El dilema del PSOE

España · Juan Carlos Hernández
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11 febrero 2016
Ante los resultados de las pasadas elecciones se vislumbra un escenario complejo para la formación de un gobierno estable. El PSOE está en el punto de mira ya que se ha convertido en el partido decisivo para una posible coalición, lo cual deja a Pedro Sánchez en una encrucijada histórica.

Ante los resultados de las pasadas elecciones se vislumbra un escenario complejo para la formación de un gobierno estable. El PSOE está en el punto de mira ya que se ha convertido en el partido decisivo para una posible coalición, lo cual deja a Pedro Sánchez en una encrucijada histórica.

¿Qué nos enseñan las lecciones de la historia? En el año 1934 el PSOE se debate entre la tendencia moderada encabezada por Julián Besteiro, que clamaba como voz en el desierto frente a la radicalización del partido y advertía del riesgo de una guerra civil, frente al sector bolchevique liderado por Largo Caballero (el “Lenin español”). El partido se decanta por este último y el levantamiento en Asturias promovido por socialistas en el año 34 y su actitud especialmente belicosa son algunos de los factores que explican la posterior Guerra Civil. Su alianza frente-populista con anarquistas, nacionalistas y comunistas (acabarían enfrentándose entre ellos) es un desastre para el país y para el propio partido que poco a poco pierde notoriedad.

En los años 70 el partido secunda, no sin sacrificio, la línea moderada denominada “de la ley a la ley”, liderada por el Rey y Adolfo Suárez, lo cual es decisivo para la buena marcha de la transición. Años después el PSOE gana unas elecciones por una mayoría aplastante y tiene un punto álgido cuando el presidente González firma el ingreso de España en la CEE, proceso iniciado años atrás por la UCD.

Vemos en estos dos ejemplos cómo el Partido Socialista ha sido fundamental para la estabilidad de España y cómo le ha ido mejor al propio partido cuando ha abandonado las utopías. El abrazo con las opciones radicales es un mal para el país y a la larga le lleva a que sea un partido sin trascendencia.

El PSOE está llamado a colaborar con el PP, bien sea en una coalición o por su abstención, en función de la generosidad a la que estén dispuestos los populares. Dada la situación actual del partido de Mariano Rajoy es perfectamente comprensible que no sea una opción del agrado de los socialistas pero los resultados de las elecciones ahí están. Evidentemente el PP debe ser generoso y ambos deben renunciar a parte de sus programas y llegar a acuerdos sobre cosas básicas. El momento actual es una ocasión para retomar el “espíritu de la transición” y reconocer al adversario político como un bien. Si ambos partidos muestran altura de miras podrían recuperar buena parte de la credibilidad que han perdido en los últimos años.

Los votantes no son tontos y el PSOE debe explicar que ante los resultados obtenidos el mal menor desde su perspectiva es intentar enderezar al PP con un pacto. Si en ese pacto también está Ciudadanos, pues mejor, dadas las circunstancias por las que atraviesa el país. Ellos tienen que explicar que no se puede liderar un gobierno con 90 escaños sin ser presa fácil de los intereses de otros partidos, que lo peor que le puede pasar a nuestro país es formar gobierno con Podemos y su visión utópica, estatalista y su espejo bolivariano. Sin embargo, la tentación de muchos de sus dirigentes, no solamente Pedro Sánchez, por obtener el poder parece ser más grande que su raciocinio. Si finamente optan por una opción frente-populista acabarán como el partido de Artur Mas. Si se decantan por el PP también les pasará factura, sobre todo a corto plazo, pero será más fácil poder reconstruir el partido desde una opción de centro-izquierda que es como se ganan las elecciones, desde el centro-izquierda o desde el centro-derecha. Al PSOE le queda una larga travesía por el desierto en busca de su propia identidad y es que llevan mucho tiempo perdido ante los cantos de sirena podemitas. Se echa una falta una figura como Julián Besteiro.

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