Cartas desde la frontera / XXIII

¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?

Escrituras · IGNACIO CARBAJOSA
COMPARTIR ARTÍCULO Compartir artículo
| Me gusta 5
27 marzo 2023
Solo conociendo la promesa podemos identificar y conmovernos con el cumplimiento.

Querido Pascual,

 

Aprovechando mis últimos días en Oxford, la semana pasada estuve en la British Library, en Londres, para ver de cerca y estudiar algunos manuscritos de la Peshitta (Biblia siríaca). La verdad es que impresiona tener entre mis manos estas joyas, algunas del siglo VI d.C. Lo que no pude tocar, sino solo contemplar en la sala de los “tesoros”, fue el Codex Sinaiticus, la Biblia más antigua del mundo. Se trata de un códice del siglo IV d.C. que contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento juntos, ambos en griego. Juntar ambos testamentos hoy nos parece la cosa más normal del mundo y sin embargo lo que sucede en este primer ejemplar del siglo IV es algo realmente excepcional. Encuadernar el Nuevo Testamento a continuación del Antiguo supone afirmar que toda la historia de Israel, tal y como está testimoniada en el Antiguo Testamento, encuentra su cumplimiento en Jesús de Nazaret.

Son precisamente los profetas, que comenzamos a ver la semana pasada, los que mejor muestran la expectativa de algo que debe todavía llegar, los que mejor expresan las promesas que esperan un cumplimiento. Por eso es tan importante que ambos testamentos estén encuadernados juntos: solo conociendo la promesa podemos identificar y conmovernos con el cumplimiento. Esta es justo la estructura que encontramos en la liturgia eucarística los domingos: la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento, está siempre relacionada con el evangelio según la dinámica promesa-cumplimiento.

Pongamos el ejemplo del profeta Elías al que dediqué mi última carta. Si no quieres que te pase como a los discípulos de Jesús (como ahora te explicaré) deberías conocer cómo terminó sus días el profeta y lo que dijo de él Malaquías varios siglos después. En efecto, Elías es el único personaje del Antiguo Testamento (en realidad junto con Henoc, mucho antes de la llamada a Abrahán, cf. Gén 5,21-24) que no muere, sino que es arrebatado al cielo. En el segundo capítulo de 2 Reyes, puedes leer la historia de cómo Eliseo recibe una parte del espíritu profético de Elías ante de que este fuera elevado al cielo por un carro de fuego. Cuatrocientos años después, el profeta Malaquías lanza una profecía que jugará un papel muy importante en la espera del Mesías en Israel:

“Recordad la ley de mi siervo Moisés, los mandatos y preceptos que le di en el Horeb para todo Israel. Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra” (Mal 3,22-24).

Si te sirve de consuelo, algunos de los discípulos de Jesús sabían poco del Antiguo Testamento y ciertamente no conocían esta profecía. Esto es lo que se deduce del episodio que se nos narra en el capítulo 17 del evangelio de Mateo. Lo recreo un poco para que lo entiendas mejor. No “invento” nada, simplemente imagino las cosas que no están dichas en la escueta noticia que nos da Mateo pero que debieron ocurrir necesariamente. Los hermanos Santiago y Juan tenían familia en alguno de los lugares por los que pasaban mientras acompañaban a Jesús por las ciudades y aldeas de Galilea. En una de las ocasiones, aprovechando una pausa durante las horas más calurosas del día, se acercaron a comer a casa de unos primos. Uno de ellos era escriba, es decir, un joven que había tenido la oportunidad de ir a la escuela, aprender a leer hebreo y conocer las Escrituras.

Durante la comida podemos imaginar cómo Santiago y Juan hablaban de lo que estaban viviendo con Jesús: todas las cosas que les sucedían, los milagros, las parábolas, la gente que se apiñaba para verlo. Es normal que tarde o temprano saliera de sus labios la expresión: “verdaderamente es el Mesías que esperábamos”. Es en ese momento cuando interviene el primo “escriba”. Pongo en sus labios las palabras que podría haber dicho, visto lo que sucedió después: “Ya sabía yo que de mis primos pescadores no podría esperarme otra cosa que ingenuidad. Os lo creéis todo. Vamos a ver, ¿no sabéis que antes de que llegue el Mesías tiene que venir Elías, el profeta que fue arrebatado al cielo? ¡Lo dice el profeta Miqueas! Si frecuentarais un poco más la sinagoga… Pues bien, ¿alguno ha visto llegar a Elías? No, evidentemente. Pues sacad vosotros la conclusión, ¿o pretendéis ir en contra de las Escrituras?”.

Planchados. Se debieron quedar planchados. Lo decía su primo escriba y lo decían sobre todo las Escrituras, que no pueden fallar. Cuando por la tarde volvieron con el grupo de los doce estaban cabizbajos. No se atrevían a decir nada a Jesús. “¿Quién sabe si nos dice: «ya empezáis a desconfiar de mí»?”. Pero no podían seguir como si no hubieran oído nada: el gusanillo de la duda se les había colado. Al día siguiente, y aquí conecto con el capítulo 17 de Mateo, Jesús tomó a Pedro, Santiago a Juan y se los llevó a un monte alto. Allí tuvieron una experiencia única, en la que era difícil distinguir la realidad de la visión: asistieron a un extraño diálogo entre Jesús, Moisés y Elías. En el fondo se trataba del diálogo entre la promesa y el cumplimiento. Moisés y Elías representan la promesa contenida en la Escritura, es decir, en la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías), mientras que Jesús se presenta como el cumplimiento.

Bajando del monte, Santiago y Juan no podían callarse ya. “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?” (Mt 17,10). La respuesta de Jesús les desplazó completamente: “«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista” (Mt 17,11-13).

Si después de la conversación con el primo escriba la fe de Santiago y Juan se había enturbiado con la sospecha de que tal vez no estaban delante del Mesías, la respuesta de Jesús no les había devuelto a la “casilla de partida” sino que su fe había dado veinte pasos hacia delante. El primo tenía razón, Elías tiene que venir primero, ¡pero de hecho ya ha venido en la persona del profeta Juan, el Bautista, que había sido decapitado unas semanas antes! Ya no era una impresión personal, ¡Jesús es el Mesías que cumple las Escrituras!

En realidad, Jesús ya había hablado del Bautista, mientras este todavía estaba vivo, como “el Elías que tenía que venir”, solo que lo hizo delante de la gente y en ausencia de sus discípulos que habían sido enviados a predicar de dos en dos: “Este es de quien está escrito: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti». En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo” (Mt 11,10-14).

Y si nos remontamos al nacimiento de Juan el Bautista, ya su padre, Zacarías “se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo: (…) Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados” (Lc 1,67.76-77), aludiendo a la misión del nuevo Elías.

Como ves, querido Pascual, es importante conocer el Antiguo Testamento para poder sorprender a Jesús en el acto de cumplir las Escrituras. La semana próxima comienza la Semana Santa. No hay mejor momento para acompañar a Jesús en sus padecimientos ya anunciados por los profetas. Esos días ya estaré en Madrid, así que nos veremos. La próxima carta la escribiré ya a mitad de abril, cuando llegue a mi nueva etapa: Harvard (Boston). Entraremos en los grandes profetas, aquellos que van dibujando los rasgos del Mesías que tenía que venir.

 

Un abrazo

 

¡Sigue en Twiter los artículos más destacados de la semana de Páginas Digital!

Noticias relacionadas

Cantadnos un cantar de Sión
Escrituras · IGNACIO CARBAJOSA
¡Esta es muy última carta! La humanidad que expresan estos Salmos se puede acoger por entero y convertirse en oración cuando reconoces que Cristo presente ha venido a cumplirla. ...
25 septiembre 2023 | Me gusta 3
Llamarada divina
Escrituras · IGNACIO CARBAJOSA
Enamorarse significa dejar un flanco abierto, una especie de herida, porque echar de menos «duele», aunque sea el dolor más deseado. Es más, estamos hechos para esa herida, que rompe nuestra tendencia a la autonomía....
18 septiembre 2023 | Me gusta 5