CURSO `ORIENTE CRISTIANO Y MUNDO ÁRABE`

Oriente Cristiano y Mundo Árabe: punto de encuentro

España · PaginasDigital
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22 abril 2015
Los días 15 a 17 de abril el seminario organizado por la Universidad Pontificia San Dámaso, en colaboración con Casa Árabe, con el objeto de sumergirse en el pasado, presente y el futuro de las comunidades cristianas de Oriente Medio ha supuesto un Acontecimiento. Algo ha sucedido: uno sale  más sorprendido, conoce y aprende dos cosas: que lo árabe no puede reducirse a lo islámico y que nuestro afecto por ellos necesita purificarse. Frente a la pregunta: ¿es posible que Islam y Cristianismo puedan coexistir?, ha surgido una respuesta: el testimonio de la mayoría de los ponentes: egipcios, iraquíes, palestinos,  sirios o libaneses..cristianos -mayoritariamente, pero también musulmanes-, nos dicen que sí. Y nos lanzan este reto para los europeos

Los días 15 a 17 de abril el seminario organizado por la Universidad Pontificia San Dámaso, en colaboración con Casa Árabe, con el objeto de sumergirse en el pasado, presente y el futuro de las comunidades cristianas de Oriente Medio ha supuesto un Acontecimiento. Algo ha sucedido: uno sale  más sorprendido, conoce y aprende dos cosas: que lo árabe no puede reducirse a lo islámico y que nuestro afecto por ellos necesita purificarse. Frente a la pregunta: ¿es posible que Islam y Cristianismo puedan coexistir?, ha surgido una respuesta: el testimonio de la mayoría de los ponentes: egipcios, iraquíes, palestinos,  sirios o libaneses..cristianos -mayoritariamente, pero también musulmanes-, nos dicen que sí. Y nos lanzan este reto para los europeos

Por si hay alguien que lo dudaba, el cristianismo es capaz de generar espacios de encuentro y diálogo como el que organizó la Universidad eclesiástica de San Dámaso. Cierto es que los ponentes eran, en su mayoría, cristianos, pero también había una politóloga egipcia musulmana del Cairo, o el Director General de Mediterráneo y Mundo Árabe del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación. Justamente, para hablar del factor cristiano como elemento puramente autóctono y no extraño en el mundo árabe. Ya fuese en Siria, Iraq o Palestina, desde antiguo, el cristianismo se ha revelado como un elemento religioso y cultural potente con vocación universal –hacerse Presencia en medio de los hombres, allí donde estuvieren- fruto de la misión apostólica llevada a cabo por Tomás, Marcos -los primeros que vieron a Jesús de Nazaret- y continuada durante siglos.

En ninguno de los aspectos: cultural, social, político, étnico…ha sido extraña la fe cristiana. Así nos lo ha hecho ver el recorrido del cristianismo siríaco en las primeras comunidades cristianas de Oriente Medio o del cristianismo copto o de la literatura árabe cristiana y su diálogo con el Islam a través de la ciencia del discurso (utilizando el método aristotélico) para enriquecer su identidad recogiendo aquellos aspectos de verdad contenidos en el Corán. El catedrático Monferrer Sala nos ha puesto delante de los ojos que no puede identificarse lo árabe con lo islámico, que existen signos escritos que atestiguan la presencia cristiana desde antes de la llegada del Islam, sin olvidar cómo se ha mantenido conservada la lengua de los faraones a través de las comunidades cristianas coptas. Y, en la actualidad,  sin dejar de ser iraquíes, egipcios, palestinos, libaneses o sirios…afrontan la mayor persecución que ha existido en la Historia por parte de quienes se han apropiado del Islam, yendo contra el pluralismo religioso-cultural que, como dijo la profesora Hala Mustapha, ha sido siempre característica del mundo árabe.

A lo largo de la historia, los cristianos árabes han contribuido a la construcción de la sociedad –seguramente, más que nosotros, cristianos europeos, que nos hemos vuelto reaccionarios- en diálogo con los musulmanes (de la que no siempre ha existido reciprocidad): la Nahda en el Líbano es un indicativo potente de una presencia que construye en todos los ámbitos. Cierto es que coptos, maronitas, melquitas, siro-ortodoxos, greco-ortodoxos, armenios, católicos latinos, protestantes.., al igual que en Europa, sufren el escándalo de la división. Y, en este sentido, son cuatro los retos que Michel Younes, maronita, nos lanzó: la interculturación, el ecumenismo, el diálogo interreligioso y la catolicidad. Retos todos que obligan a las comunidades cristianas de Oriente Medio a abandonar las “identidades asesinas”  que se limitan a repetir el pasado, quizá por las relaciones difíciles con un Islam que también ha de abandonar ciertas fórmulas (la dhimmía o estatuto de protegidos es un ejemplo que expuso muy bien el profesor Herman Teule) para aprender a reconocer que la identidad árabe no es sólo islámica, es también cristiana.

Los cristianos árabes son una realidad desconocida para nosotros: lo han sido siempre. Primero, porque les vemos como una bandera política para nuestra pretensión de cristianismo hegemónico, cuando tenemos mucho que aprender de ellos. Es llamativo que el maronita Younes haya puesto el hincapié en la necesidad de evitar el repliegue identitario –tentación que, si a las comunidades cristianas árabes, les ronda, a nosotros ya nos ha conquistado- y de trabajar el ecumenismo del “tú a tú”, de la convivencia y el diálogo interreligioso con el Islam….

Han sido desconocidos también para los musulmanes, que se enfrentan a un gran reto cultural-político: la redefinición del concepto de arabidad y la necesidad de convivir, porque les necesitan. Cristianos y musulmanes se necesitan mutuamente, y así lo ha demostrado la Historia.

Se ha dicho mucho. Sobretodo, se ha narrado mucho. Son tantas cosas las que se han visto que a uno le hacen darse cuenta de que, para amar con intensidad a nuestros hermanos árabes –cristianos y musulmanes- sobran los actos y congresos de reafirmación “ todos somos nazarenos” (con el único propósito de que ciertas organizaciones que se etiquetan de ´activismo católico´ obtengan cierto poder mediático) y falta abrazar al otro y respetar su diferencia:esto daría para otro artículo. A pesar de estas tragedias a las que asistimos, conviene grabarse a fuego que el cristianismo no desaparecerá de Oriente Medio, porque “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”, y este Hecho nadie ha conseguido refutarlo, ni siquiera las masacres programadas por el ISIS o el Daesh, en nombre de un Islam cuyo rostro real necesitamos conocer. Y, en eso, el cristianismo árabe está llamado a ser punto de encuentro

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