El rugby, instrumento de reinserción en Venezuela
Un deporte, el rugby, ejemplo a primera vista de deporte contundente, es el medio con que el empresario venezolano Alberto Vollmer, propietario del Ron Santa Teresa, encauza los instintos violentos y la rehabilitación ciudadana de pandilleros de su ciudad con el proyecto Alcatraz. Con este programa, que insiste primeramente en formar en valores, ha descendido la criminalidad en su ciudad, que rondaba los 150 asesinatos anuales, actualmente en poco más de 25.
Los hechos, que han despertado el aplauso y la curiosidad en muchas instituciones públicas y privadas de todo el mundo, tienen su inicio en 2003 en el estado venezolano de Aragua, donde la dinastía Vollmer, llegada a Venezuela en el siglo XIX, montó una plantación de caña de azúcar de más de 3.000 hectáreas con que se fabrica el Ron Santa Teresa. Rodeado por favelas, los delincuentes de la zona hacían sus incursiones por el lugar y se enfrentaban con la guardia personal del empresario.
Tras distintas escaramuzas y la agresión contundente al jefe de sus guardaespaldas, Alberto Vollmer, de 44 años, volvió a ejercitar su talante negociador y social, que había demostrado en el año 2000 cuando varios centenares de campesinos pobres se introdujeron en su hacienda para pedir ayuda al magnate. En aquella ocasión, y cierto del carácter de promoción humana que debían observar las empresas en su entorno, llevó a cabo distintos proyectos sociales para los desfavorecidos, como la construcción de casas y su ornamentación con jardines. Para su nuevo reto, dispuso entrevistarse con el que había atacado a su operario antes de entregarlo a la policía. A este le dijo, según los medios: “Tengo dos opciones. Una es la legal, la que quisimos hacer antes (se refería al tiro en la nuca con el que terminaba habitualmente la policía con los delincuentes). Y la otra es más creativa: te ofrezco trabajar tres meses en la hacienda para pagar tu culpa, y nosotros te damos comida y alojamiento”.
El rugby, “deporte de villanos jugado por caballeros”
El delincuente aceptó la solución “creativa” y empezó a trabajar en la finca, así como el jefe de la banda, apresado pocos días después, a quien Vollmer ofreció el mismo trato, al que éste dio su conformidad. Varios días después, se presentaron en la hacienda más de una veintena de delincuentes, el total del grupo delictivo, para solicitar de Vollmer trabajo en las mismas condiciones que los anteriores. Éste aceptó, porque, recuerda, “nos estaban dando algo que antes no teníamos: sus caras, sus nombres, sus identidades. Empecé a ver en la crisis una oportunidad, así que reclutamos a la banda completa. Y ahí es donde realmente nace lo que bautizamos como Proyecto Alcatraz”.
Con el total de los integrantes del grupo trabajando las tierras de Vollmer, al audaz empresario no se le escapaba que era insuficiente ocupar en labores agrícolas a gente acostumbrada a abordar las situaciones por vía expeditiva y sin valorar vidas ajenas y propias. “Comprendimos –dice este descendiente de inmigrantes alemanes- que había que introducirles en valores”, dice. Cavilando sobre este apartado, aventó su propia experiencia para concluir que el proyecto de rehabilitación social de gente tan bregada solo se podría fundamentar en un deporte de “villanos, jugado por caballeros”, el rugby. Lo había practicado junto con su hermano en sus tiempos en Francia. De hecho, en 1990, al regresar a Venezuela, crearon un equipo en la universidad. Convencido del entramado humano que descansaba en el balón ovalado,“un instrumento perfecto para transmitir los valores que necesitaban”, Vollmer decidió montar un equipo con ellos porque, según él, el rugby aglutina respeto, disciplina, trabajo en equipo, humildad y espíritu deportivo. En este sentido, abunda el directivo, “el rugby, tiene peculiaridades que no tienen otros deportes. En el fútbol, por ejemplo, la trampa está incorporada al deporte: los jugadores se tiran, engañan. En el rugby no se hace eso. Se pega duro, pero se juega limpio. En el rugby existe el llamado tercer tiempo. Cuando acaba el partido, los dos equipos celebran juntos. Hay una hermandad que no hay en otros deportes, porque enseña a estos chicos a comunicarse. Antes de Alcatraz, el rugby en Venezuela era universitario. Así que los chicos ahora tratan con jóvenes universitarios, tienen el tercer tiempo con ellos. Ahora hay cinco alcatraces en la selección nacional sub 18 y tres en la absoluta”.
Generar valor social
Con la vista atrás, Vollmer rememora que hubo un progreso en las conductas de los antiguos pandilleros, pero surgió otro escollo más rocoso: el hostigamiento al que eran sometidos por la banda del Cementerio, otra organización criminal que competía con los anteriores en el poder en las casas pobres. Protegido por francotiradores, el empresario encaró el problema y se entrevistó en las favelas con los miembros de esta banda, que al final se unieron también al proyecto Alcatraz.
Con el tiempo, las dos organizaciones hicieron las paces y jugaron al rugby juntas. El suceso se supo en el valle y a la semana había otras seis bandas pidiendo entrar en el proyecto. “Esto fue algo inesperado para todos”, explica Alberto. “Para nosotros, para las bandas y para las propias autoridades. Inicialmente incluso circuló el rumor de que estábamos haciendo un ejército de delincuentes para tumbar a Chávez. Han pasado mil cosas positivas, pero quizá el indicador más claro es la tasa de homicidios: hoy está en 25 por cada 100.000 habitantes al año, menos de una cuarta parte de cuando empezamos”.
Por el Proyecto Alcatraz han pasado más de 200 individuos de un municipio de 60.000 habitantes. Actualmente hay también un programa de rugby escolar y otro comunitario, dirigido a los chicos para encauzarlos fuera de la delincuencia. Hay cerca de 2.000 muchachos entrenando. Madres que perdieron algún hijo en tiroteos están implicadas actualmente en el proyecto. José Gregorio, uno de los jóvenes que participó en el asalto inicial y que conserva dos balazos en su cuerpo de su anterior vida, es hoy entrenador de rugby y aporta una de las claves de esta revolución silenciosa en el lugar: “Antes los chicos del barrio nos veían con pistolas y jugaban a pistolas; ahora nos ven con balones de rugby y juegan al rugby”.
“Si quieres avanzar y prosperar como organización, tienes que lograr que la comunidad lo haga contigo, pero no con pequeños toques filantrópicos, sino de forma estructurada e involucrándote en la transformación social. Es una responsabilidad con el futuro del país y de tu propia empresa”, explica Vollmer, quien ha conseguido la colaboración de Microsoft para rehabilitar las zonas más deprimidas del municipio Revenga.