Yihadismo global: se encienden otra vez las alarmas

El 10 de junio, Foreign Affairs publicaba un ensayo de Graham Allison, profesor de Harvard y experto en seguridad, y Michael Morell, ex director adjunto de la CIA, quienes advierten de un contexto que, en su opinión, recuerda al auge de Al Qaeda en la segunda mitad de los años noventa. En aquellos años, fue el entonces director de la CIA, George Tenet, quien lanzó repetidamente la alerta, pero no fue suficiente para evitar los atentados contra las embajadas estadounidenses en Nairobi y Dar es Salaam y, sobre todo, el 11-S. Hoy, el director del FBI, Christopher Wray, y el general Michael ‘Erik’ Kurilla, comandante del Mando Central estadounidense (CENTCOM), hacen lo mismo. En una comparecencia ante el Comité de Inteligencia del Senado, el primero afirmó que el clima ya estaba sobrecalentado hace un año, pero tras el atentado de Hamás del 7 de octubre «hemos visto crecer la amenaza de terroristas extranjeros hasta un nivel completamente distinto». El segundo ha subrayado en repetidas ocasiones las «preocupantes capacidades de los grupos terroristas contra los que luchan sus fuerzas en Oriente Próximo y el sur de Asia». Esta amenaza, escriben los autores del ensayo, es polifacética. El director del FBI señaló en particular tres fuentes de riesgo, consideradas «simultáneamente elevadas»: el terrorismo internacional, el nacional y el patrocinado por el Estado. Preocupan las posibles acciones de los llamados lobos solitarios o pequeñas células, pero los responsables de los servicios de seguridad estadounidenses no descartan operaciones orquestadas en el extranjero, quizá por la rama afgana del Estado Islámico (ISK), o planes elaborados por Irán. Bajo especial vigilancia se encuentra la porosa frontera con México, donde algunos traficantes de seres humanos estarían en contacto con facilitadores extranjeros vinculados al Estado Islámico. De hecho, el 11 de junio, ocho tayikos pertenecientes al ISK, que habían entrado en el país por la frontera sur, fueron detenidos en Estados Unidos. «Hay mucho en juego», se lee en Foreign Affairs, «y hacerse el tonto es un riesgo mayor que el alarmismo».

Un artículo del Long War Journal del 10 de junio se centra en el Estado Islámico en Jorasán, que con sus atentados en Irán, Rusia y Pakistán ya ha demostrado su capacidad para golpear incluso fuera de las fronteras afganas. En el último número del CTC Sentinel, la publicación mensual del Centro Antiterrorista de West Point, se puede encontrar un excelente estudio en profundidad sobre este tema. Los autores del estudio destacan, entre otras cosas, los esfuerzos de la organización terrorista por reclutar militantes centroasiáticos, especialmente tayikos y uzbekos, mediante propaganda dirigida.

También en el Long War Journal, Bill Roggio y Caleb Weiss, ambos expertos en yihadismo y terrorismo, analizan el llamamiento con el que el egipcio Sayf al-Adl, jefe de facto de Al Qaeda tras el asesinato de Ayman al-Zawahiri, invitó a los partidarios de la organización yihadista a trasladarse a Afganistán para entrenarse y prepararse para golpear a los enemigos «sionistas» y «occidentales». El documento muestra cómo la guerra de Gaza permitió al mando central de Al Qaeda relanzar sus ambiciones globales, además de ser una confirmación de los lazos que siguen existiendo entre Al Qaeda y los talibanes, ya señalados por un informe de la ONU en 2021.

Sin embargo, la adhesión de los dirigentes de Al Qaeda a la lucha de Hamás no es compartida por la galaxia yihadista. Un artículo de Cole Bunzel en Jihadica examina la postura de Abu Muhammad al-Maqdisi, uno de los ideólogos más influyentes de esta corriente, respecto a la guerra en curso en Gaza. Al-Maqdisi elogió el ataque del 7 de octubre, pero en una serie de discursos advirtió a Al-Qaeda que no se «subiera a una ola que no es la suya» ni «cantara una canción que no le conviene». Para decirlo sin rodeos: según al-Maqdisi, Hamás no tiene nada que ver con la lucha y el método yihadistas, y Al Qaeda no debe comprometerse en una asociación que sería perjudicial.

La semana pasada, un artículo de HumAngle, plataforma especializada en temas africanos, destacaba el crecimiento del Estado Islámico en África. En un número reciente de su boletín semanal, la organización yihadista afirmaba que en la última semana de mayo, 23 de sus 37 operaciones totales tuvieron lugar en el continente africano. El Estado Islámico está activo en varias regiones, pero en estos momentos se ve especialmente afectado en África central, donde está llevando a cabo la campaña «romper la cruz» contra las poblaciones cristianas. Como informa Reuters, entre otros, la semana pasada una serie de atentados dejaron 80 muertos en la provincia de Kivu Norte, una zona ya asolada por años de guerra.

Artículo publicado en Oasis

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