Sí hay cambio en la ponencia política del PP

España · Fernando de Haro
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16 junio 2008
La ponencia política que ha rechazado María San Gil contiene lo que siempre ha defendido el Partido Popular. Ésa es la tesis que se ha impuesto. El abandono de la líder vasca se habría debido a una desconfianza hacia las personas. La redacción del texto muestra estilos diferentes y, en el apartado de la lucha contra terrorismo y de los nacionalismos, se nota que ha habido aportaciones de última hora.

José María La Salle, el teórico del partido simpático y alejado de la Iglesia, el nuevo hombre de Mariano Rajoy para definir principios, viendo que San Gil y, con ella muchos otros, estaban muy incómodos, metió a última hora afirmaciones contundentes para que los críticos se quedaran sin argumentos. No es de extrañar que, a pesar de la literalidad del texto, Jaime Mayor Oreja haya apoyado a San Gil por la intranquilidad que le despiertan sus redactores.

Pero no todo es terrorismo y nacionalismo, y no sólo en los artífices de la ponencia hay un cambio, también en la letra. Son diferencias que pueden dar argumentos a los que quieren provocar una crisis sin complejos para cuestionar la línea que esta marcando el aparato oficial. Hasta ahora, el lío del PP ha tenido mucho de luchas personalistas, de fulanismo, de imposición de los entornos mediáticos. Ahora estamos llegando al hueso del asunto. Ahora puede comenzar un debate trascendental en el que está en juego si el PP sigue siendo un partido que no margina a buena parte de su base social.

Un cambio, no secundario, de la actual ponencia política respecto a la que se aprobó en el XV Congreso, titulada "Comprometidos con las personas", es que el PP deja de ser una formación "inspirada en el humanismo cristiano" para convertirse en un partido que se apoya en "valores típicamente occidentales". Es una transformación con precedentes. La ponencia inicial de 2004 no contenía la expresión "humanismo cristiano". Fueron las enmiendas las que la introdujeron. Entonces, aunque la discusión tenía su importancia, se producía en un contexto "pacífico" en el que la posibilidad de que los católicos del partido quedasen marginados era remota. Pero desde octubre de 2004 ha llovido mucho. Los católicos han tenido que trabajar duro en algunas discusiones del grupo parlamentario de la pasada legislatura para que el partido asumiera como propias cuestiones relacionadas con la libertad de educación, la familia o una laicidad no agresiva. Hay quien ahora teoriza que hay que alejarse de la Iglesia. No es que la expresión "humanismo cristiano" sea especialmente afortunada. Muchas veces se ha entendido como un referente abstracto, como un pretexto para hacer política "desde arriba", olvidando la lenta construcción de sujetos sociales expresivos de la novedad que el catolicismo aporta a la democracia. Pero la fórmula apoya un pluralismo efectivo en el partido, puede servir para que los católicos que están en política y para que aquellas realidades sociales que buscan una interlocución con el PP encuentren un asidero. En cualquier caso, sirve para vincular al partido con una tradición que está viva, con una realidad articulada.

La expresión "valores típicamente occidentales" no tiene detrás un sujeto que los reclame. Aumenta, por tanto, la abstracción. No es causalidad que, tras revindicar valores occidentales, sin vincularlos a experiencias históricas, la ponencia sea mucho más genérica en cuestiones sociales que la de 2004. En la de hace cuatro años había un largo apartado dedicado a la familia, se hablaba de su función esencial en la sociedad y de la necesidad de apoyarla. Muy sintomático es el cambio en la cuestión de la educación. En 2004 se decía: "defendemos la libertad de enseñanza (…), debemos trabajar para que la voluntad de los padres sea el criterio principal a la hora de articular la oferta educativa (…), no compartimos el discurso anticuado de quienes quieren mantener una pugna entre enseñanza pública y privada". Se defendía la iniciativa social. Ahora la ponencia habla, en el terreno de la enseñanza, de esfuerzo, de igualdad y hace una crítica suave a Educación para la Ciudadanía. Guarda silencio sobre las formas en las que libertad educativa se concreta.

Un PP cada vez más abstracto en sus formulaciones políticas es un PP más débil frente al zapaterismo. Son el humanismo cristiano, el liberalismo hispánico o el conservadurismo europeo… las corrientes con nombres y apellidos, con sujeto social detrás, las que pueden generar una alternativa atractiva.

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