Y nos bajan el sueldo
Nunca he creído demasiado en los políticos. Ignoro si habrá alguno que sea honrado, pero todo apunta a que no. Y sí. Me creo lo de los sobres. Algo hay, desde luego. Parece que nadie está libre de culpa, desde la familia real, que pregona un comportamiento ejemplar, pero no es capaz de poner orden en su propia casa, hasta el último mono del zoo, pasando por los políticos del poder y los de la oposición, todos, presuntamente, ponen una mano por lo bajo, extendida, para llevarse mis miserables euros, los que me gano con el sudor de mi frente, y que a ellos tal vez no les supongan nada, pero a mí sí. Y me los he ganado yo, al igual que los que se han ganado mis amigos, honradamente. Se los llevan a Suiza, a Rusia o a latifundios argentinos. La consecuencia de todo esto es que España está empezando a ser un país miserable y tercermundista, como yo, desde luego, no he conocido antes.
Además, ese mismo día compré el abono transporte, que ha subido otros varios euros y todavía habrá que pagar más por él el mes que viene. Y así, todo va subiendo, y los curritos honrados de toda la vida nos vamos hundiendo. Y en esta situación ya no cabe la comprensión de las bajadas de sueldo por solidaridad hacia el bien común del país; tampoco la comprensión hacia los recortes en sanidad o en educación.
En esta situación hace falta que todo se aclare, y periodistas que sean neutros. Que tengan grandeza de espíritu y quieran aclarar toda la verdad, no sólo una parte: la verdad, tanto de la derecha, como de la izquierda, de CIU o de quien esté corrupto y huela a podrido. Porque muchos periodistas de la izquierda son indulgentes con la presunta corrupción del PSOE y muchos periodistas conservadores hacen la lo propio con el PP. Y eso, señores, es una auténtica deslealtad.
Y a mí me gustaría que, ya que es inevitable pagar impuestos, por lo menos sirvan para sacar adelante España. Y no para engrosar la cuenta corriente de miles de ladrones de guante blanco y algún que otro cómplice. Pónganse todos de parte de la verdad. Las ideologías forman parte del pasado. Del siglo XX, concretamente.