Viejo Leo
Ronaldinho cayó en Can Barça en medio de un tiempo de incertidumbre para el club. Él llegó para dar un paso al frente y tratar de transformar las pañoladas y pitadas en vítores y aplausos. En un vestuario impregnado por la desazón apareció la sonrisa. Nació así y de ese modo se presentó en pleno julio ante 30.000 personas que le aguardaban en el Camp Nou. En esos primeros minutos como azulgrana y sin equipo ni contrincante elaboró las primeras filigranas, que más tarde se convertirían en habituales dentro de la competición y ante cualquier rival.
Desde pequeño anduvo certero: quería ser el rey. Y en Barcelona logró la corona. El binomio Dinho&Barça se convirtió en algo mágico, en un renacer para la entidad azulgrana. Dos ligas, una Champions y poner en pie al Bernabéu forman parte de un legado para la historia del fútbol mundial. Estando a la altura de antiguos históricos brasileños como Ronaldo, Rivaldo o Romario llegó el balón de oro. A partir de ahí la hecatombe. Llegaron las lesiones, cambió su estado de ánimo y la vida nocturna le abdujo. El tipo feliz se dejó llevar hasta volverse taciturno asomando barriguita. Lo había ganado todo y nadie pudo evitar el desastre. La afición le seguía exigiendo ser el mejor y él no acabó de entenderlo. De hecho, nunca regresó.
En ese momento emergía ya de forma incipiente un nuevo héroe, Messi. El argentino ya galopaba tímidamente junto a “O Rei”. Pronto ocupó el lugar de Dinho, apartó fantasmas a la par que sumaba goles, cada vez más bellos y de más difícil ejecución. De este modo, Leo recogió el testigo para convertirse en uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Messi creció a la par que el club. Títulos, buen juego y una infinita acumulación de majestuosas actuaciones trajeron paz, alegría y prestigio al Barcelona. El paso de los años ha traído consigo una progresiva caída de la calidad futbolística del equipo y un último año y medio en el que Leo ha vivido el momento más convulso de su carrera profesional. La dirección deportiva ha tenido una dificultosa tarea en los últimos tiempos: rehacer al equipo y evitar un segundo caso “Dinho”. A Leo había que recuperarle.
En el peor momento del último lustro, Messi perdió fuelle. Se volvió introvertido incluso con el balón. Y dos grandes frentes abiertos sobre su estado físico: los vómitos y las nueve lesiones en el bíceps femoral.
Los últimos compases de la temporada pasada trajeron consigo la existencia de la sospecha de que el argentino quería reservarse para participar en el Mundial en óptimas condiciones. Pero ni siquiera allí, pese a llegar a jugar la final, mejorar sus registros personales de los últimos tiempos fueron suficientes para ver a Leo ejerciendo de jugador astral.
Ahora, dos jornadas después de que haya comenzado la temporada empezamos a atisbar su regreso. Luis Enrique, tras finalizar el primer encuentro liguero con Messi como líder y autor de dos de los tres goles blaugranas, habló del ariete como del mejor fichaje de la temporada. El barcelonismo entero respiró.
La siguiente parada, Villarreal. Segunda participación liguera de Leo. No marcó pero ejerció de líder. Como ejemplo, el gol: tres cuartas partes del mismo son suyas. Presionó y recuperó el balón cuando los amarillos trataban de salir a la contra. Se desmarcó, recibió y asistió para que Sandro enviara el balón a la red.
Así comienza la temporada para los azulgranas, dos victorias y un profundo alivio ante las primeras sensaciones: un viejo Leo ha vuelto.