Vientos de libertad en la cultura ucraniana

Para el pueblo ucraniano, este escritor es un símbolo histórico de la resistencia ante Rusia. Merece la pena releer sus obras en estos tiempos duros, en que se hace aún más necesaria una cultura que hable al corazón humano.
“Sígueme, lector. ¿Quién te ha dicho que no existe en el mundo un amor verdadero, fiel y eterno? Que le corten la sucia lengua al mentiroso. Sígueme, lector mío, solo a mí y te mostraré ese amor. No. El maestro se equivocó cuando, en la clínica, en el instante en que la noche se transformaba en media noche, le dijo a Ivancito con ardor que ella lo había olvidado. Eso no era posible. Ella, por supuesto, no lo había olvidado”. Esto lo dice en las páginas de El maestro y Margarita, la novela de su vida. Recuperaba esta novela estos días, con la exigencia de que el autor saliera al encuentro de esa Kiev en la que vivió sus primeros treinta años y que hoy vive martirizada por la invasión rusa. En circunstancias así, recordamos las cosas que tienen significado, lo que significa ese espacio dibujado en los mapas que vemos por televisión, para caer en la cuenta de que esta es una guerra que se libra en el corazón de Europa.
Cuando se habla de amor y fidelidad, sigamos la invitación del autor, que nos despierta a regañadientes de nuestra indiferencia y resignación. Aire fresco, un escudo de verdad cuando en nuestra rutina las palabras amor y fidelidad tienen un efecto imán pero en vez de atraernos, nos repelen.
El maestro y Margarita está lleno de soluciones pirotécnicas. Una trama envolvente donde lo fantástico nunca nos arranca de la realidad. Tienes que aceptar el desafío y entrar en el laberinto de una historia que azota el presente, el de la Unión Soviética de Stalin, llevándonos a reflexionar ante la invasión y el pensamiento perturbado de Vladimir Putin, alimentado por las teorías de un tal Aleksandr Duguin, que al valorar la crisis del mundo occidental augura un protagonismo renovado para el Kremlin mediante la desmembración y la anexión forzosa de las antiguas repúblicas soviéticas, soñando con una Euroasia de tradición moscovita. La novela de Bulgakov no es una fábula, sino una puesta en escena brillante que desmonta con palabras y tramas narrativas sublimes la irracionalidad del totalitarismo comunista.
Bulgakov, que en principio participaba de la vida literaria moscovita, fue conociendo progresivamente a su pesar el sufrimiento humano y artístico debido a la censura. Hasta el punto de escribir una carta a Stalin planteándole la posibilidad del exilio. El dictador se lo negó. Murió en 1940, antes de cumplir los cincuenta, debido a una grave enfermedad. Acabó su vida como un desgraciado. El cordón sanitario también funcionó con él.
Para los ucranianos, el escritor es un símbolo histórico de la resistencia a Rusia y a la mentalidad totalitaria. Corazón de perro es un texto memorable, escrito con una sabia ironía sobre la estupidez de la burocracia bolchevique y con una representación inquietante de su proyecto de hombre nuevo.
También en Ucrania, en Berdichev, nació otro gigante del pensamiento libre, Vasili Grossman, autor de Vida y destino. Dos palabras que se mantienen firmemente unidas. No porque sean presas la una de la otra, sino porque insisten en la verdad, la justicia y la libertad. Una resistencia que vence incluso bajo las bombas de un momento como el actual.