¿Noche de los Indignados o de los Esperanzados?
Es evidente que la noche electoral del Domingo de Pentecostés ha traído un espíritu que ha multiplicado los carismas políticos y alterado el mapa partidario. No sé hasta qué punto expresa un cambio en la cultura política de los españoles. Ha sido una jornada electoral de extrañezas. El PP resistió sólo en la Comunidad de Madrid liderado por una candidata republicana, agnóstica, a favor del aborto y del matrimonio gay. El PSOE logró ganar sus dos nuevas autonomías en La Mancha y Extremadura gracias a dos sólidos católicos como Emiliano García Paje y Guillermo Fernández Varas. Complejas plataformas de izquierda han ganado elecciones sin apenas presupuesto económico… Cosas extrañas. ¿Expresan algo?
Estas elecciones municipales y autonómicas culminaron la Noche de los Indignados: por votación a una alternativa o absteniéndose, una mayoría ha querido empujar o permitir el cambio. No sólo nuevos partidos sino, en general, líderes renovados en cada partido.
¿Qué es lo que reclama la gente? Lo que se pide no es nuevo pero sí el nivel de hartazgo que lo amplifica. Se demanda, por un lado, crecimiento y un modelo económico moderno, sin burbujas y que redistribuya equitativamente los costes de la crisis. Por otra parte, un cambio en la cultura partidaria. ¿Y qué cambio? Subrayaría dos: la gente necesita liderazgos transformativos –que realmente vayan a cambiar cosas de un modo cualitativo– y quiere personas auténticas y cualificadas. Eso exige gente formada, profunda, cordial y, por tanto, libre y capaz de ser leal y corresponsable a la vez con su partido.
Ciudadanos, Podemos y las plataformas de izquierda exhiben eso: prometen ser una palanca que realmente obligue a cambiar cosas y en general gozan de credibilidad ante sus distintos electorados. Si son gente suficientemente formada, profunda y cordial lo tendrán que demostrar ahora. Ya se dijo en Antígona que a nadie se le conoce bien hasta que tiene poder. Los partidos tradicionales tendrán que buscar nuevos líderes capaces de ser auténticos y capaces de liderar cambios reales (aunque crear empleo sea quizás uno de los cambios más reales posibles). No basta el argumento PP-PSOE-CiU de que ellos tienen cuadros expertos que saben lo que hacen. No cree que sean tan expertos ni tan cualificados. La gente pide líderes más morales y cualificados capaces de ser suficientemente renovadores, capaces de ser disruptivos. En resumen, hay una potente demanda de políticos que lideren cambios integrales y significativos.
Además, hay varias consecuencias importantes. La primera es un giro de la ideología mayoritaria española, hacia más allá de la izquierda socialdemócrata. No creo que sea una apuesta por el radicalismo socialista. Los nuevos programas de izquierda buscan más bien garantizar el mínimo bienestar de la población vulnerable, devolver las instituciones al control ciudadano, medidas regeneracionistas de carácter antielitista, medidas de democracia más participativa y avances a un modelo económico más sostenible. En realidad son medidas más social-liberales y muy lejos del antiguo comunismo. Creo que Podemos y sus marcas blancas han llegado para quedarse, no son un fenómeno pasajero. Han pasado el umbral que les hacía ser efímeros: han fragmentado el espacio del PSOE en distintos lugares y será muy difícil que el PSOE pueda revertir esos procesos. Además el PSOE tiene que pactar con esos partidos y plataformas, lo cual conduce a que no podrá disputar con ellos por la recuperación de votos sino reconocer y aceptar. La casi extinción de Izquierda Unida expresa mejor que ningún otro fenómeno el final de los partidos-Estado. Antes el mundo tenía ciudades-Estado y desde el siglo XIX comenzamos a tener partidos-Estado capaces de tener todo o parte mayoritaria del poder del Estado.
El PSOE tiene difícil el futuro. Competir con Podemos le llevaría a girar más a la izquierda, pero eso le haría perder el Centro político, donde Ciudadanos ha abierto su caladero. Por eso su lucha probablemente se va a focalizar más en la derrota del PP que en el contenido programático. A mi juicio, sería un error hacerlo porque este país necesita más un relato que un anti-relato.
La segunda consecuencia afecta al PP. En primer lugar, distintos líderes del PP han reconocido en las primeras horas lo que hasta su descalabro electoral no supieron hacer: la ciudadanía ha castigado la profundidad de corrupción sistémica en el partido y algunos de sus gobiernos. Y si eso es así inmediatamente se comenzará a buscar responsabilidades internas. Pero el PP también sabe que su disciplina interna es uno de sus mejores ingredientes para resistir como partido mayoritario. Contra lo que opinan algunos, el PP no es de ningún modo una UCD y el PP de Rajoy todavía menos. El modo de liderazgo de Rajoy impide la ucedeización. Más allá de los delincuentes, los millones de votantes y afiliados piden responsabilidades también a quienes los eligieron y defendieron. En opinión de varios líderes del PP, eso es lo que los exvotantes han querido permitir con su abstención o impulsar con su trasvase a Ciudadanos e incluso Podemos. Posiblemente se busque que esta derrota sea el final de la operación de limpieza. Esta derrota ofrece al PP una ocasión única para poner nuevas caras irreprochables en todos sus carteles. Lo que es una derrota debe ser convertido en una inflexión.
El PP tiene delante un enorme vacío. Sus líderes sostenidos por mayorías absolutas difícilmente pueden continuar como cabezas de la oposición. La ola de renuncias no ha hecho sino comenzar. El PP se encuentra ante un cambio masivo de líderes al frente de sus localidades. Es un cambio disruptivo que permite a las actuales elites del partido elegir y nutrir a quienes van a conducir el partido los próximos treinta años. No tienen por qué ser una nueva generación pero ciertamente en el PP hay una nueva generación dispuesta, con ganas de saltar a la arena política y con una notable cualificación. El cambio de líderes locales no tendrá un coste negativo en las elecciones generales porque es la marca quien cuenta. El momento es óptimo para dicho cambio. Sólo ellos pueden inyectar una nueva energía optimista que el PP necesita para romper la tendencia adversa.
Hasta estas elecciones, los votantes y miembros del PP y PSOE creían que sus partidos podían bajar en voto pero tenían un sólido suelo. En ambos casos, se han roto los suelos. Los partidos alternativos eran voto de castigo y ahora se están transformando en voto de gobierno. Las plataformas Podemos han atraído no sólo voto de castigo sino voto útil. En el caso de Ciudadanos, luchan por alcanzar el umbral que les lleve de ser un partido higienista (para limpiar los partidos y el sistema) a ser un partido de gobierno (juega al todo o nada: no se coaligará donde no sean el partido más votado).
El espacio del PP sufre menos dificultades que el PSOE. Su lucha electoral le enfrenta a Ciudadanos. La estrategia del PP durante el último año ha buscado hacer aparecer a Podemos como una amenaza. Es decir, acentuar el bipartidismo donde el PP es un lado y todo el resto es el otro. Pero la emergencia de Ciudadanos ha roto la táctica. Rajoy estaba cómodo con UPyD porque tenía muy calada la psicología de su líder. Los próximos meses el PP se ve forzado a perjudicar a Ciudadanos como principal adversario. Ciudadanos busca el millón y medio de antiguos votantes del PP que se han abstenido. Su oferta es potente: no es ser el nuevo PP sino que los exvotantes del PP les ayuden a comerle el terreno al PSOE. ¿Por qué Ciudadanos dice que se siente próximo al PSOE? Porque quiere votos del PSOE. ¿No es eso contradictorio con su intención de absorber voto centrista-liberal del PP? Su idea es: Ciudadanos ofrece al votante centrista o liberal-conservador forzar cambios en el PP y además dañar al PSOE. Todo integrado en un único voto. El PSOE estaría en una peligrosa pinza entre Ciudadanos y Podemos. A la derecha del PP no hay ni habrá nada. El PP ha pegado también un cambio ideológico que le hace estar más en el centro demoscópico del país y, salvo algunos excesos en Badalona, no hay señales de giro a la derecha.
¿Qué pueden hacer PP y PSOE? ¿Pueden convertirse en partidos de tan sólo 5 millones de votantes? El PP no sale de la dinámica de ciclos de alternancia. El PSOE lo tiene más complicado.
¿Qué pueden hacer? A mi modo de ver, PP y PSOE deben acelerar su regeneración interna, su modelo organizacional y su sofisticación ideológica. PP y PSOE deben cambiar el modo como se relacionan con la sociedad civil: ser más humildes y construir más sus programas en colaboración con la sociedad civil y empresarial. Tienen que reformar sus partidos y convertirse en instituciones informacionales, innovadoras, colaborativas, sinérgicas, globales, reflexivas y móviles. Sencillamente deben asumir una revolución en la cultura organizacional similar a la que han experimentado las instituciones más dinámicas y eficaces del planeta.
El PP tiene margen para mejorar su ideología. No puede confiarlo todo a la competencia económica porque se ha demostrado que el crecimiento económico no es suficiente para disminuir la pobreza ni la desigualdad. Debe tener una propuesta mucho más propia y potente de política social y lucha contra la pobreza. No basta con la doctrina de que la mejor política contra la pobreza es la política de empleo. Es crucial pero no suficiente. Siempre me ha llamado la atención por qué el PP no ha desarrollado una doctrina explícita de lucha contra la pobreza que combine la propuesta liberal y conservadora. Es una tarea por realizar. Posiblemente éste sea además uno de los terrenos en los que contrarrestar el avance de Ciudadanos, al que se hace aparecer como excesivamente liberal y poco compasivo ni garantista.
El PSOE tiene un problema frente al carisma de Podemos: no es movimiento social sino que es un partido-Estado. El PSOE sólo va a lograr recuperar terreno si establece un diálogo mucho más humilde, profundo y colaborativo con la sociedad civil sin querer apoderarse de ella. Tendrá que ser mucho más movimiento social y pretender unir transversalmente a la sociedad civil social-liberal y de izquierda-transformativa. Sólo puede disputar a Podemos el terreno en la pretensión de ser transversales. Eso no significa que el PSOE deba desarmarse ideológicamente ni radicalizarse sino que debería ponerse como objetivo la capacidad para unir al país y no para girarlo a la izquierda. El PSOE tiene futuro si pone más énfasis en su última sigla: lo que José Blanco llamaba “el proyecto que más se parece a España”.
Unos y otros se encuentran en un nuevo contexto. Podemos habla de nueva Transición. También Aznar enarboló la idea de la Segunda Transición y Zapatero también. Ciudadanos pide jubilar a la generación de la Transición. Lo único cierto es que para navegar en la actual marejada pluripartidista van a necesitarse más que nunca en los últimos 30 años los valores de la Transición: el arte del acuerdo, el consenso, el bien común y, ojalá, la concordia.
El cambio electoral de la Noche de Pentecostés ha expresado el voto y abstención de los ciudadanos indignados. Ha habido platos rotos, separaciones de los partidos –no sé hasta qué punto divorcios– y nuevos hogares en los que la gente deposita esperanzas. El tiempo que viene nos dirá si fue sólo la noche de los indignados o también la de los esperanzados.