¿Por qué nos ha sorprendido el brote del Ébola?

Mundo · Nicolás Jouve
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14 octubre 2014
Las fiebres hemorrágicas virales constituyen un grupo de enfermedades causadas por varias familias distintas de virus que poseen pequeños genomas de ARN. Aunque existen muchos tipos de estos virus, algunos causan enfermedades relativamente suaves, mientras que otros provocan enfermedades graves y peligrosas para la vida.

Las fiebres hemorrágicas virales constituyen un grupo de enfermedades causadas por varias familias distintas de virus que poseen pequeños genomas de ARN. Aunque existen muchos tipos de estos virus, algunos causan enfermedades relativamente suaves, mientras que otros provocan enfermedades graves y peligrosas para la vida.

El virus del Ébola es uno de estos y se considera uno de los agentes infecciosos más agresivos, capaz de causar la muerte en los seres humanos y los primates a los pocos días de la infección. Su conocimiento data de 1976, cuando se produjo un terrible brote que causó la muerte de cerca de 300 personas en poco tiempo el Zaire (hoy República Democrática del Congo). Los científicos creen que el Ébola, de forma similar a como ocurriera con el virus VIH causante del SIDA, llegó a los seres humanos por una zoonosis, es decir, desde un animal infectado, a través de contacto o tal vez una ingesta. De allí, el virus pudo propagarse a otros seres humanos a través de contacto directo con sangre o fluidos corporales.

Los síntomas de Ébola son poco específicos al principio, pero en el plazo de 2 a 21 días de la exposición, los pacientes experimentan generalmente fiebre, dolor de garganta y cabeza, dolores musculares, y debilidad, seguida de diarrea, vómitos y dolor del estómago. De ahí se pasa a erupciones y hemorragias y finalmente al fallo multiorgánico. Hoy, la enfermedad del Ébola es una de las enfermedades más mortales y desconocidas del mundo. No hay vacunas y no existe un tratamiento estándar contra la enfermedad.

Valorar la situación de lo que está ocurriendo con el actual brote del Ébola nos lleva a formular algunas preguntas sobre aspectos éticos de la forma de gestionar la situación y en relación con la investigación biomédica. ¿Por qué nos ha sorprendido un brote epidémico de una enfermedad tan letal de la que se tiene conocimiento desde hace casi cuarenta años?, ¿se están dedicando suficientes recursos en investigación para combatirla?, ¿es precipitado aplicar fármacos sin los preceptivos ensayos clínicos previos?, ¿está próxima una vacuna?

Aparentemente el tiempo transcurrido desde que apareció la enfermedad del Ébola en África central, podría parecer suficiente para tener ya una solución basada en ensayos clínicos para el desarrollo y comercialización de los fármacos adecuados. Sin embargo, lo cierto es que se ha avanzado menos de lo debido. Es cierto que los factores que intervienen en la aprobación y desarrollo de un protocolo biomédico no han permitido en este caso llegar a la aplicación clínica, debido entre otros factores a la falta de conocimiento científico sobre el origen exacto y el hábitat natural del virus, con las implicaciones significativas para el tratamiento y la prevención. Tampoco ayudan las especiales características del agente inductor, al tratarse de un virus altamente contagioso, con un genoma de ARN y con un sistema propio de replicación inmune a los fármacos habituales para otro tipo de agentes infecciosos, con una extraordinaria capacidad de invasión -capaz de anular las defensas del paciente en tan solo una a tres semanas-, y con efectos devastadores sobre el sistema circulatorio sin apenas margen para atajar su acción. Con todo y a pesar de las dificultades, no da la impresión de que se haya hecho demasiado para contener y combatir esta enfermedad. Lo primero que se echa en falta es voluntad política para promover la investigación y la búsqueda de soluciones. Una pregunta que está en el aire es si la falta de resultados biomédicos sería la misma de tratarse de una enfermedad que hubiese afectado desde el principio a los países desarrollados.

Desgraciadamente no es la primera vez que una enfermedad localizada en un país del tercer mundo, amenaza con extenderse a los países desarrollados. El ejemplo más reciente lo tenemos en el proceso seguido con la otra gran enfermedad que sorprendió al mundo en las últimas décadas, el SIDA. El SIDA se conocía desde los años sesenta, como una enfermedad arraigada en África Central, pero de forma explosiva se convirtió en una pandemia a partir de los ochenta aflorando en todos los países desarrollados de occidente. Al igual que ahora, hubo que esperar a que aflorara por los países desarrollados para tomar conciencia de su alcance y se volcaran los esfuerzos para combatirlo. ¿Por qué no antes? Hubo incluso que esperar a 2001, cuando tuvo lugar una reunión de jefes de estado y de gobierno en las Naciones Unidas, para desbloquear la aplicación de un tratamiento eficaz que se había conseguido varios años antes. Lo costoso de los tratamientos y probablemente la vergüenza de reconocer la existencia de una enfermedad como el SIDA hizo que los gobiernos de algunos países se negaran a admitir la existencia de la enfermedad o de aplicar los tratamientos. Algo de esto ocurre hoy todavía en Rusia, pero el caso más llamativo fue el de Sudáfrica. Se trata de un ejemplo de cómo la falta de voluntad política y de conciencia de los gobernantes puede interferir en un problema de salud. Thabo Mbeki, presidente de Sudáfrica entre 1999 y 2008, uno de los países más afectados por el SIDA, con cerca de cinco millones de personas infectadas, negó continuamente que se tratara de SIDA y atribuía los problemas de salud de la población a la pobreza. Su cerrazón costó muchas vidas y se mantuvo hasta el final de su mandato, a pesar de que desde 1996 existe un tratamiento eficaz en el mercado, capaz de salvar vidas y que desde entonces se viene aplicando con éxito en los países occidentales.

La investigación científica aplicada a la salud es la mejor inversión que pueden hacer los gobernantes. Interferir o negar recursos va contra el más elemental principio ético, que se supone deben tener quienes están para servir al pueblo al que administran. Dicho lo anterior, también es cierto que la investigación científica es una actividad en la que cuentan dos elementos cruciales: ideas y dinero. Ideas para adquirir el conocimiento necesario para resolver los problemas que se investigan y financiación para afrontar los objetivos de investigación con la garantía de éxito necesaria. De ahí también la responsabilidad de los gobiernos en situaciones de crisis, como ocurrió en el caso del SIDA y como ocurre en el momento actual con el Ébola de facilitar la investigación para encontrar cuanto antes una solución y no dejarse sorprender por los acontecimientos.

En el caso del Ébola, existe la convicción de que, con toda la gravedad que supone la enfermedad, se ha perdido demasiado tiempo por no haber destinado los fondos económicos para financiar unas investigaciones que a estas alturas ya debían ofrecer resultados. Si el SIDA encontró una solución en un par de décadas, sabemos que hará falta no menos de ese tiempo para obtener vacunas o tratamientos con anticuerpos contra el Ébola, aunque para ello deba intensificarse la actividad investigadora y proveer los fondos económicos necesarios.

El Dr. Francis Collins, Director del Instituto Nacional de la Salud (NIH) de los Estados Unidos, y el científico que dirigió el Proyecto Genoma Humano, ha denunciado la lentitud y la falta de recursos utilizados en la lucha contra el Ébola. Para Collins, la falta de financiación estable ha obstaculizado los esfuerzos para la obtención de una vacuna en la que se viene trabajando desde 2001.

No obstante, hay que mantener la esperanza y aunque con retraso van surgiendo algunos avances significativos. En 2012 unos científicos canadienses del National Microbiology Laboratory in Winnipeg, Manitoba anunciaron el éxito de un tratamiento contra la infección del Ébola en primates [1]. Identificaron los componentes moleculares de la cubierta del virus Ebola y produjeron los anticuerpos monoclonales correspondientes. La combinación de estos anticuerpos en un coctel específico y su administración a cuatro macacos tres días después de las primeras 24 horas de los síntomas de la infección dio resultado Y los cuatro animales sobrevivieron sin efectos secundarios aparentes. Cuando el coctel se administraba a las 48 horas de la infección, dos de cada cuatro macacos también sobrevivían. Los animales demostraron además la capacidad de crear sus propios anticuerpos contra la infección del virus. En su publicación los científicos advierten que estos resultados suponen ciertamente un paso adelante, pero que sigue habiendo muchos desafíos antes de que el tratamiento se pueda aplicar a un brote en seres humanos. La principal dificultad es la de producir la cantidad de anticuerpos necesitados para tratar a un grupo elevado de personas. Sin embargo, el significado de estas investigaciones es grande al convertirse en una vía para tratar la enfermedad, aun cuando falta saber si es igualmente efectivo en humanos que en los primates.

Basándose en estas y otras investigaciones paralelas, y aunque con cierto retraso, se espera tener dispuestas miles de dosis de dos tipos de vacunas para aplicarlas en los países más afectados por el Ébola a comienzos de 2015, una desarrollada en el Reino Unido por el gigante GlaxoSmithKline (GSK), y la otra por el grupo New Link Genetics de los E.E.U.U.

Mientras, esperamos la producción masiva de los fármacos o vacunas específicos de aplicación a la población habrá que seguir improvisando, a base de administrar suero conteniendo anticuerpos de personas que han superado la enfermedad del Ébola o alguno de los escasos sueros procedentes de investigaciones como la indicada, aunque siempre existirá la duda de si se debe aplicar un tratamiento del que se tienen solo datos parciales sobre los mecanismos de acción en ensayos preclínicos en animales de laboratorio. Con la certeza de una letalidad cercana al 90%, solo cabe intentar atajar el Ébola con los medios que se puedan, por poco experimentados que estén y, eso sí, exigir a los políticos que dejen a los médicos y a los científicos hacer su trabajo y les faciliten los recursos económicos y técnicos necesarios para hacerlo. Y ya por pedir, se les debe exigir prudencia en sus intervenciones públicas y aun más que dejen a los especialistas la tarea de informar a los ciudadanos sobre las circunstancias de estos problemas de salud para no crear más alarma social.

[1] Qiu,X., Audet, J. Wong, G. , et al. (2012) Successful Treatment of Ebola Virus–Infected Cynomolgus Macaques with Monoclonal Antibodies. Sci. Transl. Med. 4, 138ra81 (2012).

Nicolás Jouve es presidente de CiViCa

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