¿Qué nos espera en 2017?

Mundo · Ángel Satué
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10 enero 2017
Es momento de recapitulación. Estas fechas invitan a echar la mirada atrás y ver ese camino machadiano, lleno de álamos, de ríos y campos de oro. También es momento de mirar el trecho por recorrer en 2017. Un camino que se ha de andar por uno mismo, pero que estamos llamados a hacerlo en compañía. Por eso me gusta el análisis del panorama internacional, porque es una oportunidad para comprender cómo avanza el mundo en esto de llevarse bien, de preocuparse por el otro, de ver si somos más libres y prósperos, de ver si compartimos más, o si han variado las formas en que competimos por los recursos.

Es momento de recapitulación. Estas fechas invitan a echar la mirada atrás y ver ese camino machadiano, lleno de álamos, de ríos y campos de oro. También es momento de mirar el trecho por recorrer en 2017. Un camino que se ha de andar por uno mismo, pero que estamos llamados a hacerlo en compañía. Por eso me gusta el análisis del panorama internacional, porque es una oportunidad para comprender cómo avanza el mundo en esto de llevarse bien, de preocuparse por el otro, de ver si somos más libres y prósperos, de ver si compartimos más, o si han variado las formas en que competimos por los recursos.

Tal vez las relaciones internacionales tengan el tono, la prosa, el estilo y la narrativa de Paul Auster. Hay azar, intriga, destino, laberintos y pasadizos escurridizos, personajes con sus fantasmas reales, una realidad del mundo vista por unos ojos minuciosos, relatos que se superponen, como los intereses nacionales, y que trazan líneas muy dispares en el concurrido espacio-tiempo. Y leer a Auster puede ser pesado y aburrido, pero llega a enganchar cuando se comprende al personaje y su historia.

En mi opinión, visión y cosmovisión, la de un europeo de nuestros días, en 2017 arreciarán los vientos del Este (expansionismo ruso, terrorismo basado en la peor interpretación del islam, reafirmación económica china), que han ido soplando convulsamente desde finales de 2015 y durante todo 2016, y nos situaremos no ante el final de la globalización, si no iniciando una nueva fase radicalmente diferente.

Esta se caracterizará por mayor autorregulación de las multinacionales en la gestión de los retos globales, e intentos de la sociedad civil en cada país de conectarse globalmente y de incidir en las políticas globales, la pérdida de capacidad de maniobra de la ONU (y de prestigio), la reacción de los estados frente a sus opiniones públicas –consolidadas o incipientes– buscando ambos su papel en el gobierno de los asuntos económicos mundiales, aumento del proteccionismo, aislacionismo y de las guerras comerciales, y con un comercio internacional compartimentado regionalmente (fin de los grandes acuerdos), y sobre todo digitalizado, convirtiendo en anticuadas las fronteras nacionales y los modelos basados en la competición entre países.

En economía, el caso de la empresa germana Adidas será muy frecuente. Se dispone a replegarse desde China hasta Alemania, gracias a la robotización industrial, y planifica acercarse a sus mercados clave construyendo fábricas, aprovechando las nuevas tecnologías digitales. El mercado nacional y los países toman fuerza, al tiempo que son incapaces de gestionar por sí mismos los retos globales. ¿Lo propiciará también Trump?

En 2017 asistiremos a diversos estertores del estado-nación, como muestras de poder a la vieja usanza, y a la generación de conflictos como si se tratase del siglo XX, pero imposibles de gestionar con la tecnología institucional global actual. Esto evidenciará las limitaciones del estado-nación en la nueva era, también luchando contra el terrorismo.

En el mundo desarrollado, los focos del escenario creo que alumbrarán una serie de problemas que salen a la luz a causa de la globalización. Así, la pérdida de productividad, la ausencia de trabajo para todos, la digitalización (tecnologización) y robotización de los procesos industriales y sobre todo de los servicios, generarán muchas tensiones sociales. Con una menguante clase media, colchón antirrevolucionario y sin esperanza laboral ni hijos, Europa será incapaz de avanzar en su unidad y EE.UU. estará más desunido que antes.

Rusia intervendrá de nuevo entre los bastidores de la política interna de los países europeos, influyendo y financiando movimientos favorables a sus intereses. Aquí podremos comparar cómo funciona una plutocracia (Rusia) frente a unas democracias en proceso de unión, a pesar de que sea a costa de perder dos o tres socios en el camino (Polonia –menos probable–, si bien Hungría, Bulgaria, Grecia tradicionalmente han estado próximas a Rusia).

Al mismo tiempo Rusia tenderá a rebajar la tensión con China, que es sin ninguna duda su gran rival en el siglo XXI, aunque no lo declare. Va a seguir con su juego de reforzar su presencia en sus tradicionales áreas de influencia, sin más pretensiones, pero sin menos, con una teoría de fondo, la de consolidarse en el “Heartland” o corazón del mundo. Esta área discurre desde el río Volga hasta el Yangtze y desde el Himalaya hasta el océano Ártico. Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo.

EE.UU, por su parte, replegado en sí mismo para recuperarse de la aventura afgano-iraquí desde 2001, se verá forzado a ejercer de hegemón para que su repliegue no suene a debilidad, conteniendo en ocasiones la ambición de Putin o colaborando con él –Siria–, y seguramente pueda llegar a darse un “choque de personalidades” entre Putin y Trump, este último además presionado por las fuerzas vivas de su país (el establishment). EE.UU. centrará todos sus esfuerzos en su reindustrialización, pero solo tendrá éxito si esta es la de la era de la digitalización, y para ello cuenta con Silicon Valley, su gran ventaja competitiva frente al mundo. Además, tratará de reequilibrar su balanza comercial con los países de Asia, pues actualmente China tiene mucho peso relativo como socio de esas economías. No obstante el interés en el Pacífico, es posible que en el medio plazo la estrategia de replegarse motive que deba hacer “acto de presencia” a la fuerza (ya está en Japón, Filipinas, Corea del Sur) y militarmente hablando, si se disparan las tensiones en el Mar de China, y sobre todo entre China y Japón (gobierno de nacionalistas quasi revisionistas). Pero siempre preferirá llegar para poner orden entre todos que tomar partido por sus aliados tradicionales.

Y mi querida Europa, dejándome tanto en el tintero, como las persecuciones religiosas, el nacionalismo hindú y nipón, la bancarización de India, terrorismo nuclear, epidemias…, se juega su existencia en su formato actual de Unión Europea.

Por mucha voluntad que se tenga, el Brexit, la aparición de extremismos de izquierda y derecha, gestión del descontento social, gestión de la inmigración/refugiados, gestión de demografía, elecciones en Alemania, Francia y tal vez en Italia, terrorismo islámico, bolsas inestables, aumento del precio del petróleo e inflación… van a hacer mella en los europeos mejor preparados de la historia para ser luz en un mundo globalizado, que si lo es, es por nosotros. Esa es nuestra esperanza. Esa, y que es posible construir un mundo nuevo, si no hacemos tabla rasa con todo lo anterior, sino respetando al hombre y su propia dignidad y naturaleza humana.

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