Tsipras ´limpia´ Syriza pero Nueva Democracia resucita
De nuevo en las barricadas. Alexis Tsipras y su nueva ¬Syriza se prepara para la “guerra” del 20 de septiembre. Durante los dos días que duró su Conferencia nacional, el presidente se ha lanzado hacia sus ´compañeros´ recurriendo sobre todo a desafiantes eslóganes de batalla aunque un tanto fuera de lugar. “No depondremos las armas, seguiremos luchando. Estamos aquí para seguir adelante, ¡solo hacia adelante!”. ¿Qué armas? ¿Las que usó en la “guerra” contra la Troika que acabó tan lamentablemente? ¿O las que empuñó la Troika el 13 de julio, el día de la firma de la rendición? Según su antiguo gladiador, Yanis Varufakis, Tsipras justificó su rendición, siempre en términos de “guerra y paz”, apoyándose en el hecho de que “es mejor que un gobierno progresista establezca las condiciones de rendición que reprueba antes que dejar que lo hagan los esbirros de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional), que aprobarían las mismas condiciones de rendición con entusiasmo”.
En la batalla electoral, añadió, se decidirá si el pueblo tiene derecho a combatir y esperar. ¿Y si el pueblo estuviera cansado de combatir y esperar? Tsipras lo ha llevado a las barricadas dos veces en el arco de siete meses, antes de las elecciones de enero y en el referéndum de julio. Obtuvo el 63% de ´noes´ a la austeridad y a los dictados de Bruselas-Berlín, y una semana después esos “noes” se convirtieron en “síes”. Sobre la consulta referendaria, Tsipras ha esgrimido un razonamiento muy sintético, poco político pero eficaz, como la demagogia electoral. En la práctica, para él el resultado del referéndum fue un ´gamoto´, literalmente una “patada en el culo”. “Nos honra y enorgullece haber ofrecido al pueblo heleno la posibilidad de decir `gamoto` a todo lo que ha pasado en los últimos 62 años”. Es decir, mandar a paseo a los partidos adversarios, a la UE, a la injerencia extranjera, a la pérdida de soberanía, podría revelarse como una óptima estrategia electoral para recuperar votos.
En su discurso, Tsipras también ha subrayado que su Syriza representa lo “nuevo” en contraposición con lo “viejo”, es decir, con los demás partidos. Sobre el hecho de que el nuevo ¬Syriza sea lo “nuevo” que avanza hay muchas dudas. Empezando por que nunca ha sido un partido sino un caleidoscopio de ideologías del que forman parte viejos ´trombones´ procedentes del Pasok (digamos el ala nacional-popular), estalinistas irreductibles del Partido Comunista, sindicalistas vinculados a los mecenas del gobierno, anarquistas, maoístas, troskistas, etcétera, que se han unido para llegar al umbral mínimo necesario (3%) para entrar en el Parlamento. Obviamente, los demás partidos históricos, socialistas y conservadores, no son “nuevos”, pero todos pertenecen a la cultura política que se manifestó después del retorno a la democracia en 1974.
Además, que Tsipras se sienta “nuevo” suena ligeramente desafinado. Los siete meses de su gobierno de izquierdas no han generado ninguna reforma seria social ni económica. Las leyes votadas se cuentan con los dedos de una mano: tres. Todo el tiempo lo han usado para “combatir” a la Troika, y han hecho oposición a sí mismos, imponiendo la lucha contra la UE mientras pedían ayuda para que el país no se hundiera. Y queda el mito de Jano, el dios de las puertas, de los principios y finales. A favor del Memorandum: ´Hemos salvado el país al firman el acuerdo de financiación” (si no hubiera firmado, Tsipras dixit, habría estallado una guerra civil), y contra el Memorandum: ´Este programa no nos pertenece, encontraremos modificaciones”. Con algún tono realista: “Hemos sido derrotados por fuerzas superiores”, pero también demagógico: “Todavía no hemos vivido nuestros mejores días”.
Ahora tiene una segunda oportunidad. Pero la pregunta es: ¿quién es Tsipras? Por lo que afirma, podríamos deducir que ha elegido ser el dios Jano, al menos hasta el resultado electoral. ¿Y después? Después tendrá que vérselas con los “viejos” partidos. ¿Y cuántos de sus “compañeros”–los que queden– estarán de acuerdo en apoyar un gobierno de unidad nacional a largo plazo? ¿O habrá otra escisión? En Grecia, inclinarse a la izquierda siempre ha sido un ejercicio orientado al suicidio que muestra cómo su falta de realismo recicla y da nueva vida a partidos ya condenados por la sociedad. Hace siete meses todos daban por desahuciada a Nueva Democracia; hoy, según los sondeos, los conservadores pisan los talones a la nueva izquierda. Tsipras sin embargo plantea sus deseos y promete “días mejores”. ¿Y la “esperanza” de enero? Bueno, aquella se desvaneció.