Cuando los hijos vuelan
Como el inicio del curso escolar está a la vuelta de la esquina, se me ha ocurrido escribir una vez más sobre padres e hijos. La inexperiencia logra que a veces digamos cosas, que años más tarde la madurez conseguirá que afirmemos lo contrario.
Hubo un tiempo en el que creía que la responsabilidad de los caminos que toma cada hijo, correspondía a la educación que los padres le habían inculcado . Hoy tengo la certeza de que esa creencia es errónea en su aplicación general. Hijos que han recibido las mismas enseñanzas, el mismo cariño, las mismas oportunidades, y un día caes en la cuenta de que el compromiso que han adquirido para vivir su vida, dista de lo esperado, llegando a veces hasta la misma decepción.
Inevitablemente surge entonces una pregunta : ´¿Para qué los has educado? ¿Para que salgan como has querido o para que puedan ejercer con responsabilidad su libertad?´
Cinco hijos, – que son los que mi esposa y yo tenemos-, nos sirve para avalar que dentro de la unidad se encuentra la diversidad mas inesperada. Una personalidad distinta en cada uno, donde no comparten , los mismos gustos, las mismas aficiones, ni siquiera los mismos puntos de vista y eso que todos han mamado la misma leche, la misma formación, y han obtenido el mismo cariño
Todo ello me hace pensar en que cada uno es irrepetible, no existen clones. Cada uno con un alma libre ,que responde de forma diferente.
He oído muchas veces (incluyéndonos a nosotros) : ´¿Qué hemos hecho mal, en qué nos hemos equivocado?´ Con la impresión de haber ejercido erróneamente nuestra paternidad.
Las decisiones son personales. La libertad es dada individualmente y cada uno elige, sabiendo a lo que se renuncia. Pero es el concepto de libertad el que a menudo difiere entre padres e hijos.
Una es la labor de los progenitores : Desde el cariño, enseñarles el camino de la felicidad, que pasa, ineludiblemente en educarles en la libertad, concebida como la entendió Baltasar Gracián: ´La verdadera libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer.´
Los hijos, son seres independientes a nosotros, pero nuestro deber es encauzarles en el camino recto. Todo lo que hagamos por ellos, sin duda, deja poso, por eso, primordialmente y bajo esa crucial responsabilidad, hemos de empezar a educarnos a nosotros mismos. Los padres hacemos todo lo que podemos, lo damos todo, los preparamos para el mundo, pero a veces se nos olvida la libertad de elección que Dios nos da. Y tampoco hay que perder de vista que “el diablo acecha, como león rugiente, buscando a quien devorar” (1Pe. 5, 8-9)
No es tan fácil como lo presento. Hay muchos dramas en familias donde los hijos acaban ignorando las enseñanzas de sus padres. Muchas veces la inexperiencia de la que hablaba al principio, juega malas pasadas y hace que muchas decisiones se tomen de forma errónea. Yo no tengo ninguna duda de que el tiempo pone todo en su lugar. Que los hijos tarde o temprano descubren los cimientos que sus padres han puesto en su vida y por eso siempre saben que pueden acudir a ellos.
Como padre deseo aprender a respetar la libertad de mis hijos, deseo enseñarles a respetar la nuestra. Confiarlos a la Madre de todos es lo mejor que se puede hacer. María no dejará que se pierdan si los ponemos en sus manos . Eduardo Verastégui (que valientemente testimonia su fe), dice que su mamá rezó mucho por él asegurando que fue eso lo que le hizo recuperar la fe.
Si damos a nuestros hijos lo mejor que tenemos, es posible que luego ellos sigan otro camino, pero siempre les quedará lo que les has entregado como lo mejor.