Perspectivas para Turquía

Mundo · Francesca Miglio
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17 marzo 2016
Turquía ha sufrido varios ataques terroristas desde que empezó el año. Ya sean los autores las milicias independentistas kurdas o los extremistas del estado islámico, han sumido al país fronterizo entre Europa y un tumultuoso Oriente Medio en un conflicto interno. La situación política, económica y social está condicionada por la presencia de millones de refugiados que huyen de Siria e Iraq hacia las costas europeas. La gestión de los flujos migratorios por parte de Ankara ha enturbiado las relaciones con Bruselas y con la comunidad internacional. Veamos lo que opinan varios expertos y observadores sobre los desafíos que el país tiene que afrontar en un contexto tan delicado.

Turquía ha sufrido tres ataques terroristas desde que empezó el año. Ya sean los autores las milicias independentistas kurdas o los extremistas del estado islámico, han sumido al país fronterizo entre Europa y un tumultuoso Oriente Medio en un conflicto interno. La situación política, económica y social está condicionada por la presencia de millones de refugiados que huyen de Siria e Iraq hacia las costas europeas. La gestión de los flujos migratorios por parte de Ankara ha enturbiado las relaciones con Bruselas y con la comunidad internacional. Veamos lo que opinan varios expertos y observadores sobre los desafíos que el país tiene que afrontar en un contexto tan delicado.

Crisis migratoria

“El tema de las migraciones se ha hecho transversal en todas las conversaciones de ámbito nacional, europeo e internacional”, explica Gianpaolo Scarante, que fue embajador italiano en Turquía, durante un seminario en la Universidad Católica de Milán. “La crisis migratoria empezó en sordina por el estallido de la guerra en Siria”, pero pronto alcanzó a Turquía, donde el gobierno de los islamistas del AKP del presidente Recep Tayyip Erdogan se posicionó inmediatamente en contra del régimen de Bashar al-Assad, acogiendo a los refugiados que huían del conflicto. Kerim Balci, periodista del diario opositor Zaman, intervenido por el gobierno con una acción violenta a principios de marzo, es muy crítico con las decisiones tomadas inicialmente por el líder turco en relación a los refugiados, sobre todo “después de cinco años de conflicto, la prensa pro-gubernamental sigue refiriéndose a los sirios como ‘huéspedes’ y no como ‘refugiados’. Además, el gobierno turco ha criticado a la comunidad internacional por no haber intervenido antes en su ayuda, pero sin tener en cuenta que Turquía tiene una reserva en la Convención sobre el estatus de los refugiados de 1951”. Según esta reserva, el país asegura el estatus de refugiados solo a los migrantes que huyen de conflictos vigentes en Europa. “Por este motivo, Turquía no podía recibir ayuda internacional directa para los refugiados por parte de la comunidad internacional”, situación que solo se desbloqueó en 2014, “con la introducción de una ley temporal que asegura a los sirios ese estatus”.

En la primera fase de la guerra en Siria, Ankara dio por descontado que el conflicto no duraría más de unas semanas y que, después de un tiempo de acogida, los sirios podrían volver a sus casas, llevando consigo una renovada estima y reconocimiento hacia Erdogan. Según el ex embajador Scarante, “ese fue el error político más clamoroso en la historia turca de los últimos tiempos”. De hecho, van cinco años en los que “el flujo de refugiados crece continuamente, alcanzando cifras impensables, generando situaciones ingobernables. De un año a esta parte, los sirios que ya están en Turquía han empezado a pensar en establecerse en el país, mientras que los nuevos la consideran un lugar de tránsito”. Por tanto, el gobierno turco ha empezado a “tolerar, cuando no a favorecer, el éxodo a través de sus fronteras, utilizándolo como un potente instrumento de presión política a la Unión Europea”.

A su favor juega la incapacidad de la Unión para comprender y gestionar el fenómeno de manera eficaz. Como señala el presidente del Instituto para el Estudio Multiétnico, Vincenzo Cesareo, “a la fortaleza europea le falta una política migratoria, falta un liderazgo en este tema porque en su seno está fragmentada”. El compromiso alcanzado con el viejo continente ha permitido a Turquía reabrir el proceso de adhesión a la Unión y avanzar nuevas exigencias, como los tres mil millones de euros añadidos a los que se aprobaron en noviembre. A propósito de esto, el periodista turco Kadri Gürsel, analista di Al-Monitor, sostiene que “Europa está pagando el precio de no haber ofrecido a Turquía un proceso de admisión adecuado en 2004”. En su opinión, “la influencia europea habría podido contener la deriva autoritaria de Erdogan, mientras que ahora Europa está comerciando con sus propios valores”.

La cuestión kurda

Gürsel distingue en Turquía dos cuestiones kurdas: una interna y otra externa. La primera se refiere a la guerra en el sureste del país contra las milicias kurdas, que comporta atentados terroristas cada vez más frecuentes. La segunda se combate en cambio al norte de Siria contra los kurdos sirios. “La cuestión interna tiene su centro en el movimiento militar del PKK, en guerra con el régimen de Ankara y considerado una organización terrorista por la comunidad internacional”. Desde julio de 2015, los kurdos están representados en el Parlamento turco por el HDP, cuyo principal objetivo era ser reconocido como un partido a todos los efectos, entrando a formar parte plenamente de la vida política. Pero ahora el HDP está acusado por el gobierno de apoyar a los terroristas del PKK. La cuestión kurda externa, en cambio, según Gürsel, “afecta al partido kurdo sirio PYD y su brazo armado YPG que, al contrario que sus homólogos turcos, no tiene ningún interés en oponerse a Erdogan. Mientras Ankara no hace diferencia alguna entre los diversos grupos, considerándolos terroristas a todos, la comunidad internacional apoya a los kurdos sirios, en primera línea en la guerra contra el estado islámico”. Entre Turquía y la comunidad internacional hay por tanto una gran divergencia de intereses. La prioridad turca es impedir la formación de un Kurdistán autónomo con sus fronteras; la de la comunidad internacional es derrotar al estado islámico, contra quien los kurdos son una fuerza crucial. Según Kerim Balci, el gobierno del AKP y las milicias kurdas en Turquía “han perdido una oportunidad. Se han encontrado, por una vez, ante un enemigo común –el estado islámico– contra el que alinearse, pero no han sabido hacerlo”. La situación actual, filtrada por la censura de los medios, ve una auténtica guerrilla interna, con toques de queda y ataques a civiles en las regiones fronterizas de Siria, y atentados terroristas en las ciudades turcas.

La guerra en Siria y las relaciones externas

Si el objetivo de Erdogan es impedir la independencia kurda, entonces la tolerancia respecto al estado islámico es fácil de explicar. Gürsel afirma que “el régimen de Ankara es el primer responsable de la exportación del Isis a Turquía, a causa de la poca seguridad que hay en su frontera. Cerrando los ojos a los intereses del país, ha permitido la creación de una autopista para la yihad, haciendo que el estado islámico sea una auténtica amenaza interna. El gobierno debería detener a los yihadistas que usan nuestro territorio como base”. Numerosos periodistas turcos que no han temido condenar la indulgencia del AKP frente al Isis y que han denunciado la violencia del sureste del país han sido arrestados en los últimos meses.

A causa de la guerra en Siria, la política exterior turca ha sufrido un cambio importante. Para Balci, “actualmente la política exterior y la implicación turca en Siria están influidas directamente por Arabia Saudí y los países del Golfo. Las recientes fricciones con Rusia no han hecho más que acentuar la alianza con el Golfo, tanto política como económica. No sería una sorpresa que en los próximos meses Turquía reabriera sus relaciones con Egipto, pues seguiría la línea de la política saudí”. La decisión de intervenir militarmente sobre el territorio sirio, que aún no está clara, también ha sido fuertemente apoyada por los líderes sunitas saudís.

Turquía está cada vez más aislada. “Dada nuestra posición geopolítica, habríamos podido actuar como mediadores”, lamenta Balci, “pero el gobierno ha decidido posicionarse”. Ahora Turquía camina hacia una situación compleja y ambigua, presa de la deriva autoritaria de su gobierno y con la suerte de millones de inmigrantes en sus manos, y tal vez también la de Europa.

Oasis

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