SUBSIDIARIEDAD: Cultura y conciencia social.
Subsidiariedad y Responsabilidad: me parece una cuestión que urge responder, especialmente, en estos tiempos. Oigo mucho hablar de la subsidiariedad, repetir de continuo eslóganes como “más sociedad, menos Estado”; “no más funcionarios”. Realmente, no tenemos claro lo que significa la subsidiariedad, porque tampoco tenemos claro lo que significa la participación ciudadana (no sólo en la política, sino también a nivel de relaciones humanas).
Baste ver aquí en España con lo que sucede cuando cualquier Gobierno, del signo político que sea, promulga leyes, reales decretos, reales decretos-leyes que regulan aspectos de la vida política y económica de nuestro país. Si es el PSOE (como, por ejemplo, con la Ley de Economía Sostenible u otras normas, que no son más que transposiciones del Derecho comunitario), se le critica su intervencionismo. Si es el Partido Popular, porque sigue haciendo la misma política que el PSOE. Que no nos molestemos en enterarnos del contenido de las disposiciones que nos afectan a todos es algo muy común en nuestra sociedad (¡que sí! ¡que hay que leer el BOE!).
Personalmente, y lo sigo repitiendo hasta la saciedad, seguimos los católicos muy polarizados con el tema de la bioética y la lucha contra el aborto y la eutanasia, así como en otros aspectos relacionados con la persona(la ley reguladora del llamado matrimonio homosexual, la ley de igualdad de género y demás). Nos hemos polarizado tanto, en general, con la defensa de los “valores no negociables” –situándonos en esa posición de superioridad de la que Massimo Borghesi hablaba tan lúcidamente en su último artículo- que ni nos molestamos en averiguar su contenido real.
Lo que digo tiene que ver totalmente con la subsidiariedad: porque –y siendo consciente de generalizar- los católicos en España hemos adoptado la posición neoliberal que sólo busca que se mantenga la ortodoxia de los valores de un catolicismo en orden, mientras que, implícitamente, llegamos a justificar abusos de poder en las relaciones laborales e, incluso, entre nosotros. Como muestra, un botón: recientemente, un amigo mío se quejaba –y con razón- de la dificultad derivada del hecho de que determinadas organizaciones del mundo católico implicadas en el tema de las obras hayan “patrimonializado” el concepto de subsidiariedad y vean surgir otras iniciativas que reman en la misma dirección como una amenaza. Lo que prueba, a mi juicio, que no hemos entendido lo que significa ni las implicaciones que tiene. Porque, en el fondo, los católicos en España seguimos mirándonos a nosotros mismos y participamos de la mentalidad de la “denominación de origen”.
Subsidiariedad no es liberalismo.
En este sentido, resulta enormemente llamativo que algunas de las críticas que muchos católicos hacen a la organización social e institucional de nuestro Estado resultan enormemente incongruentes. Me explico: no parece de recibo estar criticando a los funcionarios cuando entro en la Función Pública como contratado laboral y me ahorro muchos de los obstáculos que los funcionarios más competentes han tenido que encontrarse (y no me refiero ahora a la superación de una oposición); no es muy coherente, tampoco, estar criticando a la Administración cuando estoy viviendo de las subvenciones que ésta me da. Tampoco resulta lógico estar manifestándose en contra de las “leyes Zapatero” y cerrar los ojos ante ciertas injusticias que la última reforma laboral (aprobada por el Partido Popular) está propiciando, al dar el poder a las grandes empresas.
Subsidiariedad significa solidaridad: implica que, como sociedad no podemos permitirnos que determinadas personas que no tienen los mismos recursos ni las mismas oportunidades que la mayoría queden excluidas. También implica que todos, y digo TODOS, formamos parte en la construcción; y eso, incluye, también, a los que trabajamos en la Función Pública (y, en eso, tenemos los funcionarios que despolitizarnos y profesionalizarnos; nuestro servicio es a la comunidad –el interés general es abstracto, se lo lleva el viento-).
Subsidiariedad significa no estar de continuo intentando aprovecharme de las situaciones: cuando me ponen una sanción por una infracción cometida; cuando pago mis impuestos, cuando tengo más hijos para que me den más ayudas; cuando me pongo a investigar en un organismo público o en una Universidad y participo en un proyecto subvencionado y me callo cuando veo que hay irregularidades, aunque no me afecten directamente;…y así, un largo etcétera (que cada cual continúe la lista).
Subsidiariedad es que el “ir hacia las periferias de la existencia” ha de ser cultura. En eso, la encíclica Caritas in Veritate es muy clara: somos interdependientes, no mónadas y necesitamos educarnos en la conciencia social, que, en los últimos años, se ha visto muy deteriorada entre nosotros (a Dios gracias que aún existen ONG´s católicas que siguen teniendo presente esto). Necesitamos grabarnos a fuego que “cuando la lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de acuerdo para mantener el monopolio de sus respectivos ámbitos de influencia, se debilita a la larga, la solidaridad en las relaciones entre los ciudadanos, la participación y el sentido de pertenencia…”, como bien dijo Benedicto XVI
Creo que nos sobra mucha ideología (aunque tenga el vestido de “valores cristianos”). Hemos sido educados en una mentalidad de asedio, olvidando lo que decía un gran santo de nuestro tiempo que, si bien la Humanidad abandonó a la Iglesia, también la Iglesia abandonó a la Humanidad, porque olvidó quién era Cristo.
Sólo se necesita una cosa para que la subsidiariedad se haga cultura y experiencia nuestra: olvidarnos de que las grandes batallas son la de conseguir leyes favorables y empezar a aprender que el escenario está aún por definir. Por muy anticlericales que sean nuestros conciudadanos, éstos nos necesitan. A mi juicio, el problema no son las elecciones próximas. El problema está en ser presencia real y constructiva en ámbitos como el trabajo, donde se suelen cometer muchas injusticias a diario que afectan a nuestros semejantes o a nosotros mismos. Podría enumerar los muchos sedicentes católicos que apoyaban íntegramente la doctrina de la Iglesia en materia de bioética y, al mismo tiempo, han estado implicados en auténticas “estructuras de pecado” en altos niveles lo mismo del funcionariado (acoso laboral, encubrir decisiones injustas, pertenecer a asociaciones de Cuerpos funcionariales con el único ánimo de medrar…) que de la empresa.
Por eso creo que es difícil vivir la subsidiariedad; una cosa es repetir eslóganes (para encubrir que uno repudia a los funcionarios por envidia, dicho sea de paso) y otra es hacerla cultura. Para eso no nos han educado…y tenemos que aprenderlo. Y esto requiere mucho tiempo.