Suite Francesa
El realizador londinense Saul Dibb, que ya mostró sus dotes para la dirección de películas de época con La duquesa (2008), nos presenta ahora una historia ambientada en la Francia ocupada de 1940. El guión de Matt Charman y del propio director se basa en la novela homónima de Irène Némirovsky, una novelista de origen ucraniano afincada en Francia, que murió en 1942 en Auschwitz por su origen judío, a pesar de haberse convertido al catolicismo años antes. Su obra Suite francesa fue mantenida oculta por sus hijos durante la guerra y no se publicó hasta 2004.
El argumento se centra en Lucile Angellier (Michelle Williams), una joven francesa que vive en un pueblo del centro de Francia. Su marido está en la guerra y vive con su asfixiante y endurecida suegra (Kristin Scott Thomas). Sus vidas cambian cuando un regimiento de soldados alemanes se establece en esa localidad, y el teniente Bruno sitúa su residencia en la villa de los Angellier.
La película es un retrato de las contradicciones morales que se vivieron en la Francia de Vichy. Lo mejor y lo peor de cada individuo se ponía en juego en la convivencia con el enemigo: la traición, el colaboracionismo, las envidias, los ajustes de cuentas, la lujuria se entrelazan con el heroísmo, la compasión, la integridad, el honor y la justicia. Todo en ebullición en un pequeño pueblo donde los habitantes se conocen –o creen conocerse– unos a otros. Suite francesa refleja el arco de transformación de una joven frágil y comedida a quien la guerra convierte en una mujer audaz, dura y con carácter. También es interesante el personaje de Bruno, un oficial alemán que, bajo su apariencia de frío nazi, esconde a un cobarde al que asquean las órdenes que no se atreve a desobedecer. Un interesante mosaico humano, bien templado por una solvente puesta en escena y unas impecables interpretaciones.