11 S: Un aniversario que une a Obama y McCain

Mundo · Marco Bardazzi (Washington)
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11 septiembre 2008
Un luto devastador de escala nacional, que se hace más soportable con el paso del tiempo, pero que no por eso duele menos. Eso es lo que el 11 de septiembre sigue siendo para Estados Unidos, que ha aprendido a convivir con la pérdida. Raramente derrama ya lágrimas, pero conserva recuerdos imborrables y sabe que ha cambiado para siempre.

El recuerdo puede ocultarse en el olvido de la rutina, pero siempre resurge en cualquier gesto banal. Basta cualquier nimiedad: en el momento de quitarse las botas para pasar el detector de metales del aeropuerto, de repente, recuerdas que hace siete años ver en la terminal a un pasajero descalzo, con los mocasines y el cinturón en la mano, habría parecido una extravagancia. Hoy es la norma en cualquier escala.

En los primeros aniversarios el dolor era palpable, casi insoportable. El 11 de septiembre de 2002, con un viento que sacudía el polvo del cráter de la Zona Cero, en medio de un silencio sobrecogedor, se leían por primera vez los casi 2.800 nombres de las víctimas. El 11 de septiembre del año siguiente se nos hizo un nudo en la garganta, quizás el más intenso. La misma lectura, esta vez por niños que pronunciaban el nombre de padres, madres, tíos, abuelos, hermanos y hermanas que se desintegraron en las Torres Gemelas. "Te quiero, papá, te echo mucho de menos", dijo en el micrófono con la voz rota Christina, de 12 años, después de pronunciar el nombre de su padre, Richard Anthony Aceto. Y como ella, cientos. Esta vez el sonido de fondo no era el silencio del año anterior sino los sollozos ahogados.

Ahora Christina y los otros "niños de la Zona Cero" son adolescentes, casi adultos. Acuden a los aniversarios con el rostro de los jóvenes que han crecido deprisa. El área del antiguo World Trade Center se ha convertido para muchos de ellos en un cementerio familiar: de más de 1.100 víctimas no se ha llegado a encontrar más que algún jirón que permitiera la identificación. Casi 10.000 restos humanos se conservan en un depósito especial de Nueva York, a la espera de que en el futuro la ciencia encuentre nuevos métodos de identificación y les dé un nombre.

Como en el luto familiar, con el paso del tiempo las lágrimas son cada vez más esporádicas en Estados Unidos, pero eso no quiere decir que haya llegado el olvido. Después de siete años el país sencillamente ha empezado a metabolizar un hecho del que sólo ahora se empiezan a ver las consecuencias a largo plazo. El 11-S ha cambiado la cultura estadounidense: pintura, poesía, literatura, cine, todo se ha visto afectado y seguirá así mucho tiempo. Ha marcado la psicología, el humor y las carreras universitarias de una generación entera. Ha influido en la arquitectura; los rascacielos tienen en cuenta nuevas exigencias, como por ejemplo la resistencia al impacto de un avión de línea. Y obviamente ha dado la vuelta a todo el sistema de seguridad de un país que, antes de 2001, nunca había sido golpeado en casa desde la época en que los ingleses llegaron a Washington en la guerra de 1812.

El país ha cambiado profundamente, y no podía ser de otro modo, también la política. Este año es la segunda vez que el aniversario coincide con el final de la carrera hacia la Casa Blanca. Hoy los dos candidatos, John McCain y Barack Obama, estarán en el lugar-símbolo de aquel día, la Zona Cero, donde también el Papa Benedicto XVI quiso pararse en una silenciosa oración durante su viaje americano del pasado abril. "El 11-S nos une a todos, no como republicanos o demócratas, sino como americanos", afirman McCain y Obama en una declaración conjunta que firma una tregua de al menos un día en una campaña que siempre resulta áspera.

Para ambos aspirantes a presidente es un acto que lleva consigo oportunidades y riesgos electorales. McCain puede presentarse como el candidato del partido que en estos años, con George W.Bush en la Casa Blanca, ha obtenido el resultado innegable de haber impedido que en siete años Al Qaeda y sus secuaces golpeasen de nuevo América. Pero es también el abanderado de una aventura militar, la de Iraq, sobre cuya necesidad como etapa de la "guerra contra el terrorismo" post 11-S los americanos cada vez han tenido más dudas. Obama, a propósito de esta guerra, ha sido crítico desde el principio y es un sólido defensor de la necesidad de reforzar el esfuerzo militar en Afganistán, allí donde nació a mediados de los 90 el plan que desembocó en el acto de terrorismo más grave de la historia. Pero el candidato demócrata, en la Zona Cero, tiene que defenderse de la sospecha de no tener la experiencia necesaria para garantizar a los americanos la seguridad, que se ha convertido en uno de los temas que deciden el voto.

La gran atención a la política exterior, sobre todo la que mira a los países musulmanes, es otra herencia del 11-S y las dos campañas presidenciales que han seguido al ataque terrorista se han diferenciado en este punto de las de los años 90.  En aquel entonces, unos Estados Unidos que aparecían como la única superpotencia planetaria se preocupaban por gestionar mejor su propio poder mientras estallaba el boom tecnológico auspiciado por internet. El séptimo aniversario del 11-S llega sin embargo en un escenario que Fareed Zakaria, director de Newsweek Internacional, ha resumido en su último y exitoso libro como el mundo post-americano, marcado por el nacimiento de nuevas potencias, como China, India o Brasil, por los desafíos de la globalización, por las amenazas del terrorismo islámico y por el resurgimiento de un fuerte nacionalismo, sobre todo en Rusia.

Pero éstas, en el fondo, son consideraciones sobre escenarios planetarios que quedan lejos del aniversario que hoy vivirán, una vez más, los ex "niños de la Zona Cero" como Christina. Para ellos será otro día de visita al insólito cementerio donde están construyendo un nuevo rascacielos, la Torre de la Libertad, en medio del polvo en el que se disolvió su papá.

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