Para frenar el yihadismo hay que hablar con Assad
Hay que negociar con el presidente sirio Bashar Al Assad, porque cuando están en juego millones de vidas humanas hay que hablar hasta con el diablo. No olvidemos que Churchill le pidió a Roosevelt reunirse con Stalin, cuando este era considerado el tirano de la época. Churchill comprendió que el mayor peligro no era Stalin, sino Hitler. Y al final fue la Armada roja la que ganó la batalla de Stalingrado. Lo mismo vale para hoy: hay una amenaza que supera todas las demás, el Estado islámico. Sabemos que Assad casi tan responsable como los yihadistas de las atrocidades cometidas en el conflicto sirio. Pero con él, a diferencia del califa, es posible establecer una alianza, aunque sea momentánea. Luego ya se verá. Igual que con Sajarov y los disidentes soviéticos de los años 70 y 80, también en Siria, una vez vencidas las legiones del extremismo islámico, se podrá apoyar a una oposición real frente al régimen de Damasco. Pero cada cosa a su tiempo.
Respecto a Obama, que dice que no quiere negociar con el tirano Assad, casi dan ganas de reír. Adoro América, pero son incontables los dictadores que han contado con el apoyo de Washington en las últimas décadas, empezando por el cubano Fulgencio Batista, que torturaba a los disidentes en las cárceles de La Habana y que fue derrocado por Fidel. Ahora estamos ante una emergencia: la trampa mortal del yihadisco, que debemos evitar que difunda por el mundo islámico sus métodos e ideas, como acaba de suceder en Dacca con el asesinato del cooperante italiano Cesare Tavella. Si es necesario, también aceptando pactar con Assad. Es cierto, muchas de las 250.000 víctimas de la guerra en Siria las ha provocado él. Pero volviendo a la comparación con Stalin, Solzhenitsyn narró cómo en los gulag murieron decenas de millones de personas.
Por tanto, una vez eliminado el Isis, habrá que encontrar una oposición real en Siria. Una oposición diferente a la que recientemente ha obtenido 500 millones de dólares de la administración estadounidense para comprar armas, de las cuales ha donado la mitad a las brigadas de Al Qaeda. En Siria nos hemos equivocado en todo. Pero sería criminal y suicida no repararlo cuanto antes. Por una vez tiene razón Vladimir Putin cuando sostiene que ha llegado la hora de cerrar filas contra el mal que nos amenaza a todos. Ya no podemos perder más tiempo, porque el Isis, además de crucificar a la gente, hace que huyan de aquellas regiones miles de refugiados. Pero hay que decir que los refugiados iraquíes empezaron a llamar a las puertas de Europa mucho antes de que naciera el califato. Todo empezó cuando George W. Bush, en nombre de una moral universal de la que se sentía portavoz, inventó una mentira colosal para movilizar a su ejército y derrocar a Saddam Hussein, desestabilizando una parte del mundo que siempre se ha visto desgarrada por la guerra entre sunitas y chiítas.
¿Cuál es la estrategia del Estado islámico? Perseguir a los cristianos con la esperanza de que tengan una reacción violenta. Si estos contraatacaran con fuerza cada vez que acaban en el punto de mira de los yihadistas, si el Papa Francisco lanzara una cruzada contra ellos, las brigadas del califa terminarían ganándose la solidaridad de todo el mundo islámico. ¿Pero qué hace la mayoría de los musulmanes, que son más de mil millones? Debemos preguntárnoslo, pues precisamente de su actitud depende nuestro devenir. Podemos considerarlos a todos como enemigos nuestros, o movilizarlos a nuestro lado valorando todo lo que es universal en su religión y hablando su lengua, la lengua del Corán. Harían falta, por ejemplo, muchas radios y portales musulmanes que hablaran a los musulmanes, es así de fácil demostrar que Alá no está de parte de los asesinos sino de quien predica la reconciliación, y que quien mata en nombre de Dios comete una blasfemia.
Estoy seguro de que muchos musulmanes de Europa son solidarios con los cristianos perseguidos de Oriente Medio. Pero hace falta más que eso. Los imanes y rectores de todas las mezquitas deberían lanzar una fatwa contra los que manchan la imagen del islam, y los millones de musulmanes que viven en Europa deberían salir a la calle para decir “no”.