Ha faltado un pedazo de humanidad
Hace unos días pude ver un pequeño reportaje de cómo se vivía un clásico entre rejas. Con motivo de un Madrid-Barça la audiencia fue testigo del importante valor que en los centros penitenciarios se le da al deporte, en concreto al fútbol. Por descontado, ver el fuerte impacto de los equipos más laureados en España. Las cárceles apuestan por el deporte como lugar donde reeducar a la persona, ayudar a reconstruir el ser humano y volver a descubrir la importancia del otro.
El deporte bien entendido siempre es vía para el desarrollo. Todos cuando jugamos y competimos de forma colectiva, de algún modo debemos despojarnos un poco de nosotros mismos para ser de los demás. Es un sacrificio. No es inmediato pero el horizonte que el deporte propone es fascinante: el triunfo de un conjunto de personas a través de la solidaridad y la fina imposición del bien común por encima de la satisfacción individual a sabiendas de que el otro puede cometer errores en el intento.
Así el deporte se convierte en algo útil para nuestra vida cotidiana. En los años 80, la droga comenzó a calar en Madrid como el agua se cuela lentamente en la tierra. En uno de esos lugares azotados por semejante drama, Carabanchel, había aparecido ya hacía diez años el estadio de fútbol Pedro Vives. La sede del CD Aviación, que ha servido en todo este tiempo a la integración de cientos de chavales, a salvar muchas vidas de la droga, además de formar futbolistas. Carabanchel huele a fútbol de barrio, a tierra, a humedad y humildad.
En una decisión todavía por comprender, cuando el abanico de terrenos en la capital así como la cantidad de inmuebles vacíos es vasto, el CD Aviación se queda de improviso sin campo. Allí se construirán edificios previo desahucio administrativo por orden del ayuntamiento de Madrid. La decisión, por justa que pudiese llegar a ser, ha carecido de formas honestas. Bien pudo el consistorio esperar al final de la temporada, bien facilitar otro campo sin dejar huérfanos de instalaciones a los trescientos niños de uno de los históricos equipos del fútbol madrileño.
Por curioso que parezca el cabildo se ha cargado a golpe de excavadora el único estadio madrileño donde se celebraron, a la par que en Moscú, unas Olimpiadas Populares en 1980. Y con todo esto, un nuevo paso atrás en la relación política-ciudadanos. Faltó sensibilidad y una solución razonable, no la propuesta, dos porterías en medio de un parque.