Obama ha ganado: ahora la retórica no basta
Ahora le toca a Obama mantener la promesa de cambio y de unidad para un país herido. Deberá transformar Washington, para que deje de ser el lugar de la corrupción y de la impopularidad y se convierta en un salón acogedor para todos los estadounidenses pobres, minorías y clases medias. Es un reto no fácil: es más fácil cortejar a los débiles como un tribuno que viaja por todo el país que en la Casa Blanca. La retórica servirá poco. Mucho va a depender del Congreso.
La Cámara de Representantes y el Senado están en manos de los demócratas. Pero no han conseguido el objetivo de los 60 senadores para superar el obstruccionismo de los republicanos. Que no esperen los europeos que el nuevo presidente vaya a cambiar la política exterior con una varita mágica. Cambiarán quizás los tonos, pero no la sustancia. No porque le falte voluntad. La complejidad de la maquinaria militar y diplomática, los tratados y los pactos con países extranjeros no consienten cambios bruscos. Estados Unidos ha pedido mayor eficiencia a Washington, más capacidad de resolver los problemas de la gente. Obama tiene que afrontar la cuestión de la política energética, de la asistencia sanitaria, de los derechos civiles y del trabajo. Será juzgado por esto. No servirá mucho la oratoria.