Entrevista a Agustín Domingo Moratalla

´La socialdemocracia está acabada si confunde lo político con lo partidista´

España · José María Gutiérrez
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31 julio 2014
Pedro Sánchez no es José Luis Rodríguez Zapatero. La formación y la trayectoria es diferente, el partido que lideran es diferente y el contexto político al que se enfrentan es diferente. Aunque los tópicos, las muletillas, los gestos y los guiños electorales anticatólicos sean los mismos.

Pedro Sánchez en su primer discurso ha hablado del aborto y de la clase de religión. ¿El nuevo secretario general de los socialistas no supera el zapaterismo?

Pedro Sánchez no es José Luis Rodríguez Zapatero. La formación y la trayectoria es diferente, el partido que lideran es diferente y el contexto político al que se enfrentan es diferente. Aunque los tópicos, las muletillas, los gestos y los guiños electorales anticatólicos sean los mismos. Teniendo esto en cuenta, la gestión del zapaterismo heredado es compleja porque no era igual el zapaterismo adánico de la primera legislatura que el de la segunda, porque el contexto de gobernabilidad era distinto antes de la crisis. Aunque esté hipotecado “con” el zapaterismo y “por” el zapaterismo, está obligado a ofrecer una respuesta propia. Es un desafío difícil al que debemos estar atentos. Sabe que el tema del aborto y el tema de la clase de religión son panfletarias banderas sensibles para el izquierdismo agitador que es bien diferente al izquierdismo posibilista. Es tiempo de hacer memoria de las metamorfosis que se vivieron en las filas socialistas entre el izquierdismo agitador antiamericanista que hizo imposible la gobernabilidad a la UCD y el izquierdismo posibilista pro-atlantista que integró a parte de la UCD.

¿Qué modelo debería tener en cuenta Pedro Sánchez para renovar el centro-izquierda español?

Se equivocaría si buscara un modelo extrínseco a su propia tradición; podrá encontrar referencias, sugerencias o gestos imitables en otros líderes europeos o mundiales, sin embargo está obligado a construir un modelo propio. Sánchez no está pensando sólo en la renovación del centro-izquierda español, algo que le hace falta para gobernar, está pensando en construirse a sí mismo como modelo propio para otros electorados izquierdistas europeos e iberoamericanos en la tercera década del siglo XXI.

¿La socialdemocracia clásica está acabada?

Depende de qué entendamos por “socialdemocracia clásica” y si en algún momento hubo una socialdemocracia “pura”. Si la pregunta tiene que ver con la ideología propia del centro izquierda, donde la intervención de las administraciones públicas está obligada a corregir la ciega y azarosa mano invisible de los mercados, entonces se puede decir que no está agotada. Con independencia de las etiquetas ideológicas con las que se acceda al poder, el desafío en la lógica de la intervención de los poderes públicos no está en la simplificación de las relaciones entre mercado y estado. La socialdemocracia está acabada si se olvida de la economía “social” de mercado, si pretende politizar todos los órdenes de la vida social o cultural y si confunde, como ha sido habitual en muchos momentos, lo público con lo político, y lo político con lo partidista. Las ideologías clásicas son excesivamente reduccionistas y simplificadoras cuando plantean el problema como un juego de suma cero donde lo que el estado pierde lo gana el mercado y viceversa. Tanto el estado (administraciones) como el mercado (economía) necesitan repensarse desde la cultura, los valores y el mundo de la significación social. La “cuestión social” ya no puede plantearse igual que a principios del siglo XX, hoy se ha transformado en la “cuestión antropológica” (Caritas in Veritate). Si afronta este desafío, la socialdemocracia tendrá futuro, si se refugia en la simplificación estado/mercado estará condenada al fracaso, como lo estará cualquier populismo o liberalismo libertario.

¿Volverá a convertirse el PSOE en una opción de gobierno?

Claro que se convertirá en una opción de gobierno, de hecho la rapidez con la que se ha realizado la transición entre Rubalcaba y Sánchez tiene una finalidad electoral muy clara. No se trata sólo de favorecer la continuidad institucional y garantizar la gobernabilidad del sistema, se trata de prepararse bien para las elecciones de mayo de 2015. Ante el horizonte de ingobernabilidad previsible a nivel autonómico y municipal, Pedro Sánchez puede aparecer como una potente opción de gobierno para las generales. Se encontrará las arcas saneadas y pillará con el paso cambiado a las huestes populares que, de nuevo, se preguntarán perplejas: “¿por qué hemos perdido las elecciones si todos los indicadores macroeconómicos evidencian que España va bien?”.

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