Filosofar

Cultura · Vicente A. Morro López
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23 julio 2014
Etimológicamente, ‘filosofía’ significa amor a la sabiduría. La auténtica sabiduría no puede ser sino conocimiento, o al menos búsqueda, de la verdad. Verdad que no es opinión subjetiva sino adecuación a la naturaleza y realidad de las cosas. Tenemos así que la filosofía es, en puridad, amor a la verdad de las cosas en su propia realidad, sean las cosas de las que en cada momento se trate personas, ideas, animales, conceptos o simples objetos. Si hablamos del hombre, por ejemplo, la filosofía no puede sino mostrarnos su esencial dignidad y su naturaleza, independientemente de sus circunstancias concretas o de su situación particular. La filosofía no es pues un saber puramente especulativo, que puede hacer, deshacer o rehacer la realidad a su antojo. La filosofía está limitada por la realidad, es decir, por la verdad de las cosas tal como son.

Etimológicamente, ‘filosofía’ significa amor a la sabiduría. La auténtica sabiduría no puede ser sino conocimiento, o al menos búsqueda, de la verdad. Verdad que no es opinión subjetiva sino adecuación a la naturaleza y realidad de las cosas. Tenemos así que la filosofía es, en puridad, amor a la verdad de las cosas en su propia realidad, sean las cosas de las que en cada momento se trate personas, ideas, animales, conceptos o simples objetos. Si hablamos del hombre, por ejemplo, la filosofía no puede sino mostrarnos su esencial dignidad y su naturaleza, independientemente de sus circunstancias concretas o de su situación particular. La filosofía no es pues un saber puramente especulativo, que puede hacer, deshacer o rehacer la realidad a su antojo. La filosofía está limitada por la realidad, es decir, por la verdad de las cosas tal como son.

Si no es un mero saber especulativo, y tiene además que ajustarse a la realidad de las cosas, la filosofía, para tener sentido, no puede ser una actividad meramente teórica. La filosofía no puede ser una colección de elucubraciones, por elaboradas y brillantes que puedan parecer. La filosofía tiene que ser un saber práctico. Un saber que, al decirnos algo sobre la naturaleza de las cosas, nos sea útil para nuestra vida, para nuestra propia realidad, para nuestra circunstancia personal, histórica o social. La filosofía es un saber que nos dice algo sobre la realidad, y nos lo dice para algo. No puede ser un saber para iniciados que solo algunos expertos entiendan; no puede ser una jerga técnica que en lugar de mostrarnos la realidad la enmascare o desfigure. La filosofía que no incita a actuar es un saber inútil (por cierto, el hombre, por su propia naturaleza, jamás es una pasión inútil). Más aún, una filosofía que lleve al inmovilismo, la parálisis o el conformismo, no es ‘filosofía’.

Como saber práctico sobre la realidad de las cosas, la filosofía nos debe servir para poder cambiar aquello que deba ser transformado. Volviendo al ejemplo anterior del hombre, si algo atenta contra su dignidad, por violencia, injusticia, manipulación o mentira, la función de la filosofía será denunciarlo e indicarnos cómo cambiarlo. La filosofía, si es auténtica y quiere ser fiel a sí misma, no podrá ignorar cualquier realidad que atente contra la dignidad del ser humano, ni limitarse a describirla ni, menos aún, podrá hacer un discurso que oculte o desvirtúe esa realidad. En ese sentido, y solo en ese, la filosofía tiene que ser una herramienta, un arma si es preciso.

Por eso, me parece muy acertada la crítica que hace Marx en la undécima de sus conocidas Tesis sobre Feuerbach: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.» Transformar, y no inventar, rehacer o recrear. Filosofar tendrá sentido si sirve para restituir las cosas a su verdad, a su naturaleza, a su esencia, cuando han sido desvirtuadas o manipuladas por el hombre. No tendrá sentido si lo que se pretende es inventar una realidad alternativa, desligada de la verdad. Desgraciadamente, hay mucho “filósofo” –el profesional, académico o no, especialmente- que sigue interpretando el mundo sin vinculación alguna a la realidad: juegos de palabras –palabrería- simplemente.

Cuando tratemos del ser humano, la filosofía será siempre Política, entendida como búsqueda del bien común. Filosofar será, necesariamente, hacer Política –pero aquí es donde radica el peligro de que la filosofía se convierta en pura ideología: cuando la verdad no se ajuste a nuestros apriorisimos y prejuicios y por eso decidamos que no nos vale, que no nos interesa, y decidamos ignorarla-. Política como saber y actividad destinada a mejorar el mundo que habitamos. Política, y no política. Política que busque la verdad y, una vez alcanzada, se ajuste a ella. No política que se aleje de la verdad o que pretenda manipularla –ideología- para conseguir sus objetivos, aunque estos lo que hagan sea apartarse de la realidad, de las evidencias, de la naturaleza de las cosas. En este sentido, la expresión Filosofía Política sería un pleonasmo. La filosofía sería así un arma contra las políticas alejadas de lo verdaderamente humano.

Filosofar es una actividad que se debe hacer ‘de pie’. ¿Por qué? Porque es la actitud del que está presto a la acción, del que está dispuesto a implicarse, a trabajar para cambiar las cosas. La filosofía no se puede hacer estando ‘sentado’, a menos que lo único que se pretenda sea una actitud meramente teórica o un lucimiento personal desde la seguridad de una cátedra, escuela, movimiento o poltrona. Tampoco se debe hacer ‘de rodillas’. De rodillas, ya lo dijo Benedicto XVI, se hace la auténtica teología. Teología, como saber que busca la verdad sobre Dios, pero que no la inventa o interpreta, o saber que no se busca a sí mismo o se agota en sus propios juegos. Una cosa es ‘teología’ y otra, muy diferente, es ideología pseudoteológica. La filosofía se hace de pie, pero esto no impide que se pueda hacer fijando la mirada en la Verdad. Es más, cuanto más se mire la Verdad, más fácil será llegar a la verdad de cada cosa. Mirar a la Verdad es tener la razón iluminada por la fe. Iluminada, pero no cegada ni ofuscada ni anulada. Razón y fe, ciencia y religión, no son incompatibles; al contrario con complementarias. Incompatibles son ciencia e ideología; verdadera filosofía, que busca la verdad de las cosas, e ideología, que la niega.

Filosofar es mirar y buscar sin miedo la verdad, especialmente la Verdad.

 

Un ejemplo de esta forma de ver el mundo que propongo, de este modo de filosofar, es la mirada de William V. Barber sobre la actualidad. La actitud de William es la del auténtico filósofo, amigo de la sabiduría y, por tanto, del hombre. Su forma de expresarla, su medio, el arte gráfico. Su materia, la realidad circundante, la circunstancia histórica. Su proceso, mirar atentamente la realidad, reflexionar –filosofar- y, finalmente, denunciar.

Con autorización de mi amigo, adjunto dos de sus últimas creaciones.

http://williamvbarber.blogspot.com.es/

 

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