Girlhood
Llega a nuestras pantallas una interesante película francesa de Céline Sciamma, en la que la cineasta vuelve al mismo tema de su anterior cinta, Tomboy, a saber, hasta dónde es capaz de llegar un adolescente para sentirse aceptado por un grupo. En este caso, nuestra protagonista es Marienne (Karidja Touré), una franco-africana de las afueras de París cuya madre está siempre ausente por trabajo, y cuyo hermano mayor la somete a un control férreo y violento. Marienne se siente sola, es tímida y desea integrarse en un grupo de compañeras que forman una pequeña banda. Traspasará los límites que haga falta para conseguir pertenecer a la misma.
Girlhood recuerda mucho a Thirteen, de Catherine Hardwicke, en el sentido de que hace un diagnóstico crudo de la situación de desconcierto de tantos jóvenes que carecen de referencias adultas para caminar, referencias que no encuentran ni en su propia familia. Al final tanto Marienne como sus amigas lo único que buscan son unas relaciones de afecto donde sentirse mínimamente acogidas y aceptadas.
El largometraje está rodado con la elegancia que caracteriza a Sciamma, incluso en las escenas más desagradables, y es capaz de reflejar en sus encuadres la soledad y el dolor de una mujer cuyo criterio moral es conseguir sentirse querida a toda costa. Aunque pueda sonar paradójico, Girlhood es un hermoso retrato de la devastación humana de nuestros días.