YEMEN

El comercio de armas y esos diez mil muertos de los que nadie habla

Mundo · Caleb J. Wulff
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19 diciembre 2016
“El mundo ha cerrado los ojos ante lo que está pasando en Yemen”. Esta declaración de Jamie McGoldrick, representante de la ONU en Yemen, describe a la perfección la situación que vive el país más pobre de Oriente Medio, que ya lo era antes de la guerra civil. La mitad de sus casi 28 millones de habitantes tiene problemas para conseguir una alimentación suficiente y, según la ONU, al menos siete millones de personas pasan hambre, más de dos millones de ellos son niños.

“El mundo ha cerrado los ojos ante lo que está pasando en Yemen”. Esta declaración de Jamie McGoldrick, representante de la ONU en Yemen, describe a la perfección la situación que vive el país más pobre de Oriente Medio, que ya lo era antes de la guerra civil. La mitad de sus casi 28 millones de habitantes tiene problemas para conseguir una alimentación suficiente y, según la ONU, al menos siete millones de personas pasan hambre, más de dos millones de ellos son niños.

En estos días, la agencia Reuters ha emitido la noticia de la suspensión de las importaciones de maíz por la imposibilidad de efectuar los pagos en dólares y las facciones en lucha se acusan mutuamente de la responsabilidad por este gravísimo empeoramiento de la situación, especialmente grave desde el punto de vista sanitario y de acceso a los recursos hídricos, con dificultades que afectarían a casi 20 millones de yemeníes. Según las organizaciones humanitarias presentes allí, la mitad de las estructuras sanitarias está inactiva, destruidas por los bombardeos o bien por falta de fondos. McGoldrick también ha denunciado la falta de recursos, pues solo ha llegado la mitad de lo prometido: “La política se ha puesto por encima de la humanidad”.

A esta dramática situación, hay que añadir los casi tres millones de refugiados internos del país, los diez mil muertos y los cerca de 37.000 heridos, en su mayoría civiles, a consecuencia de los bombardeos aéreos de la coalición guiada por los saudíes. Esto ha llevado a acusaciones de crímenes de guerra sobre todo a la coalición saudí, aunque los Houthi no han quedado inmunes de críticas. En Estados Unidos y el Reino Unido se ha desencadenado un debate abierto, ya que ambos estados son los principales proveedores de armas a Arabia Saudí, cuyas importaciones en 2015 supusieron casi el 15% del mercado total de armamento. Las críticas apuntan sobre todo a la provisión de bombas de racimo, muchas consideradas ilegales, pero el congreso dominado por los republicanos ha apoyado esta vez al presidente Obama, rechazando la prohibición. El nuevo gobierno británico también ha mantenido su postura del lado de Riad.

Y es que en la coalición liderada por Arabia Saudí participan también Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Canadá, cuyos gobiernos podrían ser esenciales en la búsqueda de una solución definitiva al marasmo yemení y a la consiguiente crisis humanitaria. Sin embargo, sus posiciones parecen plegarse a las de Riad, por lo que podemos pensar que las exportaciones de armamento también condicionen las posturas de otros gobiernos europeos. A decir verdad, el Parlamento europeo se ha expresado a favor de un bloqueo de la venta de armas a los saudíes, pero solo se trata de una opinión consultiva, que se demostrará carente de incidencia.

Yemen siempre ha sido un país muy turbulento y hasta 1990 estaba dividido en dos estados separados: Yemen del Norte y Yemen del Sur. Para algunos, el retorno a esta subdivisión podría ser la única solución al conflicto actual. El principal obstáculo a una solución compartida sigue siendo la reticencia saudí a conceder poder a los Houthi que, como miembros de la secta chiíta de los zahid, son considerados como una prolongación de Irán. Es totalmente probable que Irán vea favorable el levantamiento de los Houthi, como elemento desestabilizador del adversario saudí, pero su presencia parece mucho menos directa respecto del apoyo dado a los chiítas en Siria. Además, Riad teme que cualquier concesión hecha a los Houthi pudiera llevar a peticiones análogas por parte de la minoría chiíta en Arabia Saudí, difícilmente tolerables por la dinastía reinante, apoyada por los radicales wahabitas, que consideran a los chiítas unos herejes que habría que condenar sin vacilar.

A diferencia de Siria, donde los rebeldes resultan ser los “buenos” y por tanto cuentan con el apoyo de Estados Unidos y de Occidente, aquí los rebeldes son los “malos” y Occidente se pone del lado de los “buenos” de Riad. Y pide paciencia por los “daños colaterales” arriba descritos.

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