Referendo mortal
La adaptación política actual de la vieja maldición debería ser “entre referendos te veas”. Los más recientes casos los demuestran: lo que será, especialmente para los británicos, el efecto de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit); y la activación del referendo revocatorio de mandato para Nicolás Maduro, incluyendo en esa intención de defenestración de la mafia verde-escarlata que lo acompaña.
Analicemos el primer caso. Cameron afrontó varios desafíos previos al que, finalmente, lo llevó al anunció de su renuncia como consecuencia de la manifestación contenida en el referendo del 23 de junio. Él dijo de una forma contundente que considera necesario la definición de un nuevo liderazgo que lleve al país por el camino de aislamiento que se definió con la consulta, insinuando que no está dispuesto a ser uno de los responsables de dirigirlos a la debacle económica. Se manifestó así después de dejar pasar las cosas al mejor estilo Chamberlain.
El resultado está ahí. Unos han catalogado la salida de la Unión como “el día de la independencia” pero otros, entre los cuales me incluyo, lo han visto como una mezcla de xenofobia y nacionalismo o, simplemente, una muestra de la imbecilidad que resulta tan común en el marco de las pasiones políticas. Me imagino a cierto indocumentado haciendo el comentario y el contraste: “Fíjense lo que les pasa a los que dejan que se den los revocatorios. Por eso yo uso a mi psiquiatra preferido para que se vuelvan locos”. Y uno no puede dejar de interrogarse: ¿Cuánto más tienen que pagar los venezolanos los problemas mentales y resentimientos de los hermanitos Rodríguez?
Considero que dentro de poco los británicos se arrepentirán de su decisión o, peor aún, de su debilidad para resistirla. Solo para ejemplificar, el mismo Cameron había bloqueado el ansia separatista escocesa con la amenaza de su salida de la Unión Europea si triunfaba el Sí, en el referendo convocado a tal efecto por el Scottish National Party que originó el Scotland’s Constitutional Future. Ahora, visto el resultado, los escoceses estarían casi obligados a votar por el Sí ante la inminencia de una nueva consulta con la única intención de permitir su permanencia en el marco comunitario. En términos criollos, lo que es bueno para el pavo es bueno para la pava. Otra consecuencia inmediata es que las fronteras que pretenden establecer los ingleses para protegerse implicarán levantar nuevamente el muro que separa a Irlanda del Norte de Irlanda, miembro activo y muy sólido de la Unión en su voluntad comunitaria. Se yergue así el fénix de la desintegración como abierta manifestación de la locura de la política.
Ahora bien, ¿qué circunstancias llevaron a desplazar el criterio de la opinión pública del apoyo al ingreso del 67,2% de los electores, en la consulta del 5 de junio de 1975 al resultado cerrado que se acaba de producir? ¿Acaso el costo económico de la integración ha sido tan desastrosos para U.K? ¿Será que la reversión producirá un cambio sustancial en la vida de los ciudadanos? No perdamos el tiempo con las divagaciones que provocan estos interrogantes. Digamos la verdad. Lo que cambió fue la explotación del sentimiento nacionalista al mejor estilo holligan; el mismo que aborrece las obligaciones humanitarias por el tema de los refugiados y remarca los alegatos de riesgo a la seguridad nacional, tan promovidos por la eurofobia inglesa. Como si ahora fueran a estar más seguros que los otros miembros de la Unión.
El principal efecto de la Unión en la economía ha sido la participación de UK en el mercado común. Con el referendo se liberaron de esa “cadena” para deslastrarse, en la mejor flema británica, de la competencia exclusiva que tiene la Unión para negociar tratados y acuerdos de inversión con otros países, además de los controles sobre las inversiones extranjeras en su territorio; también de las aduanas de la Unión y de las tarifas comunes externas que pechan el comercio internacional de bienes, especialmente en la agricultura; y de las cargas por la contribución en el gasto comunitario. Pero perderán las ventajas inherentes al esquema integrador al tiempo que serán objeto de veladas represalias, ahora que se aplicó el artículo 50 del Tratado de la UE. Yo comenzaría, por ejemplo, con exigir visa a los ingleses para entrar a Irlanda. Pero esto es una exageración evidente de mi parte, producto de mi humor negro.
El otro caso de referendo maldito es el venezolano. Aquí la pregunta que cabe es: ¿para quién es esa maldición? Todo insinúa que el maldecido es el propio Maduro; y por su propia gente, lo poco que le queda. Visto el efecto demoledor del proceso de activación, el hombre ya comenzó a perder en lo internacional y en lo interno. El pueblo de Venezuela fue retado con la humillación a que ha sido sometido y parece que va a responder no con una sino con millones de cachetadas. El efecto de sabotear el proceso ha sido exponer, una vez más, la parcialidad de esa seccional del PSUV que llaman CNE y sus reptoras. Han quedado en evidencia ante el mundo. Son lo que son.
Cualquier dirigente medio del PSUV tiene que preguntarse: ¿cuál es la razón por la que tengo que hundirme con Maduro? La mafia verde-escarlata debe andar en lo mismo: ¿tengo que perder mi negocio y el control del Estado por acompañar a este monigote? ¿Quién me obliga? Hay otras marionetas que se nos ofrecen como aquel que anda redactando sentencias del TSJ. Hasta los cubanos lo andan negociando para conservar sus prebendas. Lo único que le quedan son los radicales como Coloctordoc (doctor loco al revés), el personaje de la vieja comiquita. Insisto, ya el referendo revocatorio produjo su efecto demoledor y ni siquiera ha sido convocado.
Como van las cosas, la angustiante situación de los venezolanos por la destrucción de su país, el hambre, la inseguridad, la corrupción galopante y las contradicciones de los propios rojos, hay que incluir entre el Sí y el No la posibilidad de que no haya nadie a quien revocar. Entonces para qué ha servido todo los que se hizo en estos cuatro días de heroísmo personal de cientos de miles de compatriotas. Simplemente, se ha demostrado que, a pesar de lo que ha sido sometido el pueblo venezolano, existe suficiente dignidad, fuerza, coraje y voluntad para sacarnos del estado de postración al que estamos sometidos. Ese es el verdadero éxito del proceso revocatorio.