Artur Mas y ETA en la misma vía; la muerta

España · Francisco Pou
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23 abril 2014
Como decía Einstein, el nacionalismo es una enfermedad infantil. Yo creo que, además, es una enfermedad de delirios aburridos, por predecibles. Informativamente, la crónica del delirio tiene poca “chicha”. La urdimbre intelectual en torno al nacionalismo es ligera cual ‘piuma al vento’.

Como decía Einstein, el nacionalismo es una enfermedad infantil. Yo creo que, además, es una enfermedad de delirios aburridos, por predecibles. Informativamente, la crónica del delirio tiene poca “chicha”. La urdimbre intelectual en torno al nacionalismo es ligera cual ‘piuma al vento’. La discusión con el infectado, estéril. El sentimiento que este periodista tiene ante el panorama es de lástima. Pero informativamente, una pérdida; tiempos y espacios informativos intelectualmente yermos, que podrían hablar sobre el mundo real. El mundo real ya no habla de crisis, sino de los nuevos retos. El problema es que muchos políticos no viven en el mundo real que está naciendo.

Fíjense en el Aberri Eguna y su “nueva vía hacia la nación vasca”; la pretensión de Urkullu de que toda Europa acepte a Euskadi como nuevo Estado miembro. El alcance de la pretensión soberana no va sólo hacia forzar la decisión del resto de España; Europa debe tomar partido y admitir el nuevo Estado.

Si observan con atención las fotos del Aberri Eguna notarán una media de edad en la audiencia próxima, por arriba o por abajo, a los ochenta. Me refiero al público. Observen a continuación a la presidencia, de presencia atiborrada a docenas; la media de edad estará cerca de los treinta. Los de abajo pagan y votan. Los de arriba viven de bolsillos solidarios y prometen nuevos mundos que los de abajo no verán nunca. No verán nunca, porque llegará antes esa próstata maldita, ese Alzheimer con prisa. Pero es igual, las presidencias encontrarán siempre nuevos pensionistas para aplaudir sus gestas.

Ha quedado para ETA la vía más delirante de todas: la de la proclamación unilateral de independencia. ETA y Artur Mas empiezan a compartir una vía muerta que lleva a la extinción de ambos, y que espera pacientemente Oriol Junqueras (ERC), lo más parecido a un político “de estado” que hay hoy quizá en la vida pública catalana.

El Aberri Eguna es una fiesta. La fiesta ideada por Sabino Arana, quien ideó también la “nación vasca”. Ingeniería social. Ingeniería lingüística. Faltaba la aportación de Urkullu. Ingeniería pirotécnica. Ingeniería informativa, en fin, porque éste empieza a ser un mundo dentro de otro mundo. Los chicos de la presidencia, en la tarima, tienen un problema, por ejemplo, liderando el fracaso escolar en Europa. El público de abajo otro, desconociendo el alcance de la corrupción con que quiere nacer ese “estado nuevo”.

“España –decía Urkullu en su Aberri Eguna– tiene un problema, solo saben decir no”. El problema es de Urkullu. Es que siempre pregunta lo mismo. Por eso recibirá siempre la misma respuesta en un Estado de Derecho.

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