LIBERTAD RELIGIOSA (II): Reto para los poderes públicos.-
La resolución aprobada por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa de la que he hablado en otra ocasión fue el resultado de un largo camino en el que ha pesado mucho la labor de investigación del moldavo Valeriu Ghiletchi (representante de la Federación Baptista Europea), quien ha puesto sobre el tapete los mimbres que forman este cesto, que aún no se ha hecho parte concreta de nuestro daily life, al menos como mentalidad. Respetar y ser respetado en la diversidad es un reto al que los cristianos no podemos sustraernos.
Es un hecho que la libertad ideológica, religiosa y de conciencia está consagrado como derecho universal no sólo en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, sino también en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y en muchos instrumentos legales y programáticos de las instituciones multilaterales. La propia Unión Europea lo tuvo recogido, aunque de una forma muy parcial, en su proyecto de Constitución para Europa que no llegó a cuajar.
Resulta enormemente positivo que sea el informe Ghiletchi quien se haga eco de las palabras que Benedicto XVI pronunció en 2012 a los miembros del Cuerpo Diplomático, llamando la atención sobre la discriminación y, en muchas ocasiones, persecución a la que se venía sometiendo a los cristianos. En este sentido, pone sobre el tapete el concepto de reasonable accommodation que, desde hace años, ha venido empleando Gran Bretaña para afrontar las consecuencias problemáticas de un multiculturalismo descafeinado, que ha llevado a la falta de integración en la sociedad británica de muchos inmigrantes de países musulmanes.
Tal y como señala el informe Ghiletchi, la libertad religiosa tiene una componente poliédrica, con diversas implicaciones. Así, partiendo de la concepción que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha hecho de la libertad religiosa como uno de los cimientos de toda sociedad democrática y pluralista, se distinguen cuatro componentes: la libertad de conciencia; la libertad de expresión la libertad o derecho de reunión y la libertad de elección en la educación de los hijos.
En realidad, el problema que se presenta es cómo poner encima de la mesa el hecho de que los poderes públicos han de cambiar su forma de ver el hecho religioso y sus implicaciones en la sociedad: no resulta razonable adoptar actitudes de sospecha y a ello llama la Carta Global de la Conciencia aprobada en Junio de 2012, por cuanto invoca la necesidad de construir un espacio civil que respete la diversidad ideológica y religiosa y deje de limitar la expresión pública de las confesiones religiosas. Quizá el concepto de reasonable accommodation, que –a juicio de Ghiletchi- da un enfoque desde el sentido común a muchos de los retos a los que tanto los cristianos como miembros de otras confesiones han de enfrentarse en sus lugares de trabajo.
Esta gestión de la diversidad cada vez cobra más fuerza frente al choque de civilizaciones que, en su día, Samuel Huntington propugnaba. El desafío que el Estado Islámico, tanto en Siria como en Iraq, y la realidad social del pluralismo religioso en Europa son señales que nos urgen a abandonar visiones mezquinas que, en países como Francia, ya empiezan a ser cuestionadas desde abajo. Este desafío urge a los poderes públicos a tomar posición decidida en favor de una laicidad positiva. Los partidos de izquierda y gran parte de la derecha en España deberían entender que la libertad religiosa es un factor de desarrollo. Por eso, por un lado, promover cualquier intento de monopolio ideológico por parte de los poderes públicos y, por otro, mirar hacia otro lado ante el drama de los cristianos en el Magreb y en Oriente Medio no soluciona el problema son formas de no querer afrontar un desafío que ya está dentro de Europa: hora sería ya de echar imaginación y defender la libertad de todos.