Yo soy la Obama de Chile

Mundo · Bolivar Aguayo Ceroni (Santiago de Chile)
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12 enero 2009
Michelle Bachelet, terminado el año 2008, ha encontrado en esta imagen asilo para identificar su liderazgo por estos tres años como presidenta de un país que se encuentra con una democracia y con un modelo de desarrollo consolidados. No es la primera vez que este cuatro gobierno de La Concertación -después de Pinochet- ostenta como gran recurso la apelación a un liderazgo diverso por parte de la presidenta, como un arma secreta.

Se trataría de su visión acogedora e integradora, especialmente de las minorías y de quienes están más desprotegidos, como su proyecto estrella de una pensión para tantos ancianos que carecen de ella, un liderazgo político "materno" en cuyo regazo madurarían los sectores más vulnerables. ¿Pero cómo se comporta este liderazgo frente a los auténticos desafíos de un país en que todos tienen derecho a una respuesta y en que no basta con distribuir algo de los ingentes recursos que posee el Estado? Sin duda que estos aspectos puesto en el contexto de la región de América Latina la distinguen de tanta frustración democrática -Venezuela, Argentina, Bolivia, por decir algunos- y especialmente de quienes siguen modelos de desarrollo económicos inciertos y débiles.

Por otro lado, tampoco Bachelet ha sucumbido al espejismo de pseudoprotagonismos que buscan internacionalizar los conflictos a lo Chávez. Muy por el contrario, ha privilegiado la responsabilidad internacional a través de compromisos de cooperación muy serios, como el de Haití entre otros. Sobreponerse a conflictos regionales ideologizados, empujar a un país destruido y superar exitosamente pugnas de poder como el control de la secretaría de la OEA ante México han confirmado que el test del protagonismo internacional tiene que ver con una responsabilidad de Estado que combina realismo y prudencia en las iniciativas que se asumen, en esto la asesoría del canciller Foxley puede recoger sólo elogios. A esto hay que agregar que se han extendido los TLC y se han perfeccionado los mismos acuerdos comerciales internacionales, incluyendo convenios culturales muy ambiciosos que significarán un gran aporte al desarrollo del país.

Toda esta presencia internacional chilena, sin embargo, no encuentra una simetría en el propio país, así por ejemplo la democracia no ha generado nuevos espacios desconcentrando el poder del Ejecutivo, tampoco se ha flexibilizado el sistema electoral y la corrupción avanza. Por otra parte, la economía estos tres años ha sufrido un frenazo del PIB, a lo cual se ha agregado una alta inflación que ha duplicado las tasas de los últimos años, y la cesantía está en el promedio más alto de los últimos gobiernos.

Entonces, existe la sensación de que la identificación simbólica con Obama es una simplificación tardía. Si se trata sólo de una analogía entre el género y la raza, es cierta, pero excesivamente básica. Y tardía en su capital simbólico, porque la presidenta, efectivamente, tiene el mérito de haberse integrado a una imperfecta democracia con un padre militar asesinado por sus pares. ¿Quién puede no reconocer el valor de su gesto y su aporte a la reconciliación de un país? (¡como el de tantos otros casos!!). Pero entonces, queda la pregunta en el caso chileno -porque el de USA está por verse-: ¿era necesario ser presidente de Chile para expresar un liderazgo "amable"? ¿No bastaba con ser ministra de Defensa o embajadora para no perder el capital simbólico de la reconciliación?

Queda la impresión más bien en Chile de que se trata de algo que podríamos llamar "un liderazgo sin contexto", una falta de proporcionalidad entre un testimonio ya asumido y reconocido por el pueblo y sus instituciones hace años, y las necesidades y exigencias hoy día de la totalidad de un país que no encuentra una adecuada respuesta en la salud, la educación, el transporte; el Transantiago es un ejemplo clamoroso.

Esperamos el test de las elecciones de fin de año y la conciencia de ser más serios frente a las necesidades de un pueblo, especialmente por parte de quienes detentan el poder.

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