Cristiano, síntoma de la frustración

Cultura · Cristian Serrano
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27 enero 2015
Las instintivas acciones de Cristiano en Córdoba, más allá de la relación que puedan tener con su corazón turbado, son el desencadenante de los días más difíciles de una plantilla campeona del mundo, ahora espesa y decaída. Además, el siete blanco, ganador del balón de oro, sufre por no mostrar las aptitudes que le han llevado a merecer dicho premio, a la par que Messi se recompone y esto sirve para rehacer a todo el Barça.

Las instintivas acciones de Cristiano en Córdoba, más allá de la relación que puedan tener con su corazón turbado, son el desencadenante de los días más difíciles de una plantilla campeona del mundo, ahora espesa y decaída. Además, el siete blanco, ganador del balón de oro, sufre por no mostrar las aptitudes que le han llevado a merecer dicho premio, a la par que Messi se recompone y esto sirve para rehacer a todo el Barça.

Cristiano, que ya advirtió tras la eliminación de la copa frente al Atlético no estar en su esplendor, notificó dichas sensaciones en un arrebato infantil que le llevó a la expulsión y una posterior disculpa en la que mostró su aflicción por su perversa actitud. El Madrid, que ha entendido más sin Modric el enorme valor que tiene la presencia del croata en la zona de creación, se ha dedicado a sobrevivir desde que éste se lesionó. Ronaldo no hizo sino dejar su espíritu en manos de su estado exhausto, luctuoso, producido por el malestar propio y colectivo.

Si bien dicha circunstancia nos ha llevado a presenciar la maduración definitiva de Isco, el jugador más en forma y desequilibrante con el que cuenta actualmente Ancelotti y que, por molestias, se perdió el partido de Córdoba. El malagueño y Benzema, ausente en la decadencia blanca, ya que parece inmune a la crisis de juego del equipo, pues se ha dedicado a gustarse y mostrar carácter de una forma silenciosa pero práctica. El grito del francés se traduce en crear fútbol.

Mientras, el equipo deambula después de subir al podio, en fechas quizás demasiado prematuras. A los blancos les falta velocidad en las transiciones, frescura en la zona de extremos y escasa capacidad de sorprender, haciendo a los blancos previsibles. Y mirando al banquillo, poco en lo que confiar. Ni Jesé, todavía lento y torpón, ni Chicharito, con poca confianza al parecer, se antojan hasta la fecha como hipotéticos revulsivos para pertrechar el área rival cuando los partidos están en el ocaso.

Preocupante situación pese al liderato, además del componente psicológico que tiene ver al eterno rival creciendo y, sobre todo, convirtiendo en paz lo que antes estuvo cuarteado. Vaivén de sensaciones en los que lucen solapa de campeón del mundo, que parecen denotar un espíritu y piernas escasas de oxígeno.

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