Chavismo sin elecciones
Nicolás Maduro nunca dio demostración de un talento especial salvo haber servido a Hugo Chávez con absoluta fidelidad. Esa lealtad tuvo su recompensa en los momentos en que Chávez aceptó como inevitable el diagnóstico de los médicos que le atendían: el final estaba próximo. Designar al sucesor no le era difícil. Lo había meditado con Fidel. Maduro no era el mejor pero sí el más compenetrado con las ideas fundamentales del proyecto revolucionario.
Esa lealtad al proyecto fue manifiesta en estos días navideños cuando había que cumplir el mandato constitucional que señala un enrevesado procedimiento para la elección de las magistraturas del Estado, cuyo punto inicial era nombrar un Comité de Evaluación de Postulaciones del Poder Ciudadano, integrado por representantes de la sociedad civil, que en proceso publico obtendrá una terna por cada órgano que se va a elegir, terna que será sometida a la Asamblea Nacional. Esta, mediante el voto favorable de las dos terceras partes de sus integrantes, elegirá al funcionario respectivo. Si no hay acuerdo en la Asamblea se someterá la terna a consulta popular. El presidente Maduro puso de manifiesto que privilegiaba su lealtad con las convicciones revolucionarias y al amparo de la Sala Constitucional del TSJ la Asamblea designó a los funcionarios con mayoría simple.
Maduro había dado instrucciones para que se dialogara con la oposición y estuvo al tanto de acuerdos a que se estaba llegando sobre la elección de algunos magistrados. En esas circunstancias se reunió con el Directorio del PSUV, informándoles de que la situación del país había llegado a extremos de gravedad, por la magnitud de los problemas políticos y sociales, que en su opinión era una temeridad poner en riesgo el poder, siendo el poder la razón de ser de la revolución bolivariana.
Venezuela afronta una situación extremadamente grave, especialmente en el campo de la economía. Anteriormente hemos señalado el escándalo de un país que tiene el índice inflacionario más alto del mundo siendo que en Latinoamérica solo Argentina y Brasil se acercan a los 10 puntos. A ello se añade la manifiesta incapacidad para hacer frente a la escasez y el desabastecimiento. Son los momentos en que el presidente Maduro asume la temeridad de suspender de hecho la vigencia constitucional para retener el control de las instituciones fundamentales y con ello impedir que el próximo año funcionen las normas democráticas aun dentro de la mayor precariedad. Pareciera que es el final del proyecto chavista que en esencia era conservar el poder pero haciendo elecciones.