Cien años del Genocidio armenio: un siglo de silencio
Armenia sigue siendo una gran desconocida para la inmensa mayoría de españoles; y ello a pesar de la presencia de unos 35.000 armenios entre nosotros, procedentes en su inmensa mayoría de la antigua Armenia soviética, y de unos cientos de argentinos de origen armenio radicados hace ya varias décadas en España.
Tal vez sea esta circunstancia la que ha empujado al periodista Arthur Ghukasian, fundador de Armenia Press y español de adopción, a desarrollar una notable labor difusora de la –varias veces– milenaria historia de su pueblo y del hecho que le marcó para siempre: el Genocidio armenio.
A pesar de tal desconocimiento, Armenia y España tienen no pocos puentes en común, particularmente sus raíces cristianas. De hecho, Armenia fue, además de una de las más antiguas del mundo, la primera nación cristiana de la Historia; antes, incluso, que la propia Roma.
Pese a tan glorioso tránsito, en la segunda década del pasado siglo el pueblo armenio pudo desaparecer por completo de la mano del ejército turco. No fue la primera agresión sufrida mientras la Sublime Puerta rigiera sus destinos. Ya en 1880 miles de armenios fueron asesinados en un primer pogromo. En 1896 lo serían otros 300.000 bajo el sultanato de Abdul Hamid II. Y en 1908 fueron masacrados unos 30.000 armenios en la ciudad de Adaná. Pero fue en 1915 cuando se desplegó una cuidada estrategia que pretendía la eliminación de toda la población armenia residente en territorio turco, perpetrándose el que constituyó primer genocidio moderno. Se inició en febrero de ese año cuando unos 60.000 reclutas armenios del ejército turco fueron fusilados. Inmediatamente, todos los varones armenios con edades comprendidas entre los 15 y 45 años fueron enrolados en el ejército; siendo maltratados y explotados hasta la muerte casi en su totalidad.
Como fecha crucial en la memoria histórica del pueblo armenio y su genocidio se ha establecido la del 24 de abril de aquel año. No en vano, 600 de sus líderes (intelectuales, periodistas, políticos, comerciantes, sacerdotes…) fueron detenidos en Estambul y ejecutados; de ahí su gigantesco valor simbólico. Los genocidas no se detuvieron: la restante población armenia de Anatolia –niños, mujeres y ancianos– fue desalojada de sus localidades y organizada en unas «marchas de la muerte» hacia el desierto de Siria y el mar Negro; falleciendo por hambre, sed y malos tratos en su inmensa mayoría. Aún, a finales de la Primera Guerra Mundial, unos 300.000 armenios fueron masacrados en el Cáucaso controlado por Turquía. Y entre 1920 y 1923 se perpetraron las últimas matanzas.
A lo largo de aquellos terribles años, decenas de miles de mujeres y niños fueron raptados y violados; el patrimonio personal y cultural del pueblo armenio fue destruido; su riqueza, expropiada… Y todo ello ante la pasividad internacional; limitándose las potencias europeas a unas escasas advertencias nominales y mínimas investigaciones. De los dos millones de armenios que vivían en Anatolia en 1914, una vez finalizadas las diversas oleadas genocidas apenas sobrevivía una cuarta parte; refugiada en Líbano, Francia, Argentina y en la casi residual Armenia soviética. Los responsables de este exterminio sistemático fueron los «Jóvenes Turcos»: militares nacionalistas que perpetraron tamaña «limpieza étnica» en el marco del proyecto de una Turquía «moderna» concebida por Mehmet Tallat, Ismael Enver y Ahmed Jemal.
Todavía hoy, Turquía sigue sin reconocer el Genocidio armenio; persistiendo en un tozudo e inflexible negacionismo; tanto en su interior como en la acción diplomática exterior. Por el contrario, el pasado 2 de junio, el Parlamento alemán, siguiendo los pasos de otros estados, aprobó una resolución que reconocía como genocidio las matanzas y deportaciones de armenios cristianos perpetradas durante el Imperio Otomano, pese a las amenazas del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; quien había advertido a Berlín en el sentido de que esa decisión perjudicaría a las relaciones diplomáticas, económicas, políticas y militares existentes entre ambos países. Una nueva crisis diplomática que enlaza con otra previa más “caliente” abierta –en la región del Cáucaso– con la reactivación del conflicto armado en Nagorno Karabaj a partir del pasado 2 de abril y que ha vuelto a enfrentar a Armenia con su vecino Azerbaiyán.
Con ocasión del centenario del Genocidio, en la segunda mitad de 2014, Arthur Ghukasian movilizó a sus amigos, múltiples contactos y diversas personalidades de la cultura en lengua española de ambas orillas del Atlántico; en un intento de que la ocasión no se perdiera en la vorágine informativa que nos devora la memoria día a día. Y como fruto de este esfuerzo, de más de dos años, ya se encuentra disponible el libro colectivo que aquí glosamos, Cien años del Genocidio armenio: un siglo de silencio*.
En este volumen se recogen las aportaciones, plurales y multidisciplinares, elaboradas por tres docenas de historiadores, periodistas, abogados, novelistas, poetas, dramaturgos, artistas… procedentes de Armenia, España, Bolivia, Chile, Guatemala, Colombia, Venezuela, Perú, Puerto Rico, Honduras, Ecuador, Líbano, Francia, Panamá, Uruguay, Cuba, Paraguay, Argentina, El Salvador y la República Dominicana. Artículos, relatos y poemas. Pluralidad de enfoques y unidad de visión: la necesidad de no olvidar el pasado, el reconocimiento del daño causado y el dolor sufrido… y el perdón.
Destacaremos la participación en el proyecto del violinista Ara Malikian, con unas breves pero sentidas frases que presiden toda la obra; una celebridad musical también muy conocida en España, libanés de origen armenio, doblemente refugiado al huir de la guerra civil que asoló su Líbano natal.
Recordemos, por otra parte, que el domingo 12 de abril de 2015, vísperas del centenario, el papa Francisco habló del “primer genocidio del siglo XX” al conmemorar con una histórica misa en la Basílica de San Pedro el “martirio” (Metz Yeghern) armenio; lo que provocó una crisis diplomática, al llamar el Gobierno turco a su embajador ante la Santa Sede.
Hoy día, el panorama regional permanece en ebullición. De este modo, en líneas generales, Armenia es apoyada por Rusia, mientras que su rival Azerbaiyán –país en el que se encuentra parcialmente enclavado el territorio histórico armenio de Nagorno Karabaj– lo es por Turquía y Estados Unidos. Debe recordarse, además, la importancia geoestratégica de la ejecución del gasoducto que unirá los yacimientos de Azerbaiyán con Europa, en la región italiana de Puglia, pasando por Georgia, Turquía, Grecia y Albania.
Por todo ello, sumándosele a lo anterior la crisis que sufren las Iglesias Orientales, algunas de ellas amenazadas por un nuevo exterminio en marcha, la visita del papa Francisco a Armenia los días 24 a 26 de junio no pasará desapercibida. Seguro que cada una de sus palabras y actos estarán cargados de un enorme significado.
(*) E-ditarx Publicaciones digitales, Valencia, 2016. Libro disponible en papel y diversas plataformas y soportes digitales (https://www.facebook.com/editarx/).