. ¿Con una vivencia extraordinaria? No. ¿Con una contención que puede en cualquier momento cambiar de intensidad? Sí. Y este es uno de los puntos que creo que debemos evitar. Hoy toda la sociedad catalana, desde el punto de vista política, vive muy tensionada.

La convocatoria del referéndum. ¿Aumenta esa tensión?

Tener un gobierno que plantea que en 18 meses va a tener culminada una hoja de ruta para poder declarar prácticamente unilateralmente la independencia genera tensión. Que esto no se consiga y se vuelva hacia el planteamiento de un referéndum que sea legal cuando es imposible que lo sea, que sea vinculante cuando no va a serlo, pero casi todos insistan en la convocatoria genera un tipo de tensión y va a generar, muy importante, un tipo de frustración cuando esto sea comprobado ampliamente, que yo creo que no obedece ni a lo que es el talante de la ciudadanía en Cataluña, ni a sus objetivos tradicionales, ni a lo que ha sido el mensaje político del catalanismo en general, y hemos caído en una dinámica maximalista con consecuencias, de verdad, muy preocupantes para los catalanes.

¿Puede su partido tener vocación de espacio donde se puedan encontrar y rehacer relaciones moderadas, de un sentido u otro?

Me gusta que haga usted esa puntualización: la vocación. Nosotros pretendemos un espacio político en Cataluña que, en la tradición del catalanismo, y eso nos diferencia claramente por ejemplo del PP y de Ciutadans, pero reclamamos un catalanismo que no aspira a un estado propio, un catalanismo que no es soberanista, un catalanismo que naturalmente quiere la autonomía para Cataluña. Nosotros pensamos que una parte muy importante del electorado catalán está en esta sintonía, en este dial, pero la tensión del momento es tan extraordinaria que naturalmente esta recepción de la sintonía llega hoy por hoy con mucho, mucho ruido. Y tenemos la vocación. Si me hubiera preguntado ¿tiene usted la seguridad o la intención?, le diría que la intención sí, como la vocación, pero la seguridad va a depender del electorado, y a mí no se me escapa que estamos ante un reto dificilísimo y de momento somos cautos respecto a nuestras expectativas.

Voy a hacer de abogado del diablo. Supongamos que yo soy un independentista catalán alejado de la radicalidad que, sin embargo, creo honestamente que lo mejor para Cataluña es la independencia ¿qué me diría?

Yo le diría que en política, todos los sueños, todos los proyectos y todas las aspiraciones son legítimas, si lo son desde el punto de vista democrática. Usted puede desear, pensar, incluso creer, que este sería el marco más adecuado para la convivencia en Cataluña. Yo no trataría de hacerle cambiar de opinión. Abordaría la cuestión desde otro prisma. ¿Se puede sin un resultado absolutamente negativo, con un alto grado de frustración para la ciudadanía? Ese es el debate que creo que hay que desarrollar en Cataluña. Dicho de otra manera, ¿cree usted, independentista bienintencionado, que la correlación de fuerzas en Cataluña, nos permite, en relación a España, pensar que podemos llevar adelante un referéndum con nuestras propias fuerzas, que sea votado masivamente, que podremos seguir en Europa porque todo el mundo entenderá nuestro planteamiento, que la economía no tendrá consecuencias, que las relaciones entre unos y otros no variarán, que seguiremos tan felices como usted parece al formular la pregunta? Y su respuesta debería ser no, no, no, no. Yo hago política. No me sitúo sobre las aspiraciones e ilusiones de mis conciudadanos, hago política. Y me parece que este es un camino que haríamos bien en moderar, modular, y sobre todo en que usted, como independentista, entendiera que así, de la manera en que está planteado este proyecto y este proceso, no se puede seguir. Así no. ¿Que usted tiene la ilusión de ser un independentista y tiene su aspiración a serlo? Le respetamos. Pero con el camino que el gobierno de Cataluña ha marcado y con el camino que la CUP ha obligado al gobierno de Cataluña a seguir, no se puede ir hacia adelante. Por tanto, no le diría nunca que abandone sus sueños sino que entienda cuál es la correlación de fuerzas.

Se han generado ciertas expectativas, a un nivel prepolítico de tal modo que parece que con la independencia vamos a ser más felices que nos irá mejor en el trabajo… Es un terreno peligroso porque si luego se alcanza la independencia, la decepción puede ser grande y podría implicar una desafección por la política aún mayor que la que tenemos hoy en día.

Esta es una hipótesis absolutamente razonable que usted sitúa sobre la base de la obtención de la independencia. Yo no voy a especular sobre eso. Yo no sé si la independencia nos hará más felices, francamente no lo sé. Tengo mis reservas, y creo que la felicidad viene de otras fuentes, esa es mi impresión. Pero ese tampoco es el debate. El debate es si en las condiciones actuales, en la situación actual, tiene sentido, cuando la mayoría de los ciudadanos y la mayoría de los dirigentes políticos de este país entienden que esta dinámica va mal, si tiene sentido seguir ofuscados una y otra vez en que este es el objetivo pase lo que pase, si tiene sentido una lógica que es la típica lógica que en otras ocasiones históricas hemos vivido en Cataluña porque renunciar a este camino es una traición, si tiene sentido en pleno siglo XXI esta dialéctica. Yo me niego a defenderlo. Decir que en este camino van a variar las relaciones porque viviremos en una Arcadia feliz… sospecho que no, pero no quiero ese el debate.

¿Cuál es el debate?

El debate es si creemos que tiene sentido, en el planteamiento que desde Cataluña se hace, no procurar otro tipo de objetivos realistas, que puedan ser asumidos y finalmente conseguidos, si tiene sentido que arruinemos todas las expectativas de este país sencillamente porque estamos enganchados a un sueño, a una esperanza, a una ilusión que nosotros mismos sabemos que es de difícil cumplimiento. ¿La clase política puede ser tozuda a este respecto o es preferible que analicemos esto fríamente y tomemos unas decisiones que, en lugar de complicarnos la vida, nos hagan vivir de verdad, no cuando lo seamos sino ahora, un poco más felices y un poco más prósperos?

Desde el resto de España ¿cómo se puede ayudar a Cataluña a percibir que la unidad es un bien mayor que la independencia?

Magnífica pregunta, ¿cómo ayudar a Cataluña en este sentido? Va a haber que hablar, va a haber que dialogar, va a haber que negociar, el país va a tener que aceptar que en Cataluña sigan una serie de situaciones peculiares con unos rasgos específicos que pueden ser perfectamente asumibles para lo que España es. Hay muchos catalanes que viven sin ningún tipo de conflicto su doble adscripción de catalanes y españoles, y viven sin ningún tipo de conflicto su triple adscripción de catalanes, españoles y europeos. Este es un país donde podemos llevarnos perfectamente bien. Es verdad que algunas de las salidas de tono enfurecen, disgustan, preocupan, pero no hay otro camino en política que el diálogo, la negociación, la tolerancia, la aceptación del punto de vista del otro y la voluntad de convencer. Yo entiendo perfectamente al presidente Rajoy cuando dice que como presidente del gobierno de España no puede aceptar el planteamiento de los catalanes. Lo entiendo. Como entiendo que desde Cataluña puede realizarse otro tipo de planteamiento alternativo al del presidente Rajoy. Lo que no entiendo es que no decidamos que podemos estar sentados en la misma mesa, que podemos entender unos y otros que la ley debe ser cumplida, y que hay márgenes para el debate y la negociación.

Desde fuera de Cataluña puede dar la impresión que a Cataluña se le pueden hacer concesiones, pero nunca estarán satisfechos; que se les puede dar un referéndum pero luego querrán otro… en una lógica perversa según la cual cuando llegas a  la meta, esta se vuelve a desplazar.

Esa es una de las razones de ser de Lliures. Lliures no será un partido soberanista, ni un partido nacionalista al uso, de ir consiguiendo objetivos nacionales cada vez más extremos. Ese no es nuestro planteamiento. Nuestro planteamiento viene de una manera de entender el país y su relación en el marco español y europeo, y pone en el centro de la política la prosperidad de sus conciudadanos. Y pone en el centro de la política las medidas que garantizan libertad y orden. Por tanto, la dinámica de si llegamos a un acuerdo con ustedes al cabo de un año volveremos a estar como estábamos, depende de quién gobierne en Cataluña. Si en Cataluña gobierna el nacionalismo radical, pueden estar ustedes seguros de que este será el marco en el que se desarrollarán las relaciones entre España y Cataluña. Si somos capaces en Cataluña de tener una alternativa política en los términos que apuntaba, podremos desarrollar una larga relación que sea beneficiosa para España y para Cataluña. No va a haber un debate que centre solamente lo que interesa a Cataluña y lo que interesa a España. Si este es el planteamiento, habrá poco que discutir y poco que hacer.

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