Quería creer
Quería creer. A veces, cuando nadie la veía, se detenía durante un largo rato a mirar el sol caer. El mar siempre fue para ella un amigo, a pesar de que guardaba su relación con él en secreto.
Porque aquella muchacha se protegía. Como el día en que perdió a su hermano, que se encerró en su habitación, no volviendo a salir de ella hasta pasada una semana. No habló nunca a nadie sobre lo sucedido. No derramó una sola lágrima delante de los demás, ni cambió su duro gesto por otro de ternura ante el abrazo de todos los que la querían en el pueblo. Pero por las noches yo, desde el otro lado de la pared, escuchaba sus sollozos. Y, muchas veces, de madrugada, me despertaban los gritos de sus pesadillas. Que se convertían por un rato en las mías.
Quería creer. Se comportaba como un muro de hielo. Pero quería creer, sin querer. Creía, sin saber.