Crisis económica, crisis de mentalidad

Plus Ultra

España · Fernando de Haro
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15 febrero 2011
El debate va a ir en aumento. Los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea este martes se han mostrado dispuestos a dar luz verde al Pacto de Competitividad. Lo impone Alemania a cambio de la ampliación del Fondo de Rescate. Angela Merkel pone dinero si los países periféricos, o sea España y compañía, se comprometen a mejorar su productividad. Talón de Aquiles de nuestra economía.

El Informe de Competitividad del Foro de Davos (http://www3.weforum.org/docs/WEF_GlobalCompetitivenessReport_2010-11.pdf) refleja que hemos descendido hasta el puesto 42. Desde finales de los años 70 la productividad española desciende sin pausa. Las causas estructurales son evidentes: un modelo económico centrado en sectores de poco valor añadido, poca inversión en capital de conocimiento, relaciones laborales muy rígidas. Los españoles trabajamos 300 horas más de media que el resto de los europeos y tenemos una de las tasas de productividad más bajas. ¿Hay algún factor cultural que explique lo que sucede? "Tenemos un absentismo altísimo, del 5,8 por ciento, por eso perdemos 13.000 millones de euros al año", explica Rafael Morales, catedrático de Economía Financiera de la UNED. "Ese es el absentismo de los que no van a trabajar al que hay que añadir el absentismo presencial, de la gente que está en su puesto de trabajo y no hace nada", añade Rocío Albert, profesora de Economía de la UCM. "Nuestro problema de productividad se soluciona con tres medidas: educación, educación y educación", completa Pablo Vázquez, director de FEDEA. 

¿Cuál puede ser el propósito de esa educación? ¿Se trata sólo de mejorar la instrucción? El reciente estudio Alerta y desconfiada, la sociedad española ante la crisis (FUNCAS) de Víctor Pérez Díaz (http://www.funcas.ceca.es/publicaciones/InformacionArticulos/Publicaciones.asp?Id=1653) ha tenido la virtud de mostrar la crisis que hay tras la crisis. No habla sólo de burbujas inmobiliarias, aporta datos sobre la mentalidad de los españoles, objeto preferente de cualquier esfuerzo educativo. El primer rasgo de esa mentalidad es la dificultad para aprender. "En contra de lo que a veces se dice, la experiencia enseña muy poco por si misma. En la España de hoy, lo que se pudo aprender con la grave crisis económica en la primera mitad de los años noventa ha quedado bastante diluido en el debate posterior" (Pág. 71). A pesar de la evidente crisis del Estado del Bienestar, "entre 207 y 2009 se observa un aumento sustancial del sentimiento estatista de la población  que afectaría ya a dos tercios" (Pág. 87). Estatalismo que viene acompañado de una resistencia a "cambios que conllevaran una mayor flexibilidad en los salarios y en las condiciones de trabajo" (Pág. 114). De hecho,  "los trabajadores no se aplican más en su formación aunque vivamos una crisis económica" (Pág. 115). Junto a ello hay "obsesión por la seguridad", lo que nos distingue de bastantes europeos.

Desconfianza

Al menos no nos engañamos. El  69 por ciento de los españoles reconocemos hacer el trabajo sólo para cumplir. El éxito nos parece consecuencia mucho más de los buenos contactos (56,6 por ciento)  que de las buenas ideas y del trabajo (17,8 por ciento). "Se dicen las cosas como son: se trabaja para cumplir, se reconoce el esfuerzo más bien poco". Pero quizás el dato que apunta de una manera más sangrante a una crisis de mentalidad, a una enfermedad antropológica, es la incapacidad para confiar en el otro. Base de la construcción común y de una economía sana. Un 61  por ciento asegura que nunca se es suficientemente desconfiado. Esa desconfianza, el poco gusto por el riesgo o por el trabajo más que problemas morales bien pueden ser los síntomas de una falta de energía. Es lo que señala el catedrático de Metafísica, Alejandro Llano: "falta una energía positiva para encarar la realidad". "En los años 50 y 60 del pasado siglo fuimos capaces de dar el gran salto adelante, quizás porque nos faltaba todo, pero ahora no hay empuje",  completa el catedrático Juan Velarde. Entonces construir España y lograr la prosperidad personal eran lo mismo. "La crisis está en la condición humana", apuntaba José María Fidalgo, ex secretario general de CCOO, en la presentación del informe de Pérez Díaz.

Chispa del deseo

Da la sensación de que deseo de construir, de prosperar, de hacer con otros se hubiera extinguido. Ese deseo que, como explicaba Luigi Giussani (El yo, el poder y las obras)  es el que "enciende el motor del hombre. Por el que se pone a buscar pan y agua, se pone a buscar trabajo, a buscar mujer (…) se interesa en saber por qué algunos tienen mucho mientras otros no tienen nada, se interesa en saber por qué hay quienes son tratados de un modo correcto y él no, justo en virtud de que esos estímulos que lleva dentro y que la Biblia llama ‘corazón' se agrandan, se extienden a todo y maduran". A esta necesidad de recuperar el deseo de ir más allá hace referencia el informe Transforma España de la Fundación Everis (http://www.fundacioneveris.es/Images/Transforma%20Espa%C3%B1a%20Fundaci%C3%B3n%20everis_tcm32-71088.pdf),  otras de las recientes iniciativas de la sociedad civil. En sus páginas se lee que "la inscripción non plus ultra en las Columnas de Hércules indicaba que no había nada más allá del Estrecho de Gibraltar, fin del mundo conocido en la Antigüedad. La adopción de plus ultra como lema de España destaca la aceptación por parte de todo un país de una concepción propia de la superación de los límites e imposibles aparentes". Se trata pues de una concepción, de una mentalidad que apueste por ir plus ultra (más allá). Antes de que estallara la burbuja, en nuestro caso inmobiliaria, el deseo había  sido pura instintividad, más allá de la economía real,  el  beneficio inmediato. El deseo que hace las cuentas con la realidad reconoce con facilidad que "la gratuidad es exigencia de la razón económica" (Caritas in veritate, 36). No estamos hablando de la gratuidad de las entidades no lucrativas sino de  aquella que es condición indispensable para el conocimiento, para emprender, para arriesgar, para trabajar bien.

¿Qué puede despertar este deseo? Quizás sea esta la gran pregunta que todo el país pueda hacerse. Y es en este nivel donde los cristianos pueden hacer una contribución que interese a todos. El cristianismo de hecho, es el testimonio operativo de que solo la belleza, categoría no ajena a la economía, es  la que puede encender la chispa humedecida. La belleza del trabajo hecho con gusto, de la construcción de algo diferente, del plus ultra. Lo ha señalado el Papa en su reciente visita a Barcelona al hablar de Sagrada Familia de  Gaudí. Es ante una obra hecha  "no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres" como "se descubre que  la belleza es la gran necesidad del hombre". Es así  como se despierta el deseo. Obra es la Sagrada Familia, o una empresa o un trabajo en la que no haya que desconfiar de los demás y de uno mismo.

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