Delante de Aquel Niño
“Normalmente nosotros buscamos consistencia e identidad en lo que hacemos o en lo que tenemos, que es lo mismo. Por ello nuestra vida carece de ese sentimiento y de esa experiencia de certeza plena que la palabra paz indica (…). Como mucho, nos complacemos en lo que hacemos o logramos; en cualquier caso en nosotros mismos (…). La certeza reposa en algo que ha sucedido, que nos ha tocado y nos ha cautivado. La certeza coincide con Alguien que nos ha salido al encuentro. Nuestra identidad, la consistencia de nuestra persona y la certeza de que el tiempo corre a nuestro favor, coincide –literalmente coincide– con algo que nos ha ocurrido.
Debemos detenernos para identificarnos con la realidad de la Virgen María, de los pastores, de los Magos: fueron “cautivados”. (…) Tenemos que identificarnos con la postura de estas personas. Aunque el anuncio de los pastores enlazara con la espera que tenían, alimentada mediante la simple lectura de los profetas; aunque la Virgen lo meditara continuamente en su corazón; aunque los Magos aguardaran una profecía, lo que ocurrió superaba del todo su espera consciente. (…) Delante de aquel Niño se daban cuenta de que aquel Niño eran ellos mismos, era su propia identidad, su certeza, su plenitud”.
(Luigi Giussani, “El misterio de la ternura de Dios”)