68 actualísimo: vivir intensamente el deseo y ver el poder (I)

Cultura · Aldo Brandirali
COMPARTIR ARTÍCULO Compartir artículo
| Me gusta 68
18 mayo 2018
paginasdigital.es publica una intervención de uno de los protagonistas del 68 en Italia. Aldo Brandirali fue uno de los jóvenes que quisieron cambiar el mundo hace 50 años.

paginasdigital.es publica una intervención de uno de los protagonistas del 68 en Italia. Aldo Brandirali fue uno de los jóvenes que quisieron cambiar el mundo hace 50 años.

Quisiera salvar algo de ese 68 que tenemos aquí y ahora. Ante todo, ser revolucionarios. Revolucionarios, es decir, vivir intensamente el propio deseo y tomar conciencia de que tenemos delante una estructura, un sistema, un poder, una sociedad que no nos corresponde. Y por tanto ir contra corriente, pensar de un modo distinto completamente todo, de manera transversal, que pueda responder verdaderamente a una lógica que, en mi opinión, es del 68 pero también es de total actualidad. Es decir, ¿quién es el sujeto de la historia?

He intentado hacer el proceso crítico de toda mi experiencia acompañado de esta pregunta. Entonces, si el hombre no se hace a sí mismo con sus propias manos –cuando me he topado con esta evidencia, que el sujeto de la historia es exactamente el punto al que el hombre puede mirar como significado de su propia vida–, podemos pensar que el sujeto de la historia nos llama a un cambio total de mentalidad. Vivimos en una dimensión que nos lleva siempre y solo al nivel del éxito, del enriquecimiento, de la autoafirmación y del “hazlo por ti mismo”. Mirando a Cristo, se abre la evidencia de que en el centro está el amor. Y si en el centro está el amor, si el deseo es justo ese deseo de compartir con los demás hombres una vida común, una vida significativa, un sentido de la vida, este cambiar la forma de vivir, vivir la pobreza como pertenencia a los míos, a mi gente, este estar juntos porque necesitamos verdaderamente vibrar por amor y no por conseguir resultados ni luchar con los demás por avanzar solos contra todos; este cambio total de la mirada es el que, mirando a Cristo, poniendo en el centro el amor, hace historia, historia verdadera, no historia ideal, no historia utópica, ¡historia de verdad!

El problema que me movía en el 68 era vivir de otra manera y tener una unidad en mis razonamientos, no dejarme dividir entre el cinismo de la realidad y el idealismo de la utopía, sino conseguir volver a unir sentimiento y razón, ese fue el gran motor de toda mi vida, el sentido y el contenido de mi libertad, porque no hay libertad si no es capaz de unir pasión, amor, razonabilidad y capacidad de comprender el tiempo, el espacio, las acciones. Pero esto quiere decir que no se puede dejar nada fuera de la realidad que debemos mirar, incluida la política. Quizá hemos exagerado al poner en el centro la política como sentido de la vida, para mí ese fue el error. Yo creía que la política era el sentido, darse por entero a la causa común, pero eso me dejaba reducido a un “nosotros” donde ya no existía el “yo”. Pero eliminando esta centralidad de la política no cambia el hecho de que en el centro siga estando igualmente el sentido de la historia y el sujeto que nos conduce.

Hoy, si queremos hablar de la cuestión política, debemos hacerlo, no podemos dejarla fuera de nuestras reflexiones, de hecho es apasionante abordar la cuestión política sabiendo partir justamente de la centralidad de Cristo. ¿Qué quiere decir cambiar realmente el mundo respecto al hecho de que mi corazón cambia? Mi deseo de poner en el centro el amor es vivir de otra manera y ver que este acontecimiento de vivir de otra manera sucede de verdad. Si bien es cierto que la sociedad normalmente camina hacia sus mitos de éxito y de poder, también es cierto que la realidad es fundamentalmente positiva, que nosotros tenemos continuamente delante a personas que saben trabajar juntas, familias que asumen responsabilidades, emprendedores creativos con talento y capacidad de generar, un pueblo en acción que construye. La positividad de la realidad es esto, el sujeto de la historia en acción, y la historia es positiva porque el hijo de Dios está entre nosotros.

No me interesa contaros los discursos que dábamos. Por ejemplo, en el 68 yo me dediqué a poner en pie la Unión de comunistas italianos, marxistas y leninistas, juntándolos a todos ellos. Para nosotros significaba pasar a pensar más a nivel de la revolución cultural que de apoyo a la Unión Soviética, pues la Unión Soviética ya no nos parecía algo verdadero. En cambio, la revolución cultural nos parecía que ponía totalmente en discusión las formas más rígidas que había adoptado la clase dirigente comunista. Lo parecía, aunque no fue así. Pero esta no es la cuestión. La cuestión es que para mí tener esta posición crítica en busca de un comunismo verdadero suponía en realidad una gran necesidad de llegar a alcanzar explicaciones para las cosas que se movían dentro de mí, inquietudes que me acompañaban desde jovencito. Empezando por el hecho de que yo empezaba a estar realmente agradecido a mis amigos, esos que me ayudaron cuando era pobre, que me apoyaron. Sentía que pertenecía, pertenecía a mi gente. Y quería ser para mi gente, quería dedicarme a mi gente. Luego estaba el hecho de que al ir a trabajar a la fábrica y descubrir una situación particular del movimiento sindical, me puse en marcha para relanzar completamente el movimiento sindical, retomando huelgas, comisión interna, consejo obrero… pero había algo más que me inquietaba. El trabajo se vivía dentro del taylorismo, con la división laboral más neurótica: veinte segundos para cada cambio de pieza y así repetidamente durante ocho horas al día. Era totalmente como ser piezas del mecanismo y no intérpretes de la belleza del trabajo, del propio trabajo, fascinados por el propio trabajo, cuando ese era realmente mi deseo más profundo.

Cuando veía un aparato de radio que salía de la fábrica y luego me lo encontraba en una tienda, decía: “esto lo he hecho yo”. Esa necesidad de dar un sentido al trabajo, dar una dignidad al trabajo, una humanidad al trabajo, era mi deseo más profundo. Pero en el movimiento sindical y obrero, esto del sentido del trabajo parecía no importar en absoluto. Al mismo tiempo empecé a implicarme en la política inmediatamente porque el sindicato ya no me bastaba. Acabé en Roma, en las “Bodegas oscuras”, todavía con Palmiro Togliatti y con Achille Ochetto en la delegación juvenil. La experiencia en la dirección del Partido Comunista también despertó en mí una exigencia irresoluble, en el sentido de que el ideal me parecía importantísimo, motivaba todo mi ánimo y sentido de sacrificio, pero en el partido parecía no importar nada porque el verdadero problema era la vía democrática del socialismo, y por tanto ser capaces de celebrar elecciones, ganarlas y llegar al poder.

Este dualismo entre el ideal y la concreción para mí era insoportable, yo necesitaba que el ideal tuviera que ver con la vida cotidiana, que me implicara directamente haciendo que mi vida fuera significativa aquí y ahora. Así que cuando empecé a disentir y prácticamente salí del Partido Comunista, lo primero que hice junto con otros fue una comuna. Doce amigos nos fuimos a vivir juntos a una antigua villa. Poníamos en común el dinero que ganábamos, vivíamos juntos, y era una necesidad de primer orden mantener alto el nivel de cotidianeidad, por lo que desde ese lugar empezamos a crear escuelas de política y un montón de iniciativas. Pero llegamos a la evidencia de que no éramos capaces de explicar el porqué. La necesidad de mantener unidos el ideal y lo cotidiano, la necesidad de dar un significado y una dignidad a la propia vida y al propio trabajo, la necesidad de sentirse perteneciente al propio grupo de gente, al propio pueblo, eran todas dimensiones que no tenían una respuesta cultural adecuada. No lográbamos decirlo, no dominábamos el idioma adecuado para poder expresar estos deseos. Por eso, seguíamos dando vueltas alrededor del problema en vez de decir la verdad del marxismo, ser verdaderos en el marxismo y no revisionistas ni traidores de la teoría, todo el plan se nos escapaba entre las manos continuamente. El movimiento empezó a tomar cuerpo –eligiendo como nombre de nuestro diario ‘Servir al Pueblo’– pero no para ser vanguardia teórica ni intelectual sino para generar exactamente una vida distinta.

Noticias relacionadas

Tomarse a Dios en serio
Cultura · Antonio R. Rubio Plo
Ha llegado a mis manos un interesante libro "Tomarse a Dios en serio", escrito por Joan Mesquida Sampol, un funcionario de la Administración balear, con formación jurídica y en ciencias religiosas. El título va acompañado de este esclarecedor subtítulo "La dificultad de creer en un Dios que no...
19 marzo 2024 | Me gusta 4
Chesterton, un hombre del pueblo
Cultura · Antonio R. Rubio Plo
Este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Gilbert Keith Chesterton y el paso del tiempo solo sirve para subrayar la genialidad y la capacidad de intuición de un escritor que no puede ser reducido a la caricatura de un catolicismo militante....
21 febrero 2024 | Me gusta 1
La sociedad de la nieve: ¿Quiénes fuimos en la montaña?
Cultura · Isabella García-Ramos Herrera
Con esta pregunta, cierra la película que ha ganado 12 premios Goya, incluyendo Mejor Dirección a cargo del español J.A. Bayona y Mejor Película. La cinta, producida por Netflix, trata sobre el caso del avión que se estrelló en Los Andes en los años 70, y que de los 40 pasajeros y 5...
13 febrero 2024 | Me gusta 24
Gilda y Barioná
Cultura · Lucas de Haro
La oferta cultural de Madrid es habitualmente generosa, convirtiéndose en inabarcable en Navidades. Durante los últimos días de diciembre del acabado 2023 se simultanearon dos obras excepcionales: Barioná, El Hijo del Trueno de Sartre y la archi-tatareada Rigoletto de Verdi; la primera...
15 enero 2024 | Me gusta 5