Porque soy un hombre

Editorial · Fernando de Haro
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30 abril 2023
La atención y la ternura hacia su propia humanidad se convierten, como el mismo dice, en la posibilidad de reconocer a Cristo. Don Giussani, solía afirmar, que somos introducidos en los ideales a través del gusto.

Desde hace unas horas está en las librerías españolas mi biografía no científica de don Giussani (El ímpetu de una vida). En realidad, utilizar la palabra biografía en este caso sería pretencioso, más bien habría que hablar de “escenas de la vida del fundador de Comunión y Liberación”. Este volumen es absolutamente tributario de la gran investigación realizada en su momento por Alberto Savorana. Mientras me documentaba para escribir, redescubrí el valor de algo que es sabido por los muchos que conocieron a esta gran figura del siglo XX. Giussani, en muchas de sus intervenciones, hacía referencia a acontecimientos de su propia vida. Son tantos que casi se puede construir una autobiografía.

Siempre, hasta en los momentos últimos de su enfermedad, hace un ejercicio de memoria de sus años con su familia en Desio, de la vida en el seminario, de muchos momentos esenciales que marcaron su vida. Este ejercicio continuo no es solo un recuerdo de lo vivido, es la memoria de una experiencia. Como él mismo explicó en 1963, la “experiencia es vivir aquello que me hace crecer”. La experiencia, por eso, implica el hecho de darse de cuenta de estar creciendo. Y esto en dos aspectos fundamentales: la capacidad de comprender y la capacidad de amar. Siempre hay en Giussani un juicio ante la circunstancias. Este modo de construir, de construirse, absolutamente histórico, estaba en las antípodas del ambiente eclesial en el que vivió. Sigue siendo extraño para quien considera el cristianismo con un “a priori”, un conjunto de nociones doctrinales, un sistema de valores, o la base de un proyecto político o cultural.

Las circunstancias juzgadas se convierten en método educativo, en desarrollo del carisma que se le concedió. Muchos de los que ahora leemos como textos fundacionales surgieron al calor de un problema concreto, de una asamblea o de la necesidad de responder a sus alumnos. La circunstancia es para Giussani vocación. Y lo que sorprende, al repasar los momentos esenciales de su vida, es que la primera circunstancia es su propia humanidad. Nunca la censura, siempre la utiliza para madurar y para hacer crecer su fe.

Quise, antes de ponerme a escribir pasear por los corredores del seminario de Venegono, donde estudió y vivió. Y en aquel momento recordé su insistencia: solo una toma de conciencia atenta, tierna y apasionada de mí mismo me puede abrir y disponer a reconocer, a admirar, a agradecer y a vivir a Cristo. Lo decía el hombre que en su juventud había llorado al acostarse porque nunca sería como Beethoven, el que había vibrado con los versos del ateo Leopardi, el anciano que se “enamoraba” de los camareros, o que no dejaba pasar la provocación que suponía haberse convertido en una persona dependiente. Paseando por Venegono se me hizo presente la punzante claridad con la que Giussani había experimentado que el hombre, solo, no puede ser hombre. Creo que sin haber sufrido la soledad que engendra la insuficiencia de las cosas no se hubiera desplegado su pasión por la presencia de Cristo, no hubiera desarrollado un camino educativo original, nuevo y provocativo para el hombre contemporáneo.

La atención y la ternura hacia su propia humanidad, hacia la música, hacia los poetas, hacia los amigos que le hacían vibrar, hacia el abismo de la nada que con melancolía se le insinuó en una tarde de viento junto al mar se convierten, como el mismo dice, en la posibilidad de reconocer a Cristo. Somos introducidos en los ideales- solía afirmar- a través del gusto. Me parece que este modo de vivir, en primera persona, le aleja de cualquier clericalismo. En una de sus intervenciones a un grupo de futuros sacerdote decía: ¿cuál es la primera condición para transmitir a Cristo a los otros? Ser hombres verdaderos. En una de sus visitas a Madrid señalaba también: lo que digo lo digo porque soy un hombre.

 

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